HISTORIOGRAFÍA ACTUAL: la escuela de Annales

En la entrada anterior veíamos el positivismo-historicismo, centrado en las grandes batallas y hechos políticos. Ahora, como reacción a esta escuela y su forma de entender la historia, surgirá la llamada corriente de annales. 


1. Introducción. La corriente de los Annales


En Francia se desarrolló una de las más relevantes tendencias historiográficas del siglo XX en el ámbito de la historia económica y social, la llamada escuela o corriente de los Annales. Formada en la primera mitad del siglo XX, surge como reacción a la historia académica positivista, con el objetivo de primar ahora lo económico y lo social en detrimento de lo narrativo y de lo exclusivamente político. Es decir, con Annales las tornas cambian, y los hechos políticos y grandes personalidades pasan a un segundo plano en detrimento de la economía y la sociedad. En esta corriente cabe diferenciar tres “generaciones” de historiadores. 
  1. La primera generación surge en 1929 (aunque sus raíces son anteriores), y tuvo como principales representantes a Marc Bloch y Lucien Febvre. Fue la etapa de formación de la corriente y se caracterizó por el rechazo al historicismo y la búsqueda de nuevos objetivos de estudio, con énfasis especial en los aspectos sociales. 
  2. La segunda generación de Annales comenzó tras el año 1945 (después de la II Guerra Mundial), en torno a la figura del historiador Fernand Braudel. Esta segunda generación llegó con fuerza hasta los años 70. Fue la etapa de mayor influencia de esta corriente y se caracterizó por la introducción de propuestas tomadas de otras ciencias sociales. 
  3. La tercera generación, la de la Nouvelle Histoire, fue la etapa de la fragmentación del objeto de análisis y la búsqueda de nuevos temas de estudio: la mujer, la vida privada, la infancia, la familia... etc., y nuevos métodos de investigación para la historia, entre los que sobresale el cuantitativismo y el estudio de las mentalidades.
Vamos a ver ahora con más detenimiento las tres generaciones de Annales.


2. La primera generación: Lucien Fevbre y Marc Bloch


En 1929, un pequeño grupo de historiadores, a cuya cabeza estaban Marc Bloch y Lucien Febvre, fundó en Estrasburgo la revista “Annales d’Histoire Economique et Sociale” en torno a la cual se desarrolló esta corriente historiográfica. La revista cambió de denominación varias veces y en la actualidad se denomina “Annales. Histoire, Sciences Sociales”. En torno a esta revista, Bloch y Febvre otorgaron un nuevo significado a la labor del historiador, introduciendo cambios e innovaciones en la forma de escribir la historia, así como en sus contenidos y objetos de estudio. Fue en Estrasburgo, una universidad joven con profesores jóvenes, lejos del centralismo de París.  


A) Marc Bloch
Nació en Lyon, en el seno de una familia judía. Participó en la Primera Guerra Mundial y en 1919 llega a la Universidad de Estrasburgo, donde conoce a Febvre. En los años siguientes a la fundación de Annales (1929) se dedicó fundamentalmente a la publicación en ella de artículos históricos. La Segunda Guerra Mundial cambió su vida: tras la campaña de Francia en 1940 (por la cual Francia queda bajo órdenes de Alemania), la aplicación de leyes antisemitas por el gobierno colaboracionista de Vichy supuso su expulsión de la cátedra en París, por ser judío. Ante esto, Bloch se unió al movimiento de la resistencia en el año 1943, siendo detenido y fusilado por la Gestapo en 1944.

Entre su producción histórica cabe destacar: 
  • Su tesis doctoral, Reyes y Siervos (1920). 
  • Su obra maestra, Los Reyes Taumaturgos (1924), donde estudiaba la función social del milagroso poder atribuido a los reyes franceses e ingleses para curar la escrófula (hace historia comparativa entre Inglaterra y Francia, y sobre la superstición popular, no creamos que se centra en reyes). 
  • Con obras como La sociedad feudal (1940) reorientó la investigación medievalista desde los estudios jurídicos e institucionales hacia el análisis de las formas de propiedad y explotación agraria y las estructuras socio-culturales correspondientes. 
  • En el ámbito de la reflexión historiográfica destacan La extraña derrota (1940) o Introducción a la Historia (1941).
Para Bloch la Historia es la ciencia de las sociedades humanas, que se ocupa del estudio de los cambios y de la adaptación de los hombres a las nuevas condiciones económicas, políticas, morales, religiosas e intelectuales. El principal objetivo del historiador debe ser lograr realizar una síntesis histórica global (en esto se parece a los metódicos de antes) orientada a la comprensión de las estructuras profundas del grupo social analizado (estructuras profundas, religión, economía…). 

Según Bloch, el historiador debe comenzar su labor definiendo problemas concretos (se parte del problema, no de las fuentes, y según el problema así será el estudio) de forma que el estudio y la síntesis final estén orientados a su resolución. Es decir, aquí se parte de un problema inicial (algo que no sabemos y queremos investigar), y en función a ello se buscan las fuentes necesarias para ello (los positivistas partían de las fuentes). Otorgó primacía a los aspectos sociales y a los económicos como la configuración de las tierras o los ingresos señoriales. Ya lo político pierde protagonismo, si durante el positivismo podía estudiarse a un gran conde u obispo, ahora se estudia quien eran las tierras que trabajaban los campesinos, cómo era la situación del campesinado... etc. Además Bloch estudió la influencia de las mentalidades, es decir, el sistema de creencias, la moral, las relaciones afectivas en la vida social... etc., porque Bloch piensa que las mentalidades están conectadas con los problemas históricos. 


B) Lucien Febvre
Este historiador también participó en la Primera Guerra Mundial, y en 1919 tras la guerra consiguió una plaza de profesor en la Universidad de Estrasburgo, donde coincidió con Marc Bloch, quien a partir de este momento sería su colaborador y amigo. En 1929 ambos fundan la revista “Annales d’histoire économique et sociale”. Su labor editorial se vio frenada por la Segunda Guerra Mundial y por la expulsión de Bloch en 1943. Tras el asesinato de Bloch en 1944, Febvre quedó solo al frente de la revista de Annales hasta su muerte en 1956. 
Lucien Febvre - Imagen de dominio público
Febvre fue un historiador especializado en la época moderna, además aunó el estudio histórico y geográfico en su tesis sobre Felipe II y el Franco-Condado (1911). Abordó también el análisis histórico de las representaciones ideológicas colectivas o llamado historia de las mentalidades (la historia de las mentalidades es lo contrario a la historia de las Ideas, siendo esto último grandes planteamientos de intelectuales individuales, y las mentalidades es la creencia de gente normal y corriente en grupo) en obras como El problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rabelais (1942). También expuso sus planteamientos sobre la nueva forma de hacer la historia en trabajos como Combates por la Historia (1952). 

Lucien Febvre también escribe una especies de biografías, pero que no son biografías exactamente, sino que a través de un personaje de una época él explica la forma de entender un pensamiento, o una mentalidad… etc., como por ejemplo en su obra Martín lutero: un destino, donde desde la figura de Lutero se explica la mentalidad y religiosidad de la época.
Cabe sintetizar los principales aspectos de su concepción de la historia y de su metodología en los siguientes puntos: 
  • Ampliación del ámbito de estudio de la historia: no solo a los grandes hombres como hacía el historicismo-positivismo, sino de todos los individuos, grupos y colectividades humanos. Es lo que el llama “La Historia Total”. Interesa todo, y para acceder a estudiar todo, como es obvio hay que usar todo tipo de fuentes.
  • Estudio global del contexto social, económico, político, cultural y de las mentalidades de la época. No se va a descartar nada, todo pertenece a la historia y es sujeto de ser investigado.
  • Valoración del potencial pedagógico de la historia: comprender el presente a través del pasado y el pasado a través del presente. Siempre que miramos al pasado, lo hacemos desde el presente, es decir, lo hacemos condicionado por nuestras circunstancias sociales, económicas…etc. que hemos vivido. Por tanto se va a usar la historia para enseñar y aprender.
  • Planteamiento inicial de hipótesis de trabajo, de problemas o interrogaciones basados en preocupaciones del presente. Es decir, lo que ya hemos dicho con anterioridad, no se parte de las fuentes, sino que se busca un problema que queramos resolver o una duda, y se buscan las fuentes necesarias para resolver ese problema.
  • Empleo de fuentes de todo tipo, no solo textuales, por eso es total también la historia. Recordad que el positivismo-historicismo rechazaba de pleno todas las fuentes que no fueran las documentales diplomáticas. A partir de Annales todo es fuente para conocer la historia: arqueología, relatos orales, leyendas... etc.


3. La segunda generación: Fernand Braudel 


El fallecimiento de Febvre en 1956 da inicio a la llamada “segunda generación” de Annales, presidida por la influyente personalidad y obra de Fernand Braudel (1902-1985).
Braudel se formó en la Sorbona y trabajó en Argel (cuando Argelia pertenecía a Francia) como profesor, iniciando su tesis doctoral sobre la historia diplomática de la política mediterránea de Felipe II. Se dio cuenta de que el mundo Mediterráneo hay que verlo desde los cuatro puntos cardinales, no solo desde el norte del Mediterráneo, ya que es un tema muy denso y complejo de comprender.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial se alistó en el ejército. En 1940 fue capturado por los nazis y llevado a un campo de concentración, donde permaneció cinco años, llegando a sobrevivir a su cautiverio. 
En 1949 publicó su tesis con el título de “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. El trabajo causó una gran impresión en la comunidad de historiadores de su época, debido a su enormísima complejidad. Presentado en tres volúmenes, era un detallado análisis de un vasto ámbito geográfico, el Mediterráneo y su área de influencia, durante la segunda mitad del siglo XVI. Gracias a esta obra Braudel se convirtió en uno de los historiadores más reconocidos del momento. Los tres volúmenes de su obra eran:
  • Primer volumen: “El Medio Ambiente”. En este volumen hay una detallada descripción y análisis de los océanos, desiertos, ciudades… de todo el Mediterráneo. Esta primera parte es geografía en sentido amplio (geografía humana, geografía física… etc.), es geohistoria, porque para él la geografía influye. 
  • Segundo volumen: “Destinos colectivos y Movimientos de Conjunto”. En general es un volumen que profundiza en historia económica y social, ya que habla de economía, población, oro y plata y devaluaciones, precios de productos, transporte, comercio local e internacional, recursos de los estados, civilizaciones y sus movilizaciones, sociedades y su composición, bandidaje, guerra, piratería… etc. 
  • Tercer volumen: “Los acontecimientos, la política y los hombres”. Este volumen está dedicado a la historia militar y política. Como vemos, Braudel no rechaza la historia que trabajaban los positivistas. Habla aquí de reyes como Carlos V, Felipe II, o la Supremacía Turca en el Mediterráneo, la Liga Santa, la batalla de Lepanto… etc. 
Tras la muerte de Lucien Febvre en 1956, Braudel pasó a dirigir la revista Annales y la École Practique des Hautes Etudes. Dentro de esa escuela, se creó la Escuela de altos estudios de ciencias sociales. Llegó a tener un gran poder e influencia, ya que él personalmente controlaba la financiación de la escuela, las becas, las tesis… etc. Tan influyente era que fue financiado incluso con dinero de la Fundación Ford (de EEUU), y su escuela fue a veces una bisagra entre EEUU y la URSS.

En 1967 publicó Civilización material, Economía y Capitalismo: de los siglos XV hasta el XVIII, en el que realizó un estudio económico del mundo preindustrial, utilizando técnicas cuantitativas y valorando las repercusiones sociales de los cambios económicos. También fueron numerosas sus contribuciones de carácter metodológico, reunidas en la obra “Escritos sobre la historia”. 

Entre las características de la propuesta historiográfica de Braudel cabe señalar: 
  • El énfasis en los factores económicos, sociales y políticos en la construcción histórica, frente a un escaso interés por las mentalidades o la religión, que luego será la estrella de la tercera generación de Annales
  • La integración de la Geografía en el discurso histórico como protagonista de la Historia (influido por autores como Vidal de la Blache); y una visión multicéntrica de los factores con influencia en la evolución histórica de la región analizada.
  • Una nueva visión del tiempo histórico, que tendría, a su juicio, tres niveles o duraciones
Es la percepción del tiempo histórico de Braudel en tres velocidades (o duraciones) lo que lo hará (entre otras cosas) muy famoso. Braudel habla de que hay que distinguir de tres tipos de tiempo, que son los siguientes:
  1. Tiempo de corta duración: asociado a la historia episódica. Sería el tiempo de la historia política, factual, de los acontecimientos, a la medida de los individuos. Ejemplo, batallas, nombramientos, invasiones, etc. Como seres humanos es el tiempo que cuenta para nosotros, aunque no sea el más importante, estamos saturados de esta medida del tiempo. Son los hechos concretos del día a día. Este tipo de tiempo es el único que estudiaban los positivistas-historicistas. 
  2. Tiempo de media duración: asociado a la historia coyuntural, se corresponde con los ciclos socioeconómicos: la evolución de los precios, las tendencias demográficas, el movimiento de los salarios... a lo largo de unas décadas... etc. Ejemplo: la burbuja inmobiliaria. Hay mentalidades que son de este nivel, mentalidades sobre comportamientos económicos, hasta los años 70 la gente no pedía créditos, después a principios de los 2000 se pedían muchos créditos. Como se observa, no son hechos puntuales en el tiempo, sino que requieren de un desarrollo en el tiempo. Es la conocida como Historia de Coyunturas.
  3. Tiempo de larga duración: asociado a la historia estructural, hace referencia al ritmo casi inmóvil del “tiempo geográfico”. Braudel se interesa especialmente por el medio en el que viven los hombres de la cuenca mediterránea y por el ritmo temporal asociado a ese marco geográfico. A Braudel es el tiempo que más le interesa, y en el que pondrá más énfasis en sus estudios. Hay mentalidades vinculadas a este tiempo, como la forma de vida Mediterránea, o las creencias religiosas (como en Egipto, que tardaron más de 3000 años en cambiar de religión), el tipo de familia en occidente durante la Edad Media, la forma de producción económica feudal que duró muchos siglos... etc. Es la Historia de las Estructuras.
Braudel relega a un segundo plano el estudio de los acontecimientos concretos y de los protagonistas individuales (corta duración) y prioriza el estudio de las sociedades desde una perspectiva global formada a lo largo de los siglos (media duración), en el contexto del entorno habitado por las sociedades (larga duración). Influido por el antropólogo Lévi-Strauss, Braudel cree que los fenómenos estructurales son los que tienen una influencia mayor y más duradera sobre la vida de las sociedades, articulándola pero también limitándola, en el plano económico o incluso en el de las mentalidades. 


4. La tercera generación de Annales


A comienzos de los años 70 del siglo XX, Fernand Braudel se retiró de la revista Annales por discrepancias internas. Su salida dio inicio a la tercera generación de historiadores de esta escuela historiográfica. Comparten una serie de características todos los historiadores que pertenecerán a esta tercera generación: 
  • Heterogeneidad por la falta de acuerdo metodológico, político e intelectual. Es decir, son diferentes. 
  • Incremento de la presencia académica y social. Llegaron a hacer Best Sellers.
  • Mayor interés por el estudio de la cultura que por el mundo económico.
Como representantes de esta tercera generación cabe citar a Jacques Le Goff, Pierre Nora, Pierre Chaunu, Marc Ferro, Emmanuel Le Roy Ladurie, Philippe Ariès, Michel Vovelle o Pierre Vilar, ente otros. Fruto de esa tercera generación es la acuñación de la expresión Nouvelle Histoire (Nueva Historia), con el propósito de resaltar una nueva perspectiva historiográfica, basada en el análisis las representaciones colectivas y las estructuras mentales de las sociedades (“mentalidades”) en tiempos “largos”. 

La tercera generación de Annales va a tener como protagonista al estudio de las mentalidades, aunque no hay que pensar que vaya a ser la única, puesto que llegaron a investigarse muchos otros campos de la historia. La “historia de las mentalidades” suele presentarse como opuesta a la tradicional “historia de las ideas”, ya que la historia de las ideas se dedicó a la reconstrucción de los grandes sistemas de pensamiento, desde la perspectiva de las élites, es decir, el pensamiento de un filósofo importante es historia de las ideas, mientras que el sistema de creencias y supersticiones de la población general en Aragón o en Portugal en el siglo XVIII es historia de las mentalidades.
Así pues, la historia de las mentalidades reivindica la ampliación del ámbito de estudio abordando las creencias populares, la cosmovisión de una determinada época, la sensibilidad cultural o artística de las masas, o los conocimientos técnicos o científicos de una sociedad. Se interesa por los comportamientos, los gestos cotidianos, las emociones, las creencias populares, las estructuras ideológicas o los imaginarios sociales, entre muchos otros elementos posibles.

Este concepto de “mentalidades” alcanzó una gran difusión e importancia historiográfica durante los años 70 y 80 del siglo XX gracias a que la producción de esta tercera generación de Annales que se difundió por todo el planeta, ejerciendo una notable influencia sobre el conjunto de las ciencias sociales. 

Otro de los rasgos distintivos de esta generación de historiadores es la fascinación por la cuantificación y la estadística. La demografía histórica o la historia de la población es un buen ejemplo. Otorgan gran importancia a las fuentes que permiten una seriación y un análisis comparativo, en especial en períodos relativamente largos de tiempo. De ahí el gran interés por fuentes como los registros parroquiales o los protocolos notariales. De esta forma se pueden conseguir grandes estadísticas sobre nacimientos, defunciones, precios de cereales... etc. gracias al análisis de fuentes como los registros civiles o parroquiales, los datos sobre las recaudaciones de impuestos, los datos sobre el precio del trigo... etc., que era algo que prácticamente no se hacía (en Historia) hasta estos momentos. Estas largas seriaciones son importantísimas a la hora de analizar el tiempo de media duración o el tiempo de larga duración. 
Esta fascinación de ciertos historiadores con los datos cuantificables, llevó a un autor como Le Roy Ladurie a afirmar que “la historia que no es cuantificable no puede llamarse científica”, o que “el historiador del mañana será programador o no será nada”. 

Para cerrar esta parte vamos a citar a algunos historiadores de la tercera generación de Annales:
  • Robert Mandrou, quien investigó mucho sobre la cultura popular
  • Jacques Le Goff, quien trabajó la Edad Media y conceptos como el tiempo y el trabajo en dicha época.
  • Philippe Ariés, quien se centró en temas sociales como la vida de los niños y la vida familiar en el Antiguo Régimen.
  • Georges Duby, quien trabajó la Edad Media con la guerra y la situación de los campesinos, además de temas poco investigados como el amor en la edad Media… etc. Este fue un autor muy influenciado por Braudel y su concepto del tiempo de larga duración.
  • Michel Vovelle, quien investigó las ideologías y mentalidades
  • Pierre Nora
  • Marc Ferro, quien se centró en el cine e historia, siendo un pionero en el uso del cine como fuente histórica.
  • Pierre Villar centrado en la economía y demografía de sitios como Cataluña y su relación con Francia.


5. TEXTOS y CRÍTICA


*MARC BLOCH

“Los hechos históricos son, por esencia, hechos psicológicos. Es, pues, en otros hechos psicológicos donde hallan normalmente sus antecedentes. Sin duda los destinos humanos se insertan en el mundo físico y sufren su peso. Sin embargo, allí donde la intrusión de esas fuerzas exteriores parece más brutal, su acción sólo se ejerce orientada por el hombre y su espíritu. El virus de la peste negra fue la causa de la despoblación de Europa, pero la epidemia sólo se propagó tan rápidamente por ciertas condiciones sociales —es decir, en su naturaleza profunda, mentales— y sus efectos morales se explican únicamente por las predisposiciones particulares de la sensibilidad colectiva” (Marc Bloch, Introducción a la Historia [1941]. 

Cuando Marc Bloch habla de que los hechos históricos son a la vez hechos psicológicos, es porque pone en relación cosas que pueden no verse a simple vista. Por ejemplo, la peste se trata o se combate de una forma en la Edad Media, con unas condiciones de higiene, con unos métodos, con unas creencias… y esas creencias influyen en todo, por ejemplo en el daño que hace la peste. Por ejemplo, cuando los reunían a todos a rezar en una iglesia como método de combatir la peste, lo que conseguían era que se propagase más. Es por ello que la creencia está afectado a la propagación o reducción de la enfermedad. Habla de la mentalidad, el comportamiento es psicológico. Ejemplo actual lo tenemos hoy con el SIDA en África, cuando la mentalidad católica extremista provoca el rechazo a medios de protección como el condón, provocando la propagación del VIH en el continente africano.  


“Nos preguntábamos antes si existe una oposición de técnicas entre el conocimiento del pasado humano y el del presente (...) Evidentemente, el explorador de lo actual y el de épocas lejanas manejan, cada uno a su manera, las herramientas de que disponen; según los casos, uno u otro tiene ventajas: el primero toca la vida de una manera inmediata, más sensible; el segundo, en sus indagaciones, dispone de medios que, muchas veces, le son negados a aquél. Así, la disección de un cadáver, que descubre al biólogo muchos secretos que el estudio de un ser vivo le hubiese ocultado, calla acerca de muchos otros, de los que sólo el cuerpo vivo tiene la revelación. Pero cualquiera que sea la edad de la humanidad que el investigador estudie, los métodos de observación se hacen, casi con uniformidad, sobre rastros y son fundamentalmente los mismos. Iguales son, como vamos a ver, las reglas críticas a las que ha de obedecer la observación para ser fecunda (...)

“Nada más legítimo, nada más saludable muchas veces que centrar el estudio de una sociedad en uno de sus aspectos particulares, o aun mejor, en uno de esos problemas precisos que plantea tal o cual de estos aspectos: creencias, economía, estructura de las clases o de los grupos, crisis políticas... Por ese razonado escoger, los problemas no serán sólo más firmemente planteados, sino que, por lo general, habrá mayor claridad en los hechos de contacto y de intercambio a condición, tan sólo, de querer descubrirlos (...) (Introducción a la Historia [1941]. 

Bloch se opone a lo que planteaban a sus maestros, maestros que eran historicistas-positivistas, ya que plantea escoger el estudio de un problema, mientras que los historicistas decían que no había que estudiar ningún problema, sino escoger fuentes diplomática y sacar hechos de las fuentes. Con los positivistas no había planteamiento de problemas ni hipótesis, ahora a partir de Annales hay que plantearse un problema, sobre temas que antes incluso no interesaban (economía, creencias... etc.). En función del problema, buscas las fuentes que te permitan resolver el problema planteado. Es la forma de investigación que ha terminado calando a nuestros días.


“Porque la historia es en esencia, ciencia del cambio. Ella sabe y enseña que dos acontecimientos no se reproducen nunca exactamente del mismo modo, porque las condiciones nunca coinciden con exactitud. Sin duda ella reconoce, en la evolución humana, elementos que si bien no son permanentes, por lo menos sí son durables. Pero eso para confesar, al mismo tiempo, la variedad infinita de sus combinaciones. Sin duda ella admite, de una civilización a otra, ciertas repeticiones, si no punto por punto, por lo menos en líneas generales de desarrollo. No hace sino constatar, entonces, que en ambos casos las condiciones dominantes fueron semejantes. Ella puede intentar penetrar en el porvenir; y no es, creo, incapaz de lograrlo. Pero sus lecciones no dicen en absoluto que el pasado vuelva a empezar, que lo que fue ayer será mañana. Examinando cómo y por qué el ayer fue diferente a otro ayer, ella encuentra, en esta comparación, el modo de prever en qué sentido el mañana, a su vez, se opondrá al ayer. Sobre las hojas de investigación del historiador, las líneas cuyo trazo dictan los hechos transcurridos, jamás son líneas rectas; la historia no ve más que curvas, y son curvas, además, que por extrapolación ella se esfuerza por prolongar hacia lo incierto de los tiempos. Poco importa que la propia naturaleza de su objeto le impida modificar a su gusto los elementos de lo real, como en el caso de las ciencias experimentales. Para descubrir las relaciones que vinculan a las variaciones espontáneas de los factores aquéllas de los fenómenos, bastan, como instrumentos, la observación y el análisis. Así, ella obtiene las razones de las cosas y de sus mutaciones”. (La extraña derrota. 1940).

El texto de Bloch es una especie de contestación a Spengler. En este texto podemos resaltar una serie de ideas de Bloch, que son las siguientes:
  • Antes (y todavía hoy en día), se veía la historia como una evolución lineal, donde todas las sociedades pasaban por un mismo proceso y hechos. Bloch aquí dice que la historia nunca jamás se repite, y cuando parece que se repite es que solo simplemente se dan o se han cumplido condiciones semejantes o circunstancias semejantes, que como resultado muestran hechos semejantes, pero nunca iguales. 
  • Bloch usa las comparaciones para mostrar sus ideas, tal como hace en ciertas de sus obras donde él recurre a las comparaciones (como en su obra sobre los reyes taumatúrgicos). 
  • Como historiadores no podemos reproducir las situaciones (como si puede hacerlo un químico en un laboratorio), pero podemos coger varias situaciones o hechos históricos para compararlos, por lo que ese es nuestro "laboratorio" de investigación como historiadores. 
  • La historia para Bloch puede prever, y gracias a ella podemos anticiparnos a hechos que van a ocurrir (aunque no en el 100% de los casos). Ejemplo de ello es que si comparamos varias burbujas inmobiliarias a lo largo de la historia o en distintos países, podemos sacar en claro claves de su evolución y desarrollo y anticiparnos a otras burbujas. Aunque a veces pueden ocurrir excepciones, lo cierto es que este tipo de análisis históricos nos puede ser muy útil de cara al futuro, mostrando así la Historia una gran utilidad práctica. 


*LUCIEN FEVBRE

“‘La historia se hace con textos’. Fórmula célebre: todavía hoy no ha agotado su virtud. Que fue grande, claro. Sirvió de consigna y compromiso a los buenos trabajadores legítimamente orgullosos de su consciencia de eruditos, que luchaban contra obras fáciles y cobardes. Fórmula peligrosa si no se tiene cuidado con ella y que daba la impresión de querer tachar de falso, brutalmente, el movimiento general de las investigaciones humanas estrechamente solidarias (...)
Hay que enfrentarse, sin duda, con otra doctrina enseñada casi con tanta frecuencia. ‘El historiador no debe elegir los hechos ¿Con qué derecho, en nombre de qué principios, elegirlos? Elegir es la negación de la obra científica...’ Sin embargo, toda historia es elección.
Lo es porque existe el azar que aquí destruyó, allí salvaguardó los vestigios del pasado. Lo es porque existe el hombre: cuando los documentos abundan, abrevia, simplifica, hace hincapié en esto, relega aquello a un segundo término. Y lo es, principalmente, por el hecho de que el historiador crea sus materiales lo los recrea, si se quiere: el historiador no va rondando al azar a través del pasado, como un trapero en busca de despojos, sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipótesis de trabajo a verificar(...) Combates por la historia.

En este texto Lucien Fevbre comienza con un elogio a los historicistas-positivistas. Habla de que la historia se hace con textos, lo cual es una referencia a Langlois y Seignobos, y reconoce que hicieron grandes trabajos de erudición (como es el caso del "Corpus Inscriptorum Latinarum").
Tras un primer elogio, Fevbre pasa a la crítica del historicismo-positivismo, ya que afirma que hacer historia es elegir hechos y problemas (toda historia es elección, como dice en el texto), lo cual es subjetivo, y esto se cumple siempre, puesto que la objetividad no existe en la Historia (a pesar de lo que defendían los positivistas). Además, no tenemos datos de todo lo ocurrido en el pasado, por lo que el simple hecho de apoyarnos en los datos que ya tenemos convierte a la Historia en algo sesgado, y por lo tanto no objetivo.

También habla de que los historiadores deben apoyarse en otras ciencias y metodologías, ya que en el texto vemos como dice "investigaciones humanas estrechamente solidarias". Esto es una clara referencia a otras ciencias sociales con las que estaba en contacto con la historia: sociología, antropología, lingüística, estadística, química (análisis de isótopos para la arqueología)…etc. Estas otras ciencias deben ayudar a la Historia para hacerla más completa (en cambio los positivistas-historicistas rechazaban toda ayuda de otras ciencias).
Además Bloch termina haciendo una defensa de todo tipo de fuentes: para él todo es una fuente que puede ayudar en la comprensión de la Historia, mientras que para los positivistas tan solo las fuentes escritas de archivos diplomáticos tenían valor.


"No estimuléis a quienes, en apariencia modestos y desconfiados y en realidad pasivos y gregarios, amasan hechos para nada y después esperan con los brazos cruzados eternamente a que llegue el hombre capaz de ordenarlos. Hay en el terreno de la historia tantas piedras talladas por benévolos canteros y abandonadas después en el terreno... Si surgiera el arquitecto al que las piedras esperan sin ilusión me parece que se iría a construir a un lugar libre y desnudo, huyendo de esos campos sembrados de dispar sillería. Manipulaciones, invenciones: a un lado los peones, a otro lado los constructores. No. Para que no se pierda nada del trabajo humano, la invención tiene que realizarse en todas partes. Elaborar un hecho es construir. Es dar soluciones a un problema, si se quiere. Y si no hay problema no hay nada.
Son estas verdades que con demasiada frecuencia escapaban a demasiados historiadores. Educaban a sus discípulos en el santo temor a la hipótesis, considerada (por hombres que, por otra parte, tenían siempre en la boca las grandes palabras “método” y “verdad” científica) como el peor de los pecados contra lo que ellos llamaban Ciencia (...) La historia que se nos explicaba (...), la historia que se nos enseñaba a hacer no era, en realidad, más que una deificación del pasado. Pero rehusaba verlo —y decirlo—”. Combates por la historia.

En este texto Fevbre critica el método de investigación que tenían los positivistas-historicistas, que era el método que a él le habían inculcado en su juventud. Recordemos que ese método de trabajo era dividir en tres fases la investigación, con personas encargadas de recoger las fuentes, otras encargadas de organizarlas en monografías, y la última fase un/os eruditos encargados de redactar la obra final, siempre rechazando en este proceso el partir de una hipótesis o problema de investigación. Lucien se da cuenta que ese método deja muchísimos datos descriptivos, vacíos, pero que nadie venía a interpretarlos, por lo cual no era útil.
Así que alguien que vaya con buena perspectiva de la historia y quiera investigar bien, esas piezas sueltas de información recogidas según el método positivista, no les sirve, ya que los datos no están obtenidos a partir de un problema que quieres averiguar. Por ello Fevbre defiende partir de un problema o hipótesis y según tus necesidades buscar las fuentes que quieras.
Él reconoce que el trabajo del historiador necesita fuentes, interpretación… pero no debe independizarse este proceso nunca como hacían los positivistas (unos a reunir documentos, otros a pensar…), ya que el historiador debe pensar en todas las partes del proceso y trabajar todas las partes del proceso.


“Indudablemente la historia se hace con documentos escritos. Pero también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos escritos si éstos no existen. Con todo lo que el ingenio del historiador pueda permitirle utilizar para fabricar su miel, a falta de las flores usuales. Por tanto, con palabras. Con signos. Con paisajes y con tejas. Con formas de campo y malas hierbas. Con eclipses de luna y cabestros. Con exámenes periciales de piedras realizados por geólogos y análisis de espadas de metal realizados por químicos. En una palabra: con todo lo que siendo del hombre depende del hombre, sirve al hombre, expresa al hombre, significa la presencia, la actividad, los gustos y las formas de ser del hombre. ¿No consiste toda una parte y, sin duda, la más apasionante de nuestro trabajo como historiadores en un constante esfuerzo para hacer hablar a las cosas mudas, para hacerlas decir lo que no dicen por sí mismas sobre los hombres, sobre las sociedades que las han producido, y en constituir finalmente entre ellas esa amplia red de solidaridades y mutuos apoyos que suple la ausencia del documento escrito?”

En este texto Lucien apuesta claramente por la interacción entre ciencias, apuesta por la colaboración (interdisciplinariedad). Es una clara defensa de todo tipo de fuentes (arqueología, por eso dice "hacer hablar a las cosas mudas") y ciencias para analizar esas fuentes arqueológicas, culturales, etc.
Quiere ampliar las fuentes, y a todas las cosas que no son escritas, todo lo que pueda informar sobre la actividad humana (no solo fuentes escritas diplomáticas como defendían los metodistas positivistas).
Cuando él dice “hacer hablar a las cosas mudas”, se refiere que las cosas por si mismas no dicen nada, por ejemplo, una espada de la Edad del Bronce en sí misma no dice  nada, pero es el historiador el que tiene que preguntar (plantear una hipótesis) para hacerlas hablar a través del trabajo arqueológico, análisis histórico, análisis químico (en  el ejemplo de la espada sería para ver de lo que está compuesta la espada y de donde vienen esos metales), análisis de microdesgastes (ver qué usos se le dio a esa espada)... etc. En cambio los historicistas decían que las fuentes hablaban por ellas mismas, lo cual es una total mentira.


“La historia es ciencia del hombre; y también de los hechos, sí. Pero de los hechos humanos. La tarea del historiador: volver a encontrar a los hombres que han vivido los hechos y a los que, más tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en cada caso.
Y también los textos. Pero se trata de textos humanos. Las mismas palabras que los forman están repletas de sustancia humana. Todos tienen su historia, suenan de forma diferente según los tiempos e incluso si designan objetos materiales; sólo excepcionalmente significan realidad idénticas; cualidades iguales o equivalentes.
Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no solo los documentos de archivo (...) También un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimonios de una historia viva y humana, saturados de pensamiento y acción en potencia...”.

Aquí vemos la obsesión que tiene por la ampliación de fuentes para acceder al ser humano como conocimiento histórico. El documento es un medio para acceder al ser humano y comprender como piensa, como aprende… un poema expresa sentimientos, da una visión que el tratado no da. Además hace defensa de la historia oral cuando habla de "encontrar a los hombres que han vivido los hechos", también como forma de la Historia de las mentalidades, como hombres y mujeres entendían su mundo. 


“Plantear un problema es, precisamente, el comienzo y el final de toda historia. Sin problemas no hay historia. [...] Es cierto que hay problemas técnicos. Y problemas económicos. Pero el problema que cuenta para el futuro de la humanidad es el problema humano...”. (Lucien Fevbre, Combates por la historia [1953] Barcelona: Ariel, 1971).

Con los metodistas, el sujeto era el Estado, y adicionalmente los grandes hombres que lo hacían evolucionar. Ahora, para ellos el sujeto, y lo más importante son todos los hombres.



*FERNAND BRAUDEL

“El pasado está, pues, constituido, en una primera aprehensión, por esta masa de hechos menudos, los unos resplandecientes, los otros oscuros e indefinidamente repetidos; precisamente aquellos hechos con los que la microsociología o la sociometría forman en la actualidad su botín cotidiano (también existe una microhistoria). Pero esta masa no constituye toda la realidad, todo el espesor de la historia, sobre el que la reflexión científica puede trabajar a sus anchas. La ciencia social casi tiene horror del acontecimiento. No sin razón; el tiempo corto es la más caprichosa, la más engañosa de las duraciones.
Éste es el motivo de que exista entre nosotros, los historiadores, una fuerte desconfianza hacia una historia tradicional, llamada historia de los acontecimientos (...)

Aquí Braudel habla de los tres tiempos, y habla de que el tiempo de corta duración, que es el que únicamente usaban los positivistas, no sirve para hacer historia real, porque solo son un puñado de acontecimientos normales. Son estudiables los pequeños acontecimientos, pero no sirven en exclusiva para hacer historia. No se puede analizar la realidad a través de casos puntuales, necesitas series de casos puntuales ordenados para encontrar un patrón, como por ejemplo hacen los cuantitativistas, es decir, no te vale para nada saber que el precio del trigo era X en 1922, necesitas saber cómo era el precio del trigo en una sucesión de muchos años, de forma que puedas sacar series de datos para conocer la evolución de los precios (tiempo de media duración). 
Cuando habla en el texto de historia tradicional o de los acontecimientos, se refiere a la historia de los historicistas-positivistas.


La reciente ruptura con las formas tradicionales del siglo XIX no ha supuesto una ruptura total con el tiempo corto. Ha obrado, como es sabido, en provecho de la historia económica y social y en detrimento de la historia política. En consecuencia, se han producido una conmoción y una renovación innegables; han tenido lugar, inevitablemente, transformaciones metodológicas, desplazamientos de centros de interés con la entrada en escena de una historia cuantitativa que, con toda seguridad, no ha dicho aún su última palabra.
Pero, sobre todo, se ha producido una alteración del tiempo histórico tradicional. Un día, un año, podían parecerle a un historiador político de ayer medidas correctas. El tiempo no era sino una suma de días. Pero una curva de precios, una progresión demográfica, el movimiento de salarios, las variaciones de la tasa de interés, el estudio (más soñado que realizado) de la producción o un análisis riguroso de la circulación exigen medidas mucho más amplias.
Aparece un nuevo modo de relato histórico -cabe decir el «recitativo» de la coyuntura, del ciclo y hasta del «interciclo», que ofrece a nuestra elección una decena de años, un cuarto de siglo y, en última instancia, el medio siglo del ciclo clásico de Kondratieff (...)

En este texto vuelve a hablar de los tiempos, critica el tiempo corto (aunque no lo rechaza, es menos importante), y habla de que en Annales ha cambiado el enfoque de la Historia, centrándose más en la económica y social, lo cual rompía con el positivismo y su historia político-militar.
También habla de la cuantificación y seriación de datos para tener una visión de los tiempos medios, que es más útil que datos puntuales en el tiempo.
Desde fines del XIX los economistas, con estudios cuantitativos, vieron alzas y bajas de la economía capitalista. Estos ciclos de la economía capitalista se encuadran en el tiempo medio de Braudel.


Más allá de los ciclos y de los interciclos está lo que los economistas llaman, aunque no siempre lo estudien, la tendencia secular. Pero el tema sólo interesa a unos cuantos economistas; y sus consideraciones sobre las crisis estructurales, que no han soportado todavía la prueba de las verificaciones históricas, se presentan como unos esbozos o unas hipótesis apenas sumidos en el pasado reciente: hasta 1929 y como mucho hasta la década de 1870. Representan, sin embargo, una útil introducción a la historia de larga duración. Constituyen una primera llave.
La segunda, mucho más útil, es la palabra estructura. Buena o mala, es ella la que domina los problemas de larga duración. Los observadores de lo social entienden por estructura una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. Para nosotros los historiadores, una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura pero, más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar. Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su transcurrir. Otras, por el contrario, se desintegran más rápidamente. Pero todas ellas constituyen, al mismo tiempo, sostenes y obstáculos. En tanto que obstáculos, se presentan como límites (envolventes, en el sentido matemático) de los que el hombre y sus experiencias no pueden emanciparse. Piénsese en la dificultad de romper ciertos marcos geográficos, ciertas realidades biológicas, ciertos límites de productividad, y hasta determinadas coacciones espirituales: también los encuadramientos mentales representan prisiones de larga duración...”, “Histoire et Sciences sociales : La longue durée”, Annales ESC 13.4: 725-753. [edición: Braudel, F.: La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza, 1968, pp. 64-71. Trad. de J. Gómez Mendoza].

En este texto Braudel habla del tiempo de larga duración, de las estructuras que forman las sociedades y que tardan en cambiar muchísimos años. Braudel habla de que estas estructuras de tiempo largo son a la vez "sostenes y obstáculos". Por ejemplo, el modo de producción feudal era un sostén para la sociedad de su época, pero al mismo tiempo por su forma limitaba el progreso del capitalismo. Otro ejemplo es la Iglesia católica y las creencias cristianas, que es de tiempo largo, durante 2000 años ha estado ahí, y que sostiene en un sentido (la ideología cristiana va acompañada de un tipo de familia, ayuda a articular redes de caridad... etc.), pero en otro sentido obstaculiza, por ejemplo a la hora de la investigación científica y el problema de la "ética". 
No olvidemos que para Braudel la geografía pertenece al tiempo largo, por ejemplo, el Mediterráneo condiciona y da unas formas de vida a unas personas que son distintas de las formas de vida de un grupo de personas en el Ártico o en la selva africana, es el determinismo geográfico. 



*JACQUES LE GOFF

“Para el historiador de hoy mentalidad es aún algo nuevo y ya envilecido. Se habla mucho de historia de las mentalidades, pero se han dado pocos ejemplos convincentes (...) La primera atracción de la historia de las mentalidades está precisamente en su imprecisión, en su vocación por designar los residuos del análisis histórico, el no sé qué de la historia.
El historiador de las mentalidades se aproximará, pues, al etnólogo, intentando alcanzar como él el nivel más estable, más inmóvil de las sociedades (...) Del estudio de los ritos, las prácticas ceremoniales, el etnólogo se remonta hacia las creencias, los sistemas de valores. Próximo al etnólogo, el historiador de las mentalidades tiene que doblarse también de sociólogo. Su objeto, de buenas a primeras, es lo colectivo. La mentalidad de un individuo histórico, siquiera fuese la de un gran hombre, es justamente lo que tiene en común con otros hombres de su tiempo (...) 

Cuando Le Goff habla de los “residuos” se refiere a las partes de la historia que no le había interesado a los grandes historiadores del pasado. 
El etnólogo o sociólogo, tiene su objeto de estudio presente, pero los historiadores no es igual, no lo tienen presentes estos objetos de estudio en muchos casos, puesto que las personas no están vivas (si estudiamos la mentalidad en el siglo XVII el historiador no dispone de personas de ese siglo para preguntar).
A Le Goff le interesan las estructuras mentales que comparten todos los seres humanos de un tiempo, por ejemplo, la mentalidad que compartan un rey en la Edad Media  con hasta el mozo de puerto o campesino, por ejemplo una superstición, o una forma de ver el matrimonio, etc. 


El nivel de la historia de las mentalidades es el de lo cotidiano y de lo automático, lo que escapa a los sujetos individuales de la historia porque es revelador del contenido impersonal de su pensamiento, es lo que César y el último de sus soldados, san Luis y los campesinos de sus tierras, Cristóbal Colón y el marino de sus carabelas tienen en común. La historia de las mentalidades es a la historia de las ideas lo que la historia de la cultura material es a la historia económica (...)
La historia de las mentalidades tiene que distinguirse de la historia de las ideas contra la cual también en parte nació. No son las ideas de santo Tomás de Aquino o de san Buenaventura las que dirigieron los espíritus a partir del siglo XIII, sino nebulosas mentales en las que ecos deformados de sus doctrinas... (...) 
La historia de las mentalidades no puede hacerse sin estar estrechamente ligada a la historia de los sistemas culturales, sistemas de creencias, de valores, de equipamiento intelectual en el seno de las cuales se elaboran, han vivido y evolucionado (...)”. Le Goff, J.: “La historia de las mentalidades: una historia ambigua”, en J. Le Goff y P. Nora: Hacer la Historia. Ed. Laia, vol. III, 1989 [orig. 1974].

Habla de que hay que diferenciar la Historia de las Ideas, que es más concreta, que son grandes ideas pensadas por ciertas personas, de la Historia de las Mentalidades. Por ejemplo, las ideas de Tomás de Aquino sobre la muerte, pertenece a la historia de las ideas, pero cómo se comportaban las personas en la península Ibérica a raíz del fallecimiento de alguien, la superstición, los rituales, etc., eso pertenece a la historia de las mentalidades, ya que la percepción de la muerte es algo que tenemos en común.
Las fuentes para la historia de las mentalidades son difíciles de conseguir. Por ejemplo, hoy en día la semana santa malagueña pertenece a la cultura, pero hay diferencia entre quien saca tronos por religiosidad, quien saca tronos por simple moda, quien lo hace por otra cosa… pero cuando queremos ver este tipo de cosas hace 1000 años, o hace 2000, no tenemos fuentes exactas para saber cómo pensaban. Es casi imposible de ver en el pasado, que no tiene fuentes adecuadas para ello. 


La reacción de los hombres del siglo XIV frente a la peste, castigo divino, se nutre de la lección secular e inconsciente de los pensadores cristianos, de san Agustín a santo Tomás de Aquino, se explica por el sistema de ecuación enfermedad=pecado establecida por los clérigos de la alta Edad Media, pero olvida todas las articulaciones lógicas, todas las sutilidades de raciocinio para no preservar más que el molde grosero de la idea. Así el utensilio de todos los días, el vestido del pobre deriva de modelos prestigiosos creados por los movimientos superficiales de la economía, de la moda y el gusto. Es ahí donde se capta el estilo de una época, en la profundidades de lo cotidiano (...)

· De san Agustín a Santo Tomás, hay toda una elaborada ecuación que vincula a la enfermedad con el pecado. En estos pensadores es una teoría muy elaborada, pero en las clases populares, estas disquisiciones del plano de las ideas se pierde, y queda “estoy enfermo he pecado”.
No le interesa el vestido de María Antonieta, le interesa el vestido de la gente normal, pero ¿de dónde viene? De las clases altas, son imitaciones muy degradadas de los modelos de la élite. Es como el concepto pecado enfermedad que vimos antes. Realmente no es así, porque hoy si funciona en aquella época no tanto.


“III. La práctica de la historia de las mentalidades y sus trampas. Hombre de oficio, el historiador busca primero sus materiales. ¿Dónde están los de la historia de las mentalidades?
Hacer historia de las mentalidades es, ante todo, operar una cierta lectura de un documento, sea cual sea. Todo es fuente, para el historiador de las mentalidades. He aquí un documento de índole administrativa y fiscal, un registro de los ingresos reales en el siglo XIII o XIV. ¿Cuáles son las rúbricas, qué visión del poder y la administración reflejan, qué actitud frente al número revelan los procedimientos de cuenta? Aquí tenemos el mobiliario de una tumba del siglo VII: objetos de atavío (aguja, anillo, hebilla de cinturón), monedas de plata, entre ellas una pieza colocada en la boca del muerto en el momento de la inhumación, armas (hacha, espada, lanza, cuchillo), un paquete de utensilios (martillos, pinzas, limas, tijeras, barrena, gubia, etc.). Estos ritos funerarios nos informan sobre las creencias (rito pagano del óbolo de Caronte, transportador del más allá), sobre la actitud de la sociedad merovingia frente a un artesano revestido con un prestigio casi sagrado: el herrero‐orfebre (que es también guerrero), forjador y manejador de espada (…)”

En este texto vemos como Le Goff explica que todo lo que es vivido por la gente, es susceptible de reflejar lo que la gente siente por ello, por lo tanto es útil para construir Historia de las Mentalidades. 
Lo que una persona hace de manera automática (ya sea material o no), no pone su personalidad en ello, sino que refleja los patrones colectivos, por ejemplo, a la hora de escribir una carta en la antigüedad, había una formalidad brutal a los superiores, hoy en día al escribir una carta (o e-mail) el trato es más simple, no hay tanta formalidad, eso indica nuestro cambio en la percepción del poder o en el trato a un superior, y eso es cambio en la mentalidad.
Las representaciones mentales del conjunto de la sociedad respecto a un tema determinado (muerte, amor…), es Historia de las Mentalidades. Todo lo que nos diferencia personalmente, NO es historia de las mentalidades, es historia de las mentalidades todas las creencias o comportamientos colectivos de un grupo o sociedad.  


“Pero la historia de las mentalidades tiene sus fuentes privilegiadas, las que, más y mejor que otras, introducen a la psicología colectiva de las sociedades. Su inventario es una de las primeras labores del historiador de las mentalidades.
Están primero los documentos que atestiguan estos sentimientos, estos comportamientos paroxísticos o marginales que, por su separación, aclaran la mentalidad común. Por no salir de la Edad Media, la hagiografía pone de manifiesto estructuras mentales de base: la permeabilidad entre el mundo sensible y el mundo sobrenatural, la identidad de naturaleza entre lo corporal y lo psíquico —de ahí la posibilidad del milagro y, más generalmente, de lo maravilloso—. La marginalidad del santo —reveladora del fondo de las cosas— tiene por corolario la marginalidad ejemplar también de los diabólicos: posesos, herejes, criminales. De ahí el carácter de documento privilegiado de todo cuanto da acceso a estos testigos: confesiones de herejes y procesos de inquisición, cartas de remisión otorgadas a criminales que detallan sus entuertos, documentos judiciales y más generalmente monumentos de la represión.
Otra categoría de fuentes privilegiadas para la historia de las mentalidades, la constituyen los documentos literarios y artísticos. Historia, no de los fenómenos «objetivos», sino de la representación de estos fenómenos, la historia de las mentalidades se alimenta naturalmente de los documentos de lo imaginario (…)”

Le Goff define la historia de las mentalidades: “historia, no de los fenómenos objetivos, sino de la representación de estos fenómenos”. Como el ejemplo que el usa del santo, en la actualidad  tenemos otro ejemplo claro: si cogemos la figura a Cristiano Ronaldo, no como deportista, sino como estrella mediática, vemos como de esa figura mediática se pueden extraer ciertos valores y mentalidades: valor y culto al materialismo, culto al cuerpo por encima de la inteligencia... etc. 


“En este camino se revela uno de los intereses de la historia de las mentalidades: las posibilidades que ofrece a la psicología histórica de vincularse a otra gran corriente de la investigación histórica hoy: la historia cuantitativa. Ciencia en apariencia de lo móvil y lo matizado, la historia de las mentalidades puede, por el contrario, con ciertas adaptaciones, utilizar los métodos cuantitativos puestos a punto por los psicólogos sociales (…)”
“Además de sus lazos con la etnología, la historia de las mentalidades podrá disponer de otro gran arsenal de las ciencias humanas actuales: los métodos estructuralistas. ¿No es la mentalidad una estructura?”
Le Goff, J.: “La historia de las mentalidades: una historia ambigua”, en J. Le Goff y P. Nora: Hacer la Historia. Ed. Laia, vol. III, 1989 [orig. 1974].

La historia cuantitativa conecta con la de las mentalidades, aunque pueda parecer que no tienen nada que ver, en realidad si tienen mucho que ayudarse. Por ejemplo, si analizamos cuantitativamente muchísimas declaraciones de la renta, puedes obtener datos sobre la mentalidad de una sociedad en un momento determinado respecto a la propiedad, el alquiler, a quien deja el dinero una persona si a la iglesia o a una ONG… etc.
También en estos textos nos recuerda Le Goff que la mentalidad es una estructura, y por lo tanto a la hora de trabajar las mentalidades hay que hacerlo teniendo en cuenta métodos para investigar las estructuras. 



*PHILIPPE ARIÉS

“Varias series numéricas en la larga duración hicieron aparecer modelos de comportamiento que de otro modo eran inaccesibles y clandestinos. Así, las mentalidades surgían al término de un análisis de las estadísticas demográficas (...). La Historia de las Mentalidades renacía así por segunda vez gracias a la demografía histórica”. 
(“La historia de las mentalidades”, en J. Le Goff, R. Chartier y J. Revel (dirs.): La nueva historia. Bilbao, 1988, pp. 466-467).

Ariés nos muestra que gracias al estudio de series cuantificables demográficas como partidas de nacimiento, enlaces matrimoniales... (tiempo medio), se podía conseguir información sobre la mentalidad de una época y sitio, ya que se observarían mayor o menor número de divorcios, mayor o menos número de nacimientos, etc., y relacionarlo con datos económicos y culturales o políticos. Por ejemplo, en caso de países de África central donde tienen muchos hijos, o el caso del babyboom en España en los años 60 cuando el optimismo y el crecimiento económico iba vinculado a tener familia como algo positivo.
Cuando la natalidad cayó, también se pueden obtener ciertas informaciones relativa a las mentalidades, por ejemplo, cuando la mujer adoptaba un rol de control de su propia natalidad con anticonceptivos. En resumen, nos quiere enseñar que los datos cuantitativos tienen mucho que ver con historia de las mentalidades. 



*E. LE ROY LADURIE

“La historia que no es cuantificable no puede llamarse científica”. 
“(la cuantificación) ha condenado virtualmente a muerte la historia narrativa de acontecimientos y la biografía individual”.
“El historiador del mañana será programador (de computadoras) o no será nada”. 

Aquí seleccionamos estas afirmaciones de Le Roy Ladurie porque son afirmaciones que estaban equivocadas, ya que hay mucha historia que no es cuantificable pero es científica en cuanto a método de investigación. Tampoco han dejado de existir las obras de Historia Narrativa, ni hay que programar hoy en día para ser historiador. Precisamente él mismo se contradecirá, ya que se aburrirá de la Hª cuantitativa y hará de nuevo historia narrativa, cuando años anteriores había advertido que la historia narrativa estaba condenada a desaparecer. 


¡Feliz Domingo! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
21/Mayo/2017

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