HISTORIOGRAFÍA ACTUAL: la historiografía Marxista

El marxismo fue responsable de la creación de una corriente historiográfica de gran peso en Europa, especialmente Reino Unido. Vamos a comenzar viendo qué es el materialismo histórico y pasaremos luego a ver su influencia en la historiografía y terminaremos hablando sobre los historiadores más importantes que han pertenecido a esta rama de la historiografía.


1. Materialismo histórico: modos de producción, infraestructura, lucha de clases


El marxismo apareció durante la segunda mitad del siglo XIX, en un momento en que el historicismo era la tendencia historiográfica dominante tanto en Europa como en Norteamérica. Surgió como consecuencia de un intento de comprensión de la realidad de aquella época, del contexto histórico de la industrialización europea, marcado por las transformaciones económicas, las corrientes migratorias, el desarraigo de las comunidades campesinas, la extensión de la miseria social urbana y la generación de una nueva clase social, el proletariado obrero industrial. 
Dicho análisis llevó a Marx a formular una nueva filosofía de la historia, que fue denominada “materialismo histórico”. El pensador alemán expone dicha tesis en obras como La ideología alemana o Contribución a la crítica de la economía política. Vamos a sintetizar sus elementos constitutivos:
  • Necesidades básicas. El materialismo histórico partía de la idea de que los hombres tienen necesidades vitales básicas, de las que depende su supervivencia (alimento, ropa, vivienda, etc.). Dichos bienes de primera necesidad han de ser producidos.
  • Fuerzas productivas. Para la fabricación de dichos bienes son empleadas las fuerzas productivas. Estas son materiales y humanas. Comprenden: las fuentes de energía (leña, carbón, petróleo, etc.), las materias primas (algodón, caucho, hierro, etc.), la maquinaria (molinos de viento, máquina de vapor, cadena de montaje, etc.), los conocimientos científicos y técnicos, y los propios trabajadores.
  • Relaciones sociales de producción. La fabricación de dichos bienes genera relaciones sociales de producción que los hombres tejen entre sí con el objeto de producir y repartirse bienes y servicios.
  • Modos de producción o infraestructura económica. La combinación de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción origina un modo de producción (o infraestructura económica), que determina la morfología de la sociedad (sus aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, culturales, religiosos, intelectuales, etc.). Esto último es la superestructura, que podrá influir tan solo tímidamente en la infraestructura. 
Marx reconoció la existencia de muchos modos de producción (o infraestructuras económicas) a lo largo de la Historia. No obstante, únicamente analizó cinco; cuatro que habían existido ya y un quinto, el comunista, que había de sobrevenir, en su opinión, tras el capitalista. Los modos de producción según Marx fueron:
  1. Asiático. Relación de producción: régimen marcado por el Estado, que recoge todas las cosechas y las reparte luego según unos criterios. Es una economía primaria, basada en la agricultura y ganadería. Ejemplos: Egipto faraónico, China imperial, Perú incaico.
  2. Antiguo. Relación de producción: esclavitud. La fuerza de  mano esclava es la que sostiene una economía basada en la agricultura y artesanía. Ejemplos: Mundos helenístico y romano.
  3. Feudal. Relación de producción: servidumbre. Ejemplo: Occidente medieval señorial.
  4. Burgués-capitalista. Relación de producción: trabajo asalariado. En este modo de producción pesa más el sector secundario. Ejemplo: Occidente tras la revolución industrial.
Los modos de producción podían coexistir en ciertos momentos históricos. Por ejemplo, en el siglo XVIII, en el que aparece el trabajo asalariado en la Europa Occidental, en la Oriental se implanta la servidumbre y en América se extiende el modo esclavista. Además, se podían reproducir en formaciones sociales muy distintas entre sí; por ejemplo, el feudal tuvo vigencia en el Sacro Imperio Romano Germánico del siglo XI, en la Francia de los Capetos del siglo XIII o en el Japón de los Tokugawa en el siglo XVIII.
Karl Marx - Imagen de dominio público
Ahora bien, hay que dejar claro que para el marxismo lo importante es la economía, es lo que lo mueve todo, es la base de todo, un cambio económico provoca un cambio en todo lo demás. Sobre la infraestructura económica se levanta la superestructura de carácter jurídico y político. A partir de la infraestructura económica se construye la superestructura jurídica y política, a la que corresponden las formas de conciencia social. Esta superestructura la componen las formas de las relaciones jurídicas, las instituciones políticas y las formas de estado. Por ejemplo, un caso de superestructura es el absolutismo regio, un régimen parlamentario liberal, etc.

Otra cosa que hay que aclarar en el marxismo es la conciencia social. La conciencia social se manifiesta en diferentes “formas ideológicas”: obras literarias, ensayos filosóficos, doctrinas religiosas, creaciones artísticas... etc. En contra del idealismo hegeliano, Marx pensaba que las condiciones materiales de la existencia eran las que determinaban la ideología: “No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia”. Es decir, para Marx si tú eres un pobre campesino en un sistema feudal, tu forma de pensar estará determinada por tus condiciones: pobreza, estamento no privilegiado... etc. 

Marx también reflexionó sobre la evolución de la Historia, que tenía como marco de referencia los distintos modos de producción. Él creía que la Historia no era lineal y que podía pasarse de un modo de producción a otro por dos vías: la vía revolucionaria (corta y brusca), o la vía reformista (más larga y lenta)

Para explicar el cambio de infraestructura, es decir, cómo se pasaba por ejemplo del feudalismo al capitalismo, o del sistema asiático al antiguo, etc., Marx partía del método dialéctico de Hegel. Para Hegel toda tesis tiene una antítesis contraria, que del resultado de combinar ambas surge una síntesis. Esta síntesis pasará a ser una tesis, y le volverá a surgir una antítesis, etc., continuando así de nuevo una y otra vez. Así que Marx usa esta misma explicación para afirmar que la lucha de clases es el motor de la Historia. La contradicción entre la clase trabajadora (tesis) y los propietarios de los medios de producción (antítesis) y de las plusvalías, llevaba a la lucha de clases, a la revolución, a la destrucción de la infraestructura y a su sustitución por otra nueva (síntesis). Siempre en cada medio de producción había clases antagónicas, por ejemplo en el feudalismo pues los señores feudales (antítesis) vs los siervos (tesis), y en su lucha de clases acabarían siendo desbancados los señores. La única forma de producción que no tenía contradicción era el comunismo, donde la clase trabajadora se impondría.
Un ejemplo de este proceso de cambio de modo de producción fue, según Marx, el que experimentó Francia tras la Revolución Francesa (donde Francia pasó del sistema feudal al capitalista). En el siglo XVIII, el desarrollo económico, el progreso de las ciencias y de las técnicas, la renovación de los cultivos y el crecimiento de la población (es decir, un avance en las FUERZAS PRODUCTIVAS, que siempre evolucionan primero), chocaron con el orden antiguo, la administración monárquica, el marco señorial y el sistema corporativo gremial (superestructura del feudalismo). Fruto de la lucha de clases, sobrevino la Revolución y, después, la estabilización del Imperio entre 1789 y 1815. Posteriormente, en el siglo XIX, se introdujo la sociedad capitalista liberal, dirigida por una burguesía de empresarios que explotaba a la masa de los obreros asalariados.
Es decir, primero cambia la infraestructura económica (surgimiento de burgueses, enriquecimiento del tercer estado... etc. como ejemplo), mientras que la superestructura ideológica permanece anclada en el sistema anterior. Es entonces cuando el cambio económico propicia la caída o destrucción de la superestructura jurídica ideológica, estableciendo una nueva.

En El Capital Marx describió el modo de producción capitalista. En él, existían dos clases sociales antagónicas, que tenían distintas funciones económicas:
  • La burguesía: clase dominante, propietaria de los medios de producción y acaparadora de las plusvalías generadas por la comercialización de mercancías en el mercado.
  • El proletariado: clase dominada, obligada a trabajar con los medios de producción de la burguesía, a cambio de un salario siempre inferior al valor de su trabajo en el mercado.
La explotación social del proletariado por la burguesía era la causa de la lucha de clases propia del capitalismo, que había de llevar, tras la revolución, al modo de producción comunista. Marx concedía al hombre un papel activo en la Historia, pues consideraba que el proletario podía y debía luchar para cambiar la infraestructura.

El análisis marxista no pretendía ser solo una interpretación de la realidad histórica, sino que aspiraba a promover una revolución proletaria que acabase con el modo de producción capitalista e instaurase un nuevo modo de producción (el comunista) que llevase a la formación de una sociedad sin clases ni explotación humana. De hecho, Marx propuso en varias obras (como El manifiesto comunista o El 18 de Brumario de Luis Bonaparte) la intervención política inmediata: la movilización del proletariado, la revolución y la ejecución del programa político comunista.

La influencia de Marx sobre la historiografía fue mínima durante la segunda mitad del siglo XIX. Quitando casos aislados, como el de Jean Jaurés en Francia, la práctica totalidad de los historiadores permanecieron fieles a la corriente historicista-positivista. El marxismo no ganaría protagonismo entre el gremio de los historiadores hasta la Primera Guerra Mundial y el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, momento en que muchos historiadores interpretaron sus investigaciones en base al materialismo histórico.


2. Las corrientes de la historiografía marxista


Tras la muerte de Engels en 1895 tanto los pensadores como los dirigentes políticos de los distintos partidos socialistas hallaron dificultades a la hora de interpretar las obras y las ideas de Marx. A partir de este momento, de finales del siglo XIX, el marxismo fue simplificado y sufrió dos tipos de deformaciones (los que dan prioridad a la superestructura o los que se lo dan a la infraestructura):
  1. El “cientifismo”. Según esta corriente las ideas de Marx fueron consideradas un corpus doctrinal cerrado y definitivo, y por lo tanto estas ideas no fueron desarrolladas con nuevas reflexiones filosóficas ni nuevas investigaciones sobre la sociedad.
  2. El “economicismo”. Se reafirmó la primacía de los aspectos económicos (primacía de la infraestructura), descuidándose otros aspectos tratados en las obras de Marx. 
  3. [marxismo culturalista o humanista: surge años después, en período de entreguerras, que vamos a hablar en breve de el].
Esta tendencia economicista se invirtió gracias a Vladímir Ilich Lenin, quien reavivó los planteamientos originales de Marx en dos líneas de trabajo:
  • La utilización del materialismo histórico como método de investigación para la comprensión de situaciones históricas concretas (en obras como “El desarrollo del capitalismo en Rusia o “El imperialismo, estadio supremo del capitalismo”).
  • La recuperación de la praxis revolucionaria, del activismo político. 
Tras la muerte de Lenin se desencadenaron luchas de facciones para apoderarse de la dirección del partido bolchevique, que terminaron con el triunfo de Stalin. Desde entonces, el “marxismo-leninismo” se convirtió en un sistema ideológico instrumentalizado políticamente para justificar la dictadura del partido-estado. La era estalinista se caracterizó por una vuelta a la desviación “cientifista”: los distintos teóricos intentaron presentar el materialismo histórico como una ciencia exacta, capaz de establecer leyes que permitiesen conocer el pasado y prever el futuro, lo que limitó su desarrollo. El más claro ejemplo de esta deformación cientifista del pensamiento marxista es la obra titulada “La historia del partido comunista (bolchevique) de la URSS”, redactada por una comisión —de la que formó parte el propio Stalin— y aprobada por el comité central del PCUS en 1938. En ella se aprecian claramente las dos desviaciones apuntadas:
  1. La estricta utilización de las ideas principales marxistas, como la lucha de clases, para la interpretación de los acontecimientos y los procesos históricos.
  2. La manipulación premeditada (voluntaria o forzada) de la historia, que se adapta a las necesidades políticas del “presente” de los gobernantes. 

En el período de entreguerras el italiano Antonio Gramsci y el húngaro Georg Lukács encabezaron la crítica al marxismo cientifista (son filósofos principalmente), poniendo en duda, por una parte, el determinismo económico en la explicación histórica marxista (afirmando en cambio la importancia de aspectos de la superestructura, como la conciencia de clase o los sistemas de ideas); y, por otra parte, la concepción mecánica de la relación entre la infraestructura y la superestructura, que negaba la capacidad humana para intervenir en la Historia (en el texto de Stalin se ve que hay luchas entre clases, pero no hay un Alejandro Magno, un Ghandi… no hay individualidades, no son los hombres lo que hacen la historia, son las masas). Gramsci y Lukács introducen en el materialismo histórico más flexibilidad, ya que hablan de la capacidad de los hombres para intervenir en el desarrollo de la historia, pero de hombres particulares, no de masas, mientras que en el cientifismo ningún hombre de manera individual podía influir en la Historia.
Estas críticas fueron el germen de una nueva visión del marxismo, la “culturalista” o “humanista”, entre cuyos representantes cabe incluir a E. P. Thompson, Christopher Hill, George Rudé, Eric Hobsbawm, Eugene Genovese, Carlo Ginzburg, Giovanni Levi o Carlo Poni. Esta línea (marxismo culturalista o humanista) presenta las siguientes características generales:
  • Alejamiento del determinismo económico para explicar la lucha de clases.
  • Concepción de la lucha de clases como una lucha de dominación no solo económica, sino también social y cultural (influencia de Gramsci).
  • Importancia del concepto de cultura popular (conjunto de tradiciones y valores populares). Esto ha sido pervertir en España por los nacionalismos. 
  • Valoración de la influencia del hombre sobre la evolución histórica.
  • Suma de aspectos políticos, culturales, sociales e ideológicos a los económicos en la explicación de las relaciones sociales de producción. Es decir, Feudalismo no es solo relaciones de producción, sino es una cultura, una religión… etc. 
  • Análisis de abajo a arriba: la conciencia individual y colectiva del hombre puede influir en la lucha social, y manifestarse políticamente bajo diversas formas de resistencia más o menos violentas.
La historiografía de tradición marxista en Francia, fue seriamente limitada en su crecimiento, solo pocos, como Louis Althusser, o bien representada en los estudios sobre la revolución de 1789 de Albert Soboul, o la Historia social y económica europea de donde sobresale el hispanista Pierre Vilar y su monumental “Cataluña en la España moderna”. Francia estaba dominada por Annales totalmente, por lo que la historiografía marxista en Francia nunca tuvo la fuerza que llegaría a alcanzar en Reino Unido.

Bajo el amparo de Annales, una forma escolástica de “marxismo estructuralista” se difundió por toda Europa occidental y América Latina (al igual que el estructuralismo estaba en Braudel, en las mentalidades en la tercera generación de Annales…etc.), dañando seriamente el valor de las investigaciones históricas emprendidas sobre sus presupuestos. Estos fueron resumidos para uso y consumo general en el muy reeditado catecismo elaborado por Marta Harnecker: “Los conceptos elementales del materialismo histórico” (no hay conceptos aislados, casos particulares, es una teorización en abstracto), de 1969. El “marxismo estructuralista” tiene como rasgos distintivos:
  • Importancia de las fuerzas productivas, las relaciones sociales y la lucha de clases en la evolución histórica (en los cambios de los modos de producción).
  • Devaluación de la influencia del hombre sobre la historia.
  • Refuerzo del carácter científico del marxismo (permite entender científicamente el pasado, presente, y futuro).
  • Creencia en que la Historia tiende al surgimiento del comunismo y la sociedad sin clases.


3. Los historiadores marxistas británicos


De forma paralela al relanzamiento de la corriente de los Annales tras la Segunda Guerra Mundial, en el contexto histórico de la Guerra Fría, la historiografía marxista comenzó un período de gran expansión en Gran Bretaña. El hito fundamental de tal proceso de crecimiento fue la fundación en 1952 de la revista Past and Present, promovida por un grupo de historiadores de inspiración marxista, al que pertenecían: 
  • El arqueólogo Veré Gordon Childe 
  • El medievalista Rodney Hilton 
  • Los modernistas Christopher Hill y Perry Anderson 
  • El contemporaneista Eric Hobsbawm 
  • Un economista que había sido maestro de la mayoría e introductor del marxismo en la Universidad de Cambridge: Maurice Dobb. 
A su lado colaboraron historiadores y profesionales de las ciencias sociales. No fue una revista limitada a los estudios marxistas históricos. Publicó trabajos de historiadores no marxistas afines o con intereses investigadores comunes y acogió en su consejo de redacción a historiadores no marxistas (como Lawrence Stone) y a sociólogos y antropólogos.
Como características generales de la historiografía marxista británica podríamos señalar:
  1. Reacción contra el dogmatismo cientifista de la historiografía marxista soviética. 
  2. Superación del determinismo economicista (donde la infraestructura determina todos los cambios) y valoración de factores típicos de la superestructura (sociales, políticos, jurídicos, culturales, ideológicos, religiosos, etc.).
  3. Desarrollo de estudios sobre un tema común: los orígenes, el desarrollo y la expansión del capitalismo, teniendo en cuenta sus cambios económicos y también sociales. Ellos quieren ver, no como se pasa generalmente del feudalismo al capitalismo, sino ejemplos concretos, quiénes eran los que lo realizan, por qué lo hacen, etc. El modo estructuralista que vimos antes, no interesaba por casos concretos, ahora es más empírico, quieren ver casos concretos los británicos.
  4. Desarrollo de una nueva perspectiva histórica: la “historia desde abajo” o la “historia de abajo a arriba”, centrada en las experiencias, acciones y luchas de las clases bajas (el pueblo llano, los campesinos, la clase trabajadora) en oposición a la historia de las clases dirigentes o las élites. Es como lo que hacía annales, pero aquí les interesa más el aspecto social y económico.
  5. Participación en la formación en Gran Bretaña de una conciencia política socialista y democrática.
Dicho esto pasemos a hablar y destacar los autores británicos marxistas más importantes.

A) MAURICE DOBB
En 1946, Maurice Dobb, publicó la obra “Studies in the Development of Capitalism”. En ella estudió y amplió el planteamiento marxista del origen y el desarrollo del modo de producción capitalista. Ello dio inicio a un debate sobre la transición del feudalismo al capitalismo en el que han participado personalidades de la historiografía y la economía más o menos cercanas al paradigma del materialismo histórico, en su versión inglesa o francesa, como Karl Polanyi, Paul Sweezy, K. Takahashi, Christopher Hill, Georges Lefebvre o Eric Hobsbawm entre otros.
El año de 1956 es un año clave, ya que es la invasión de Hungría por la URSS, donde se vio que la URSS ejercía un firme dominio sobre los países de su órbita, y muchos marxistas británicos rompieron su vinculación con el partido comunista al no estar de acuerdo con dicha invasión.
Fruto de su enfoque pluralista, la escuela marxista británica produjo una pléyade de obras de Historia social de notable importancia e influencia en el gremio profesional. Entre ellas destacan los estudios sobre el feudalismo inglés y europeo de Rodney Hilton (entre otros su “The English Peasantry in the Later Middle Ages”, de 1958); o la copiosa producción de Christopher Hill sobre el período de la revolución inglesa del siglo XVII (con su pionero “Intellectual Origins of the English Revolution”, de 1965).


B) EDWARD P. THOMPSON
Parece que existe un notable consenso en destacar la importancia y la gran aportación que han significado las obras de Edward P. Thompson en la renovación teórica del Marxismo occidental. Thompson quiere actualizar con su obra la interpretación del Marxismo como crítica abierta a los problemas de los nuevos tiempos. Unos problemas que no pueden resolverse simplemente de una manera escolástica con la invocación a unos textos surgidos hace más de cien años. 
Según Fontana hablando de Thompson, hay rechazo explícito a entender el marxismo como “un cuerpo autosuficiente de doctrina completa, internamente consistente y plenamente realizado en un conjunto de textos escritos…”. “El discurso de la demostración de la disciplina histórica consiste en un diálogo entre concepto y dato empírico”. Concepto es la lucha de clases, y el dato empírico es ver lo que pasa en la realidad. El problema es que muchos marxistas rechazaban el dato empírico porque Marx decía que estaba todo analizado y por tanto no había que preocuparse por ver datos empíricos. 

El estudio de Thompson  sobre La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra (“The Making of the English Working Class”, publicada en 1963) renovó por completo el sentido de los conceptos de “clase” y “lucha de clases” en la investigación histórica, superando su mera definición en términos económicos mecanicistas para resituarlos en contextos sociales y culturales forjados en la propia experiencia histórica y en la práctica laboral y política de los respectivos grupos de la sociedad. 
El mismo Thompson arremetió muy duramente contra el estructuralismo althusseriano y sus efectos esterilizantes en la práctica histórica con su obra “Miseria de la teoría” (1978). 
El conjunto de la obra de estos autores británicos es una refutación de la idea misma de que el marxismo es «una ciencia» en el sentido althusseriano.
Supone un retorno a la concepción de la tradición marxista como parte de una filosofía crítica, de una cosmovisión materialista y dialéctica, que no conlleva el uso preceptivo de unos términos acuñados («modo de producción», «formación económica-social», «base» y «superestructura», etc. La obra de Thompson no está estructurada así) ni la aceptación de unas leyes generales y universales de evolución histórica de las sociedades (las leyes de desarrollo de los cinco «modos de producción» sucesivos) que se encuentran fijadas en algún texto canónico de los maestros y autoridades.


C) ERIC HOBSBAWM
Por su parte, Eric Hobsbawm, considerado como uno de los más importantes historiadores del siglo XX, escribió en su larga vida sobre una gran variedad de temas. Destaca, en todo caso, su serie sobre las “edades”: “The Age of Revolution: Europe 1789-1848" (1962); "The Age of Capital: 1848-1875" (1975) y "The Age of Empire: 1875–1914" (1987); "The Age of Extremes: the short twentieth century, 1914–1991" (1994).
Como historiador marxista analizó la Revolución francesa y la Revolución industrial británica, buscando en ellas las bases del capitalismo liberal actual. Otro tema recurrente en su obra fue el del bandidaje, un fenómeno que contextualizó social e históricamente, frente a la visión tradicional que lo consideraba una espontánea forma de rebelión:
  • Primitive Rebels”, Rebeldes primitivos, de 1963. Son estudiadas como algo digno. En los textos hay cosas apuntadas.
  • Captain Swing: A Social History of the Great English Agricultural Uprising of 1830”; Capitán Swing: Una Historia social de la gran insurrección agraria inglesa de 1830, en colaboración con George Rudé, editada en 1969.
  • Entre sus más importantes aportaciones se encuentra el estudio de “La invención de las tradiciones” en la construcción del estado nación. En “The Invention of Tradition" (ed. con T. Ranger, 1983) muestra cómo las tradiciones patrias son inventadas por las élites dirigentes para justificar la existencia e importancia de sus respectivas naciones. Esto fue un avance, ya que los nacionalismos viven en inventar tradiciones para un fin (dominación ideológica), así las clases opuestas están galvanizadas en torno a tradiciones patrias, olvidando la lucha de clases.


4. TEXTOS y CRÍTICA


* Karl Marx

“Mis investigaciones dieron este resultado: que las relaciones jurídicas, así como las formas de Estado, no pueden explicarse ni por sí mismas, ni por la llamada evolución general del espíritu humano; que se originan más bien en las condiciones materiales de existencia [...]; El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía en mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia”. (Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859). Madrid, A. Corazón, 1978, pp. 42-43). 

En este texto Marx se opone al idealismo de Hegel (ya explicado), idealismo según el cual las ideas evolucionen por sí mismas. Para Marx era al revés, ya que las estructuras ideológicas es lo último que cambia en una sociedad, ya que primero es el cambio de sistema de producción, cambio económico, y después el cambio económico es el que arrastra la superestructura ideológica. Idea del progreso de las fuerzas productivas, que es lo que avanza, pues cuando avanzan le corresponden unas Relaciones sociales de producción. Las formas de conciencia no evolucionan per se, evolucionan porque evoluciona la economía y las relaciones de producción primero.
En el texto también se refleja como las relaciones de producción es algo a lo que pasas a formar parte cuando naces, es algo que no te puedes evadir. 


“La próxima pregunta a responder es ésta: ¿qué forma una clase?, y por ciento que esto se desprende de suyo de la respuesta a la otra pregunta: ¿qué hace que trabajadores asalariados, capitalistas y terratenientes formen las tres grandes clases sociales? A primera vista, la identidad de los réditos y de las fuentes de rédito. Son tres grandes grupos sociales, cuyos componentes, los individuos que las forman, viven respectivamente de salario, ganancia y renta de la tierra, de la valorización de su fuerza de trabajo, su capital y su propiedad de la tierra. Pero desde este punto de vista médicos y funcionarios, por ejemplo, también formarían dos clases, pues pertenecen a dos grupos sociales diferentes, en los cuales los réditos de los miembros de cada uno de ambos fluyen de la misma fuente. Lo mismo valdría para la infinita fragmentación de los intereses y posiciones en que la división del trabajo social desdobla a los obreros como a los capitalistas y terratenientes; a los últimos, por ejemplo, en viticultores, agricultores, dueños de bosques, poseedores de minas y poseedores de pesquerías...” ("Classes", Karl Marx (ed. Friedrich Engels), Capital: A Critique of Political Economy, Institute of Marxism-Leninism (USSR), 1959 (1863-1883), volume III, part 7, chapter 52; extraído de la traducción al español en Marxists.org: "Las clases").



* J. Stalin

“En consonancia con los cambios y el desarrollo experimentados por las fuerzas productivas de la sociedad en el curso de la historia, cambian también y se desarrollan las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas. La historia conoce cinco tipos fundamentales de relaciones de producción: el comunismo primitivo, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo”. (Materialismo dialéctico y materialismo histórico, 1938)

Es un texto ortodoxamente marxista, no se le puede decir mucho, porque es un dogma. Era el marxismo rígido que se estudiaba en la URSS


“Una buena enseñanza de la Historia debe crear la convicción del inevitable fracaso del capitalismo [...] y que en todo, en el ámbito de las ciencias, de la agricultura, de la industria, de la paz y de la guerra, el pueblo soviético marcha a la cabeza de las demás naciones, que sus importantes acciones no tienen igual en la historia. [...] Es importante insistir sobre las guerras y los problemas militares para sostener el patriotismo soviético”. (Instrucción oficial de 1934 dirigida a los historiadores soviéticos).

En este texto se ve como el gobierno mandaba directrices a los historiadores para decirle cómo hacer la Historia. Además se mandaba hacer hincapié en la historia política y militar para aumentar el patriotismo, por lo que estamos viendo una clara utilización de la Historia, una manipulación. 



* Marta Harnecker

“El materialismo histórico es una teoría científica (...) es un estudio científico de la sucesión discontinua de los diferentes modos de producción”. “en las sociedades de clase no es el hombre o los hombres en general los que hacen la historia, sino las masas, es decir, las fuerzas sociales comprometidas en la lucha de clases, las cuales son el motor de la historia”. (Los conceptos elementales del materialismo histórico, Madrid, Siglo XXI, 1976 (36ª edición), pp. 227 ,229 y 236). 

En este texto Harnecker insiste en el carácter científico puro de la Historia marxista.


"El materialismo histórico es una ciencia. Es su carácter de ciencia lo que lo opone al dogmatismo y al revisionismo. Saber qué es una ciencia es, al mismo tiempo, saber que esta no puede vivir sino a condición de desarrllarse. Una ciencia que se repite sin descubrir nada es una ciencia muerta: no es ya una ciencia sino un dogma fijo (…)
Ciertamente, el movimiento obrero tiene razones para mantenerse alerta contra los revisionistas, que se han ataviado siempre con títulos de noevdad o de renovación; pero esta defensa necesaria no tiene nada que ver con los recelos hacia los descubrimiento de una ciencia viva".

En este texto vuelve a hablar de que el materialismo histórico es una ciencia pura, y niega toda revisión de la misma, cuando en realidad la Historia es una constante revisión y crítica. Si dice avanzar, es que se enriquece, que genera conocimiento nuevo.


"Marx nos ha dado, en el terreno teórico, las “piedras angulares”, los “principios directivos”, es decir, los principios teóricos de base de una teoría que es absolutamente necesario desarrollar.
Este desarrollo teórico es para todos los socialistas un deber, sin o lo lleva a cabo faltarían a su deber frente al socialismo.
Es necesario no solamente desarrollar la teoría general, sino desarrollar también sus aplicaciones particulares, a la naturaleza propia de cada caso concreto. Esta defensa y este desarrollo de la ciencia marxista suponen a la vez la mayor firmeza contra todos los que quieren retraernos más acá de los principios científicos de Marx, así como una verdadera libertad de crítica y de investigación científica, ejercida sobre la base de los principios teóricos de Marx, para aquellos que pueden y quiere ir más allá; la libertad indispensable para la vida de la ciencia marxista y de cualquier otra ciencia".

Cuando Marta habla de deber en el texto, lo que está es mezclando política con Historia. Está eliminando la libertad. 


"…Frente al rechazo del marxismo por parte de la filosofía espiritualista, que lo acusa de ser un exponente del determinismo absoluto de la materia, lo que anula toda la posibilidad de participación creadora del hombre en la historia, el marxismo responde: en realidad, son los hombres los que hacen la historia, pero la hacen en condiciones bien determinadas. Y por ello el investigador marxista analizará, en primer término, esas condiciones de existencia, especialmente las materiales: la forma en que los hombres producen los bienes materiales y las relaciones sociales en que realizan en esta actividad productiva.
El marxismo generalmente no habla de la historia como la obra de los “individuos vivos”, ya que esta frase le parece vacía…
Las acciones de los hombres que aparecen como infinitamente variadas y difícilmente sistematizables fueron generalizadas por el marxismo y relacionadas con las acciones de grupos de individuos que difieren entre si por el lugar que ocupan dentro de la producción social, esto es, fueron referidas a las acciones de determinadas clases sociales. Es la lucha de estas clases y no las acciones de os individuos aislados lo que determina la marcha de la historia."

Marta defiende que en la Historia hay que analizar casos generales (habla ella siempre de grupos, nunca de individuos), porque temen que el estudio de casos concretos no coincida con la "ciencia exacta" que ellos dicen que es el materialismo histórico, por eso su rechazo al estudio de casos particulares.
Cuando en el texto cita la "filosofía espiritualista", se refiere a Hegel, que el mundo de las ideas es el que cambia, evoluciona, es el motor de la historia.
Cuando dice "en condiciones bien determinadas", Marta somete al marco económico todas las acciones. Esto se ve más claramente con un ejemplo: Alejandro Magno hizo muchas cosas en su tiempo, pero todas las cosas que hizo fue gracias a un marco económico social que se lo permitió, por eso para Marta y el materialismo histórico más rígido todas las acciones individuales se inscriben en la lucha de clases. Todo lo que hacemos es por una clase o pertenencia a una clase (en el caso del capitalismo, o pertenencia a la clase explotadora o pertenencia al proletariado).



* E. P. Thompson

“Este libro tiene un título un tanto tosco, pero que cumple su cometido. Formación porque es el estudio de un proceso activo, que debe tanto a la acción como al condicionamiento. La clase obrera no surgió como el sol, a una hora determinada. Estuvo presente en su propia formación.

Clase, en lugar de clases, por razones cuyo examen es uno de los objetivos del libro. Existe, por supuesto, una diferencia. “Clases trabajadoras” es un término descriptivo, que elude tanto como define. Pone en el mismo saco de manera imprecisa un conjunto de fenómenos distintos. Aquí había sastres y allí tejedores, y juntos componían las clases trabajadoras.

Por clase entiendo un fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados en lo que se refiere tanto a la materia prima de la experiencia como a la conciencia. Y subrayo que se trata de un fenómeno histórico. No veo la clase como una “estructura”, ni siquiera como una “categoría”, sino como algo que tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas."

Para un estructuralista como categoría existe la clase trabajadora, podríamos decir que Thompson podría estar de acuerdo con esa afirmación, pero a él interesa mucho más saber cómo se formó la clase obrera, ya que él dice que la clase obrera parte de un proceso formativo (si es proceso, no ha existido siempre).
También habla de que una clase no es consciente de que es de una clase en concreto hasta que toma de conciencia de ser un grupo vinculado, en este caso que habla Thompson es por parte de determinados trabajadores. Para Thompson una clase surge cuando toman conciencia de pertenecer a ese grupo, antes de eso no forman una clase social. Ese grupo está compuesto por miembros que están vinculados gracias a  experiencias comunes, y que eso se refleja en torno a elementos culturales (ocio, o experiencias religiosas, situación laboral…).


"Todavía más, la noción de clase entraña la noción de relación histórica. Como cualquier otra relación, es un proceso fluido que elude el análisis si intentamos detenerlo en seco en un determinado momento y analizar su estructura. Ni el entramado sociológico mejor engarzado puede darnos una muestra pura de la clase, del mismo modo que no puede dárnosla de la deferencia o del amor. La relación debe estar siempre encarnada en gente real y en un contexto real." 

Para Thompson la noción de clase es un proceso fluido, para él es un fenómeno dinámico, si lo inmovilizas en una foto fija no lo puedes entender bien. Para él no hay dos clases iguales. Para entenderlo mejor vamos a poner un ejemplo, por ejemplo el amor, ya que no es lo mismo el amor aquí en España entre jóvenes ateos liberales, que entre las capas conservadoras en Japón, o que en Edad Media… en la Provenza entre los campesinos. Por eso no podemos sacar una foto fija de lo que es amor. Cabría que preguntarse entonces ¿qué amor? ¿cuándo? etc., pues lo mismo ocurre con la noción de clase, es algo que hay que comprobarlo, investigarlo más ampliamente, etc.


"Además no podemos tener dos clases distintas, cada una con una existencia independiente, y luego ponerlas en relación la una con la otra. (...) Y la clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos de (y habitualmente opuestos a) los suyos. La experiencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción en que los hombres nacen o en las que entran de manera involuntaria."

La conciencia de clase es algo que se hereda, además para Thompson es importantísimo que haya conciencia, ya que sin conciencia no hay clase. Para él, puede haber 100.000 obreros explotados en una ciudad, que si no son conscientes de que forman una clase asalariada explotada, no habrá clase proletaria. Entonces, ¿hay clase proletaria en España a lo Thompson? No, porque no hay conciencia ni vivencias. Conciencia también implica saber que eres o perteneces a un grupo opuesto a otro. La clase social se puede deconstruir según Thompson, si la gente pierde la conciencia de pertenencia a ella. En cambio para un marxista estructuralista siempre existe la clase, haya o no haya conciencia de ella, y por lo tanto tampoco se puede deconstruir.

Toda esta experiencia está determinada por las relaciones de producción, por eso lo anterior las experiencias podrían ser religiosas (por ejemplo pertenecer a una cofradía), pero no están incluidas dentro de relaciones de producción, por eso no es clase social. 


"La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver una cierta lógica en las respuestas de grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley. La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma."

Aquí Thompson nos dice que no siempre ocurre que grupos que viven experiencias similares crean conciencia de clases. Obreros alemanes, obreros ingleses, obreros franceses… etc., comparten características similares, pero no siempre surge conciencia de clase, no se puede hacer ley de todo ello, como los marterialistas cientifistas pretenden afirmar, que todo era una ley exacta. 
La conciencia de clase, cuando surge, surge en el mismo marco o estructura económica, que se da cuenta de su opresión, pero la casuística es muy diferente, ya que  (en Inglaterra tendrá sus rituales diferentes, cultura diferente… etc., a la de otros países). Estructuralmente (modo de producción) es similar, pero culturalmente no es igual. 
Thompson mostrará interés por casos concretos, culturales… etc., que es lo contrario al materialismo histórico más rígido y estructuralista, donde como ya vimos en textos de Marta Harnecker que el estudio de casos concretos era casi una blasfemia. Buena parte de lo que plantea Thompson, de sus ideas y forma de trabajo, es influencia directa de Antonio Gramsci 


"Hoy día existe la tentación, siempre presente, de suponer que la clase es una cosa. No fue tal el sentido que le dio Marx en sus propios escritos de tipo histórico, aunque el error vicia muchos de los recientes escritos “marxistas”. Se supone que “ella”, la clase obrera, tiene una existencia real, que se puede definir de una forma casi matemática: tantos hombres que se encuentran en una determinada relación con los medios de producción. Una vez asumido esto, es posible deducir qué conciencia de clase debería tener “ella” (pero que raras veces tiene) si fuese debidamente consciente de su propia posición y de sus intereses reales. Hay una superestructura cultural a través de la cual este reconocimiento empieza a evolucionar de maneras ineficaces. Estos “atrasos” culturales y esas distorsiones son un fastidio, de modo que es fácil pasar desde ésta a alguna teoría de la sustitución: el partido, la secta o el teórico que desvela la conciencia de clase no tal como es, sino como debería ser.
Pero en el otro lado de la divisoria ideológica se comete diariamente un error parecido. En cierto sentido es una simple impugnación. Puesto que la tosca noción de clase que se atribuye a Marx se puede criticar sin dificultad, se da por supuesto que cualquier idea de clase es una construcción teórica perjudicial que se impone a los hechos. Se niega que la clase haya existido alguna vez. De otro modo, y mediante una curiosa inversión, es posible pasar de una visión dinámica de la clase a otra estática. “Ella” -la clase obrera- existe, y se puede definir con cierta exactitud como componente de la estructura social. Sin embargo la conciencia de clase es una mala cosa inventada por intelectuales desplazados, puesto que cualquier cosa que perturbe la coexistencia armoniosa de grupos que representan diferentes “papeles sociales” (y que de ese modo retrasan el desarrollo económico) sé debe lamentar como un “indicio de perturbación injustificable”.[1] El problema reside en determinar cuál es la mejor forma de condicionarla para que acepte su papel social y cuál es el mejor modo de “manejar y canalizar” sus quejas.
Si recordamos que la clase es una relación, y no una cosa, no podemos pensar de este modo. “Ella” no existe para tener un interés o una conciencia ideal ni para yacer como paciente en la mesa de operaciones del ajustador”. (Prefacio a La formación de la clase obrera en Inglaterra).



* E. Hobsbawm

ENTREVISTA A HOBSBAWM EN 1992

Panfici: ... Revisando su enorme producción intelectual, es indudable que el marxismo tiene un rol central en su entendimiento de los tiempos históricos. Sin embargo, con el derrumbe de las experiencias socialistas también se cuestiona al marxismo como método de análisis. ¿Qué piensa usted de este cuestionamiento?

Hobsbawm [entrevista en 1992, tras fracaso comunista]: Me parece que tenemos que repensar el marxismo que nosotros conocimos; incluso algunas cosas que el propio Marx escribió. Por ejemplo, las tesis sobre Feuerbach es algo que tenemos que repensar seriamente, y modificar.

P: ¿En qué sentido repensar el marxismo?

H: El marxismo es una forma de interpretar el mundo que ha probado y continúa probando su extrema utilidad. Revise usted la producción intelectual más importante de las últimas décadas, incluso la escrita por antimarxistas, y encontrará en ella la influencia del marxismo, ya sea en sus categorías de análisis o en su forma de razonar. Sin embargo, los intentos que los marxistas hemos hecho por cambiar el mundo no han sido tan exitosos. Por supuesto que hay razones históricas que explican esto. Pero la enseñanza más importante es que cambiar el mundo es un asunto mucho más complicado que interpretarlo. Esto no significa que debamos abandonar nuestras esperanzas por un mundo mejor. Todo lo contrario: debemos reconocer nuestros errores y buscar otros caminos. Debemos reconocer que en el pasado, tratando de hacer la revolución, hemos impuesto criterios que al final han producido más daño que soluciones. Pensando en el futuro, tenemos la obligación de ser más humildes con nuestra propia capacidad de cambiar la naturaleza humana y la sociedad. Debemos dejarnos llevar por la realidad, incluso por lo que la gente está preparada para hacer y no solamente por lo que ellos dicen que quieren hacer.

P: En esta perspectiva, ¿cuál sería el elemento central de este esfuerzo por repensar el marxismo?

H: Para mí, el elemento central es la concepción materialista de la historia. Esta concepción nos permite analizar desde una perspectiva totalizadora los cambios históricos y el modo de operar de los grandes sistemas sociales. También la relación entre lo que nosotros queremos alcanzar en una cambiante sociedad y las condiciones objetivas dentro de las cuales debemos desarrollar nuestros esfuerzos. (...)

Lo que dice que no puedes forzar el cambio sino se dan las condiciones objetivas que permiten un cambio de modelo de producción. Por ejemplo, a día de hoy en España hoy no hay posibilidad de revolución proletaria, porque no se dan las condiciones objetivas para que se produzca. 
Hobsbawm analiza numerosos casos concretos y los pone en relación (ejemplo mafia, campesinos en Perú… etc.), que responden a un mismo proceso social. En este ejemplo son formas arcaicas de revolución social que no llegan a cuajar porque no se dan condiciones adecuadas para ello. 

P: En su libro sobre nacionalismo (Nations and Nationalism since 1780: Programme, Myth, Reality. New York: Cambridge University Press, 1990), usted señala que la idea moderna de nación es un concepto históricamente joven—siglo XVIII—y con una connotación dual. De un lado es una construcción de ingeniería social elaborada por las elites en busca de una identidad común. Pero, al mismo tiempo esta construcción no puede ser sostenida social ni políticamente si no se toma en cuenta las necesidades y aspiraciones de la gente común. Con estas premisas, ¿cómo entender el actual quiebre de varios Estados nacionales en varias partes del mundo y el surgimiento de demandas nacionalistas y conflictos políticos con un fuerte componente étnico?

H: Creo que es el derrumbe de una idea de construcción de nación basada en una homogeneidad étnica y lingüística. Los hechos demuestran que el desarrollo del capitalismo no ha tenido el impacto homogeneizador que se esperaba, y que las formas de identidad locales y étnicas permanecen muy arraigadas. Sin embargo, tengo la impresión de que el nacionalismo del siglo XX, esencialmente étnico y lingüístico es particularmente negativo. Lo paradójico es que reclamando reconocimiento se insiste en los exclusivismos. No se trata de juntar a la gente, sino de enfatizar lo que separa. De excluir de las nuevas naciones a todos aquellos que no pertenecen a una idea muy estrecha de comunidad. Yo creo que esto es un error. Este no fue el ideal de los líderes de los grandes movimientos de liberación nacional como Mandela o Nehru”. (Panfichi, A. (2010): “Una entrevista con Eric Hobsbawm (1992)”, A Contra Corriente 7 (3), 361-373).

“Los temas de los estudios contenidos en el presente ensayo, que pueden todos ellos describirse como formas «primitivas» o «arcaicas» de agitación social, son los siguientes: el bandolerismo del tipo que encarna Robin Hood, las asociaciones secretas rurales, diversos movimientos revolucionarios de carácter milenario, las turbas urbanas de la era preindustrial y sus asonadas, algunas sectas religiosas obreras y el recurso al ritual en las tempranas organizaciones revolucionarias y trabajadoras. He complementado cada una de mis versiones con documentos pertinentes que ilustran el modo de pensar y las ideas de partida de los que participaron en los movimientos que aquí se describen, y cuando ello ha sido posible, lo he hecho con sus propias palabras... Ya era hora de que movimientos como los discutidos en este libro fueran enfocados seriamente no sólo como serie inconexa de curiosidades individuales, como notas a pie de página de la historia, sino como fenómeno de importancia general y de no poco peso en la historia moderna. 

La historia vista desde abajo, como lo hacía Hobsbawm, contada por sus protagonistas. Muestra más interés por las clases populares que por las clases altas y élites sociales. Antes las clases populares se veían como curiosidades individuales, como puede ser el caso de Robin Hood, pero ahora el objeto de estudio son las masas. 
Además afirma que aunque ciertos grupos no tengan una fuerte conciencia de clase, los movimientos como la incipiente mafia, el milenarismo, sectas obreras… saben o son conscientes de su situación desfavorable, aunque no tienen articulación de sus fuerzas en vías revolucionarias.

Lo que Antonio Gramsci dijo de los campesinos de Italia meridional en los años 20 se aplica a muchos grupos y numerosas áreas en el mundo moderno. Se encuentran «en fermentación perpetua pero, en conjunto, (son) incapaces de dar una expresión centralizada a sus aspiraciones y necesidades». Este fermento, los esfuerzos embrionarios en pos de una eficaz expresión de dichas aspiraciones, y las formas posibles de la evolución de ambos, son el tema de este libro. No sé de ningún otro investigador que, en este país, haya tratado hasta ahora de estudiar juntos varios movimientos de esta índole como una a modo de fase «prehistórica» de la agitación social. Puede que el presente intento de hacerlo esté equivocado o sea prematuro. Por otra parte acaso convenga que alguien arranque por este camino, aun a riesgo de arrancar a destiempo”. (Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Barcelona, 1968).



¡Feliz Martes! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
23/Mayo/2017

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