HISTORIOGRAFÍA ACTUAL. Nuevas formas de la Historia: mujeres, postcolonialismo, cultural y microhistoria

Las nuevas tendencias del narrativismo, el relativismo y la apuesta por la interdisciplinariedad se fueron concretando, poco a poco, en nuevos gustos temáticos y en el desarrollo de nuevas metodologías en el campo de la historiografía. Aunque hubo (y hay) muchas aproximaciones a la Historia tras la ruptura con los grandes modelos historiográficos, nosotros vamos a ver las más relevantes, con visión general de lo que se está haciendo.


1. La microhistoria


Una de las nuevas corrientes más representativas de las últimas décadas del siglo XX es la microhistoria. Es de las tendencias nuevas surgidas, la que antes empieza (en los años 70). 

La microhistoria se inscribe en el marco de la historia social (mucha influencia del maxismo). El hito al que se suele asociar su surgimiento es la publicación, en 1976, del libro “Il Formaggio e i Vermi” (El queso y los gusanos), por el italiano Carlo Ginzburg
Es en Italia donde la microhistoria tiene un especial desarrollo, con autores como Giovanni Levi o Carlo Poni, junto al propio Ginzburg. Los artículos en los que se reflejaban esas inquietudes de los adalides de la microhistoria fueron apareciendo en la revista Quaderni Storici (al igual en Annales es referencia en Francia, pues la revista Quaderni Storici es la revista de referencia para microhistoriadores).

En esencia, la microhistoria consiste en la “reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental” (Giovanni Levi). Todo ello bajo el supuesto de que “la mirada cercana permite atrapar cualquier cosa que escapa a la visión de conjunto” (reducción de la escala de observación). Es todo lo contrario a la historia cuantitativa. Según Carlo Ginzburg dicha observación es un correctivo imprescindible para matizar las grandes construcciones históricas abstractas, cuantitativas, y de protagonistas masivos y anónimos. Si el historiador reduce su escala de observación puede aprehender realidades significativas que de otra manera le pasarían inadvertidas en el dato promedio.

Otra de las características de la microhistoria es el trasfondo marxista de algunos de sus máximos representantes, con un especial interés (heredado de Gramsci) por los conceptos de dominación social y cultural, y un interés preferente por colectivos dominados y marginados, son las llamadas “clases subalternas” (ejemplo dentro del proletariado, hay mujeres dominadas por hombres… indígenas por colonos… que no puede meterse por igual en una misma categoría). 
Desde estos presupuestos, lo que les interesa es el margen de maniobra y de libertad, las estrategias seguidas por los individuos o los pequeños grupos familiares u otros, en el seno de las grandes estructuras económicas, sociales y culturales (esto ahora se llama “agencia”, como cierto grado de libertad para en un marco histórico negociar alternativas de funcionamiento). Vamos a ver más ejemplos:
  1. En la obra de Ginzburg Il Formaggio e i Vermi (El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI”. 1976), Carlo Ginzburg extrae hasta la última posibilidad de la documentación del proceso inquisitorial aplicado a un excéntrico molinero de Friuli (ciudad italiana) llamado Menocchio en el siglo XVI. Para su autor, la historia del proceso inquisitorial contra este molinero herético informaba y aportaba muchos más datos sobre la sociedad y cultura renacentista en Italia que las historias sociales que se limitaban a elaborar largas series de datos cuantificables.
  2. Otros hitos de la microstoria italiana son La herencia inmaterial (1985), de Giovanni Levi, sobre un exorcista en el Piamonte del siglo XVII, escrita con un gran bagaje de trabajo sobre el mercado de la tierra. (Documentación obtenida también de archivos de la inquisición). 
  3. ¿Quién rompió las rejas de Montelupo? (1977), es una obra de Carlo M. Cipolla, donde llega a extremos propios de la novela policíaca, en el trasfondo de la amenaza de la peste y las medidas propuestas por la sanidad pública y por la Iglesia.
Pero también pueden encontrarse tratamientos precedentes, de carácter microhistórico, fuera de Italia, como en El Domingo de Bouvines de Georges Duby (1973), en el Montaillou de Emmanuel Le Roy Ladurie (1975), o en El regreso de Martin Guerre, de Natalie Zemon Davis (1983), etc.


2. La nueva historia cultural y su base antropológica


La historia de la cultura se concibió tradicionalmente como el estudio de las “manifestaciones del espíritu humano” a lo largo del tiempo. Ya desde muy muy temprano la cultura fue un tema que interesó a ciertos historiadores, la prueba de ello es que tenemos hitos en el desarrollo historiográfico de la historia de la cultura en el siglo XIX y a principios del XX, como fueron las obras de:
  • La cultura del Renacimiento en Italia (1860), de Jacob Burkhardt 
  • El otoño de la Edad Media (1919) de Johan Huizinga. 
No obstante, la historiografía rankeana de la época y la primacía de los temas políticos y diplomáticos no contribuyeron al interés por la histórica cultural, que quedó muy marginada a causa del historicismo-positivismo imperante.
Tras la década de los 30 del siglo XX crecieron los intentos por escribir una historia social de la cultura, encabezados por marxistas como Georg Lukács o su discípulo Arnold Hauser, o por los marxistas culturalistas que desarrollaron sus trabajos tras la Segunda Guerra Mundial. Es entonces cuando comienza a estudiarse la llamada “cultura popular”, por parte de autores como el británico E. P. Thompson.

La denominada crisis de los paradigmas (fines setenta, principio de los ochenta), entendida como el cuestionamiento de los grandes referentes de la historia explicativa de las estructuras y de los grandes procesos, ha desplazado el centro de interés hacia ámbitos como el de la historia cultural, que adquiere sentido en sí misma y no como categoría dependiente de otros niveles de análisis (social, económico... . Hasta la crisis de los grandes paradigmas, la historia de la cultura era secundaria, se enfocase como se enfocase, la historia de la cultura complementaba un trabajo sobre historia económica, o sobre historia social o política, etc., pero en ningún momento era una historia independiente. Pues a partir de la crisis de los grandes paradigmas ya no se considera a la cultura como el tema complementario de otra explicación, sino que la cultura se convierte en el tema principal. 

En el desarrollo de la llamada “nueva historia cultural” ha tenido una enorme ascendencia la Antropología. Entre los autores más influyentes destaca Clifford Geertz, máximo representante de la llamada antropología simbólica, y su técnica de la “descripción densa” (thick description). 
La cultura, según la define Geertz en su famoso libro La interpretación de las culturas (1973) es “un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medio del cual los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida”. 
La cultura es como el lenguaje, el sistema de significados, que permiten que nos movamos en la sociedad de una manera articulada. Se busca entender a cada cultura en su contexto, cada cultura y contexto tiene sus leyes. 
Partiendo de la convicción de que la comprensión total de los hechos sociales no es posible, el papel de los antropólogos es intentar interpretar los símbolos clave de cada cultura: esto sería la “descripción densa”. Ejemplo, un símbolo de nuestra sociedad capitalista, es el dinero. Puerto Banús sería un sitio de estudio de estudio antropológico, es uno de los estándares simbólicos de nuestra sociedad. Geertz por ejemplo estudia la pelea de gallos en Bali, y a través de la pelea de gallos, estudia bastantes de los elementos clave de la sociedad balinesa.
Geertz sostenía que para estudiar la cultura desde un punto de vista antropológico es imposible aplicar una ley o una teoría determinada. No hay dos elementos comunes en dos sociedades distintas, por eso hay que estudiar las sociedades per se, una por una. La única manera por tanto de estudiar las conductas humanas es dentro del contexto cultural al cual pertenecen, a través de la observación del investigador
Las manifestaciones de cada cultura, según Geertz, deben ser estudiadas “capa por capa”, desde la más externa, aquella en donde los símbolos culturales se manifiestan de manera más clara, hasta la capa más profunda, donde se encuentra la matriz de estos símbolos cuyo significado es preciso hallar. 
El análisis de la cultura desde la antropología no consistiría en “una ciencia experimental en busca de leyes, sino en una ciencia interpretativa en busca de significaciones” (Geertz 1992). Para la Historia se aplicaría lo mismo: sería una ciencia interpretativa.


El ámbito de la “nueva historia cultural” es extraordinariamente amplio, y bajo esta etiqueta cabría abarcar buena parte de las líneas de investigación que se vienen desarrollando hasta el presente. Es difícil concretar una definición unívoca del concepto, pero sí cabe plantear una serie de elementos unificadores en la llamada "nueva historia cultural":
  • Su objetivo central es la interpretación de la realidad social construida por los sujetos (no por masas), por lo que se presta atención al individuo. Se pone el punto de mira en lo que la gente Hace, no en lo que la gente piensa (ya que si prestara atención a lo que la gente piensa estaríamos hablando de mentalidades), ya que las acciones no se piensan. A través de sus prácticas culturales, discursos, acciones simbólicas y representaciones (por ejemplo un graffitie, o un Velázquez, interesan porque son una representación, no por su calidad de arte). 
  • La cultura es considerada como un sistema coherente de símbolos y significados, que deben ser descifrados por el historiador. Frente a la historia social de la cultura, ahora se pretende realizar una historia cultural de la sociedad. Si un antropólogo tiene problemas para interpretar el significado de una sociedad actual, imaginad el problema para un historiador para interpretar algo que ocurrió hace 3000 años.
  • El “retorno al sujeto”, frente a la historia analítica y cuantitativa de las estructuras y de los procesos sociales, interesa la historia de lo singular. Se atiende a las agencias individuales y de pequeños grupos y colectivos, en dependencia del interés por el sentido de la experiencia vivida.
  • Se parte de la convicción de que no existen instituciones o culturas atemporales, ahistóricas. Siempre deben ser estudiadas a la luz de un tiempo y un espacio determinados. Siempre hay que situar los textos, los gestos, las imágenes... en su contexto.
  • Apuesta por el estilo narrativo. 
  • Interés en los procesos de construcción de la identidad colectiva, en los intereses compartidos por grupos sociales y las dinámicas del poder y dominación. 

Dos casos de nueva historia cultural: entre los representantes más destacados de la nueva historia cultural cabe mencionar al francés Roger Chartier o al británico Peter Burke
Chartier, inscrito en la tradición de la corriente de Annales (cuarta generación), se ha especializado en la historia de la cultura escrita en la Europa Moderna, tratando de entender cómo los hombres y mujeres del pasado construyeron el sentido de los textos que leyeron o escucharon. 

Peter Burke, en un panorama dominado por los estudios socio-económicos, hizo una apuesta por una nueva forma de historia cultural que destacara los préstamos más que las hegemonías. Entre su enorme producción destacan estas obras: 
  • La cultura popular en la Europa moderna (1990). 
  • El Renacimiento italiano: cultura y sociedad en Italia (1993). 
  • Formas de historia cultural (2000) o Hibridismo cultural (2010). 
Su obra se caracteriza por intentar abarcar de manera total y coherente la cultura europea, en tanto que conjunto de conexiones, fusiones y sincretismos entre diferentes tradiciones y dimensiones culturales. Burke incide en la diversidad y pluralidad de las formas culturales y en sus dinámicas de encuentro y desencuentro, tanto en el seno de las propias sociedades europeas como en los procesos de contacto con otros mundos y culturas. 
Por ejemplo, al estudiar la cultura popular en la Europa moderna, Burke interpreta la cultura como una construcción social, resultado de un proceso histórico dinámico y cambiante, caracterizado por la interpretación y reinterpretación que los individuos hacen del sistema de significados, actitudes y valores
Plantea que en la Europa moderna existieron distintas tradiciones culturales: La “gran tradición” cultural, que era el sistema de prácticas, significados y valores en el cual se movían los miembros de la elite minoritaria, caracterizada por la práctica de la lectura y la escritura, y el uso del latín. Escuelas y universidades eran sus lugares de conservación y transmisión. 
Por su parte, la “pequeña tradición”, desvinculada de lo escrito, era fundamentalmente oral y visual, y se transmitía en las prácticas de la vida cotidiana, a través de mecanismos informales como fiestas, espectáculos, imágenes religiosas, etc.; en lugares públicos y abiertos, como plazas, iglesias, tabernas.... A su vez, en este segundo ámbito podría distinguirse tradiciones culturales urbanas o rurales, e integrar tantas subculturas como grupos conformaban las clases populares.
La élite cultivada no sólo participaría de la gran tradición sino que también compartían símbolos y significados de la pequeña tradición, mientras que a los grupos populares les era imposible acceder a la gran tradición cultural. Ambas tradiciones interactuaban y se influían constantemente, lo que posibilitaba el proceso de modificación y transformación de los significados, de los valores y de las actitudes. 


3. Historia Postcolonial 


¿Qué es la Historia Postcolonial? Pues bien, al igual que vimos con el postmodernismo, en el caso del postcolonialismo hay unos enfoques postcoloniales, una forma de pensar postcolonial, pero no hay historiadores postcoloniales. Las aproximaciones postcoloniales constituyen un área de estudio reciente que centra su interés en las culturas y pueblos afectados por el dominio imperialista moderno y contemporáneo. La teoría y la crítica postcolonial están muy vinculadas al giro lingüístico y al postmodernismo y, de hecho, se originan y tienen especial desarrollo en el ámbito de la crítica literaria, antes que en el de la historia. Su pleno desarrollo coincide con el auge del “giro lingüístico” y con la crisis de los grandes paradigmas historiográficos. Su enfoque engloba múltiples campos; entre ellos: 
  • La manera en que las élites de las potencias coloniales percibieron sus colonias y, en general, el conocimiento que se construyó en torno a ellas, con especial atención a la representación del colonizado, es decir, “del otro”.
  • Cómo este conocimiento sirvió a los colonialistas para legitimar y justificar la hegemonía y dominación imperialistas. 
  • El desarrollo de procesos de resistencia por parte de las comunidades objeto de la dominación colonial y el desarrollo, tras la obtención de la independencia política, de nuevas identidades nacionales.
El enfoque postcolonial constituye una crítica integral de la perspectiva colonizadora e imperialista mediante la revisión de los discursos y el conocimiento generados sobre las colonias y la interpretación de la relación colonizador-colonizado. Sus críticas y análisis se han centrado en las relaciones de poder y hegemonía, en los modos en los que estas relaciones se construyen, en cómo se representan a través de discursos, símbolos, textos y culturas materiales. 

Los pensadores y críticos poscoloniales persiguen, a través de su crítica, la “descolonización” del mundo actual. La descolonización no se dirige tan solo contra espacios y relaciones económicas y políticas, sino específicamente se persigue la descolonización intelectual del pensamiento moderno occidental: “descolonizar el saber”.
La historiografía poscolonial tiene una genealogía compleja en la que se cruzan pensadores marxistas como Gramsci o teóricos posmodernos como Foucault interesados en nuevas formas de entender la construcción y la negociación del poder. A ellos se suman activistas africanos, asiáticos y latinoamericanos partícipes en las luchas anti–imperialistas y anti–coloniales y élites intelectuales asiáticas y africanas afincadas en universidades occidentales: principalmente, Edward Said, Homi Bhabha y Gayatri Spivak, tres académicos conocidos como la “santa trinidad” del pensamiento poscolonial.

El poscolonialismo lejos de ser un pensamiento monolítico, se caracteriza por la multiplicidad e incluso por la disparidad de sus propuestas. Todas ellas, sin embargo, coinciden en la búsqueda de nuevas formas de pensar las relaciones entre colonos y colonizados que rompan con los discursos y las representaciones occidentales de la historia que sitúa a los pueblos y las gentes colonizadas en una posición de inferioridad histórica y política. 
Las construcciones históricas realizadas desde los paradigmas coloniales niegan las agencias y las voces de otros grupos social, económica, política y/o culturalmente subordinados, conocidos en la literatura poscolonial como subalternos. Este término, tomado de los escritos de Gramsci, se aplica a grupos que han sido tradicionalmente marginados en las narrativas históricas, como indígenas, asalariados, campesinos, esclavos, mujeres o niños.
El enfoque poscolonial propone generar historias alternativas que no atiendan exclusivamente a la voz y a la memoria de las élites, y que presten atención a las comunidades indígenas, dejando de percibirlas como simples víctimas pasivas de la explotación colonial, para otorgarles un papel activo en la construcción de las relaciones y de las culturas coloniales.


4. Historia de las mujeres


Las mujeres han sido las grandes olvidadas por parte del pensamiento historiográfico occidental. Durante mucho tiempo la historia ha sido escrita casi exclusivamente por hombres y sobre las actividades de los hombres, en la esfera pública: guerras, política, diplomacia, administración... Las mujeres han sido sistemáticamente excluidas de los discursos y, cuando aparecían, lo hacían habitualmente representadas en roles prototípicos, en los papeles de esposas, madres, hijas o amantes. Su aparición en la historia lo ha sido en calidad de elemento “subalterno” y secundario, cuando no inexistente.
La “historia de las mujeres” ha venido a cubrir este enorme vacío. Constituye el estudio del papel que las mujeres han jugado en la historia. Incluye la historia de la lucha por los derechos de las mujeres, el estudio de mujeres singulares con un papel histórico relevante, o el estudio que ciertos procesos históricos han tenido específicamente en las mujeres

Los centros principales de desarrollo de la historia de las mujeres fueron EEUU y Gran Bretaña, bajo el liderazgo de autoras feministas de la llamada “segunda ola”, influidas por las nuevas aproximaciones promovidas por la historia social. El activismo en la liberación de la mujer llevó a aparejado la construcción de una nueva historia sobre las mujeres.
La historia de las mujeres abrió las puertas en la historiografía al desarrollo de la llamada “historia de género”. Ambos campos de análisis y estudio fueron acompañados de una intensa revisión epistemológica y metodológica.

Sin duda alguna, los trabajos de Joan W. Scott constituyen un referente fundamental en los estudios de historia de las mujeres, con la publicación, en 1986, del artículo “Gender: a useful category for historical analysis”, en la American Historical Review. Para Scott el “género” (gender) es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y, por ello, una forma primaria de relaciones significantes de poder. 
En esta línea, autoras, como Carmen Ramos Escandón entienden el género como la “construcción histórico-social de la diferencia sexual” y señalan la necesidad de enfocar las diferencias entre los géneros como una elaboración histórica que adscribe roles determinados a hombres y mujeres con base en sus diferencias biológicas. El género depende, por tanto, del contexto social, del tiempo y el momento histórico al que pertenece la persona. Esto explicaría el porqué de la frase de Simone de Beauvoir: “no se nace mujer, sino que se hace mujer”.

Gracias al auge del movimiento feminista en los países industrializados, la historia de la mujer ha experimentado un espectacular desarrollo en las últimas cuatro décadas, llegando a constituir una esfera propia en el ámbito de la historia.
La historia de la mujer se ha movido entre la reflexión historiográfica y la realización de estudios. Entre estos podemos encontrar un buen número de trabajos que se enmarcan entre dos extremos; estudios realizados desde el feminismo militante más radical y excluyente, frente a análisis que simplemente sustituyen el “objeto histórico”, situando en primer plano una figura histórica femenina relevante.


5. TEXTOS Y CRÍTICA


* CARLO GINZBURG

“... La escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas del pasado es fundamentalmente el primer obstáculo, aunque no el único, con que tropiezan las investigaciones históricas. No obstante, es una regla con excepciones. Este libro narra la historia de un molinero friulano —Domenico Scandella, conocido por Menocchio— muerto en la hoguera por orden del Santo Oficio tras una vida transcurrida en el más completo anonimato.
    Los expedientes de los dos procesos en que se vio encartado a quince años de distancia nos facilitan una elocuente panorámica de sus ideas y sentimientos, de sus fantasías y aspiraciones. Otros documentos nos aportan información sobre sus actividades económicas y la vida de sus hijos. Incluso disponemos de páginas autógrafas y de una lista parcial de sus lecturas (sabía, en efecto, leer y escribir). Cierto que nos gustaría saber otras muchas cosas sobre Menocchio, pero con los datos disponibles ya podemos reconstruir un fragmento de lo que se ha dado en llamar «cultura de las clases subalternas» o «cultura popular» (...)

Se ve claramente que es un autor de fondo marxista, ya que le interesan las clases dominadas (llamadas subalternas). Los estudios cuantitativos intentaban sacar datos sobre estas clases dominadas, pero no era tan fácil como acudir a las vidas personales de ciertos individuos de clases marginales. 
A Ginzburg le interesa la cultura popular, además en los años 70 (cuando él escribe esta obra) era época en la que el pensamiento marxista es el referente en la cultura popular, mientras que la alta cultura (de las élites) se pensaba que era cultura perteneciente a la clase dominante. 


"Antes de examinar en qué medida las confesiones de Menocchio nos ayudan a precisar el problema, es justo preguntarse qué relevancia pueden tener, en general, las ideas y creencias de un individuo de su nivel social considerado aisladamente. En un momento en que hay equipos enteros de investigadores que emprenden ambiciosas empresas de historia cuantitativa de las ideas o de historia religiosa seriada, proponer una indagación lineal sobre un molinero puede parecer paradójico y absurdo: casi un retorno al telar manual en la época del telar automático. Es sintomático que la viabilidad de una investigación de este tipo haya sido descartada de antemano por los que, como F. Furet, sostienen que la reintegración de las clases inferiores en la historia sólo es posible bajo el epígrafe «del número y del anonimato», a través de la demografía y la sociología, de «el estudio cuantitativo de la sociedad del pasado». Con semejante aserto por parte de los historiadores, las clases inferiores quedarían condenadas al «silencio».
        Pero si la documentación nos ofrece la posibilidad de reconstruir no sólo masas diversas, sino personalidades individuales, sería absurdo rechazarla. Ampliar hacia abajo la noción histórica de «individuo» no es objetivo de poca monta. Existe ciertamente el riesgo de caer en la anécdota, en la vilipendiada histoire événementielle (que no es sólo, ni necesariamente, historia política). Pero no es un riesgo insalvable. En algunos estudios biográficos se ha demostrado que en un individuo mediocre, carente en sí de relieve y por ello representativo, pueden escrutarse, como en un microcosmos, las características de todo un estrato social en un determinado período histórico, ya sea la nobleza austríaca o el bajo clero inglés del siglo XVII." 

Toca el problema metodológico, y hace una defensa de la microhistoria. En la época en que él escribe la obra se tiene que defender de duras críticas, ya que se decía que los estudios cuantitativos eran los únicos científicos, mientras que los demás no, incluso ni se admitían tesis doctorales en Historia si no estaban basadas en el cuantitativismo. 
Defiende que si se coge como ejemplo a una persona representativa de la sociedad (pueblo, no las élites), se pueden averiguar muchas de las características de esa sociedad.  


"¿Es éste el caso de Menocchio? Ni mucho menos. No podemos considerarlo como un campesino «típico» (en el sentido de «medio», «estadísticamente más frecuente») de su época: su relativo aislamiento de la aldea no plantea dudas. A los ojos de sus paisanos Menocchio era un hombre cuando menos distinto de los demás. Pero esta singularidad tiene límites precisos. De la cultura de su época y de su propia clase nadie escapa, sino para entrar en el delirio y en la falta de comunicación. Como la lengua, la cultura ofrece al individuo un horizonte de posibilidades latentes, una jaula flexible e invisible para ejercer dentro de ella la propia libertad condicionada. Con claridad y lucidez inusitadas Menocchio articuló el lenguaje de que históricamente disponía. Por ello en sus confesiones podemos rastrear, con una facilidad casi exasperante, una serie de elementos convergentes, que en una documentación análoga contemporánea o algo posterior aparecen dispersos o apenas mencionados. Ciertos sondeos confirman la existencia de indicios que nos llevan a una cultura rural común. En conclusión: también un caso límite (y el de Menocchio lo es) puede ser representativo. Tanto en sentido negativo —porque ayuda a precisar qué es lo que debe entenderse, en una determinada situación, por «estadísticamente más frecuente»—, como en sentido positivo, al permitir circunscribir las posibilidades latentes de algo (la cultura popular) que se advierte sólo a través de documentos fragmentarios y deformantes, procedentes en su mayoría de los «archivos de la represión». (...) 

Si que deja constancia de que Monocchio es un caso especial, ya que en el siglo XVI no existían prácticamente molineros alfabetizados y con biblioteca, pero a pesar de ser una persona llana muy especial, sigue perteneciendo a un estrato social que podemos analizar, ya que la persona nunca escapa escapa al marco social, académico, intelectual, religioso… etc., no puede escapar a eso. 

La cultura aunque condiciona, deja también una pequeña libertad para movernos dentro de ese sistema, es la famosa “agencia” la capacidad de la gente de responder a un marco. 
Ginzburg trata de averiguar la cultura rural común, aunque no sea un personaje de la cultura rural. 


"En estas circunstancias podríamos preguntarnos si lo que emerge de los razonamientos de Menocchio, más que una «cultura» es una «mentalidad». Aunque lo parezca, no es una distinción perogrullesca. Lo que ha caracterizado los estudios históricos sobre la mentalidad es la recurrencia de elementos inertes, oscuros, inconscientes de una determinada visión del mundo. Las supervivencias, los arcaísmos, la afectividad, lo irracional, todo ello delimita de modo específico la historia de la mentalidad, diferenciándola con bastante nitidez de las disciplinas paralelas ya consolidadas, como la historia de las ideas o la historia de la cultura (aunque algunos investigadores no establezcan diferencias entre éstas). Reducir el caso de Menocchio exclusivamente al ámbito de la historia de la mentalidad, significaría situar en segundo plano el acentuado componente racional (no necesariamente identificable con nuestra racionalidad) de su visión del mundo. Pero el argumento concluyente es otro: la connotación decididamente interclasista de la historia de la mentalidad. Esta estudia, como hemos dicho, lo que hay de común entre «César y el último soldado de sus legiones, entre San Luis y el campesino que labra sus tierras, entre Cristóbal Colón y el marinero de sus carabelas». En este sentido el adjetivo «colectiva» unido a «mentalidad» no deja de ser puro pleonasmo, la mayoría de las veces."

Aquí vemos un choque de Ginzburg y su microhistoria contra la historia de las mentalidades, en plano ideológico y metodológico.
Cuando dice elementos oscuros del estudios de la mentalidad, es por ejemplo la historia del miedo, superstición… etc. Él no va a hacer una historia de las mentalidades en esta obra, porque una persona que lee (como Menocchio), está estructurando sus ideas, crea su racionalidad y universo mental, cosa que la historia de la mentalidad no estudia.
Ginzburg también hace una fuerte crítica a las mentalidades, ya que siendo él marxista, no admite es que la historia de la mentalidad estudie el miedo y no tenga en cuenta las clases sociales, por eso dice que es interclasista, mezcla cosas de distintas clases. Para alguien de raíz marxista no era correcto un estudio donde se mezclases las clases a la hora de estudiar algún elemento de la sociedad.


"Ahora bien, no es que queramos negar la legitimidad de investigaciones de este tipo, pero es notable el riesgo de incurrir en extrapolaciones indebidas. Incluso uno de los historiadores más grandes de nuestro siglo, Lucien Febvre, ha caído en la trampa. En un libro equivocado, aunque fascinante, intentó recrear, a partir de una investigación sobre un individuo (si bien excepcional como Rabelais), las coordenadas mentales de toda una época. Mientras trata de demostrar un presunto «ateísmo» de Rabelais, todo va bien. Pero cuando se interna en el campo de la «mentalidad (o psicología) colectiva», sosteniendo que la religión ejercía sobre los «hombres del siglo XVI» una influencia sutil y a la vez agobiante a la que era imposible sustraerse —como no pudo sustraerse Rabelais —el argumento se hace inaceptable. ¿Quiénes eran aquellos mal definidos «hombres del siglo XVI»? ¿Humanistas, mercaderes, artesanos, campesinos?
        Con esta noción interclasista de «mentalidad colectiva», los resultados de una encuesta, realizada sobre el débil estrato de la sociedad francesa compuesta por individuos cultos, se prolongan tácitamente hasta abarcar sin exclusiones todo un siglo."
(...)

 Aquí vuelve a criticar que la Historia de las Mentalidades (y pone un ejemplo concreto en la obra de Febvre) trate por igual un tema en todas las clases sociales, en este caso la religión, ya que la religión no la viviría igual o le afectaría igual a un artesano o campesino que a un arzobispo o rey.


"A pesar de estas limitaciones, sigue siendo magistral el modo en que Febvre ha logrado desentrañar los múltiples hilos con que un individuo está vinculado a un ambiente y a una sociedad históricamente determinados. Los instrumentos de que se ha servido para analizar la religión de Rabelais pueden valer para analizar la religión, tan distinta, de Menocchio. Sin embargo, se comprenderá, tras lo argumentado, que en vez de «mentalidad colectiva» prefiramos el término de «cultura popular», a su vez tan poco satisfactorio. El clasismo genérico no deja de ser en todo caso un gran paso adelante respecto al interclasismo”.
(El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI. Barcelona, 1981 [1976]

Ginzburg señala que no existe mentalidad colectiva, no hay que mezclar ni hablar de mentalidades como un todo, ya que si quieres hacer estudio de mentalidad de las élites es aceptable, pero si en un estudio de la mentalidad metes a todas las clases y estamentos, estás haciendo un estudio interclasista y por lo tanto erróneo. Puedes hacer un estudio de la mentalidad popular, que sería de la clase baja.
Muchas veces la Historia de las mentalidades era la cultura de las élites que se había adjudicado a toda la sociedad, porque cogías a una figura como Rabelais (que es de la élite), y con su modelo lo aplicabas a todos los demás estamentos, como hacía la historia de la mentalidad, cuando esto no se puede hacer porque las mentalidades no son iguales según clases o estamentos.



* CLIFFORD GEERTZ

“El concepto de cultura que propugno y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie...” 

La semiótica es el estudio de los signos. Aquí Clifford deja claro que todas las cosas que hacemos como personas no tienen sentido en sí mismos, tienen sentido porque nosotros le hemos dado uno. Por ejemplo, hacer el corte de mangas tiene un sentido ofensivo porque nosotros se lo hemos dado como sociedad, porque en sí mismo no significa nada.


“... quiero destacar que la etnografía es descripción densa. Lo que en realidad encara el etnógrafo (salvo cuando está entregado a la más automática de las rutinas que es la recolección de datos) es una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o enlazadas entre sí, estructuras que son al mismo tiempo extrañas, irregulares, no explícitas, y a las cuales el etnógrafo debe ingeniarse de alguna manera, para captarlas primero y para explicarlas después (...) Hacer etnografía es como tratar de leer (en el sentido de "interpretar un texto") un manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de incoherencias, de sospechosas enmiendas y de comentarios tendenciosos y además escrito, no en las grafías convencionales de representación sonora, sino en ejemplos volátiles de conducta modelada”.

Habla de que hacer etnografía no es sencillo porque no vas a observar nada explicito: en ningún lado está escrito que significan unos pantalones cagados, o por qué es ofensivo eructar. Entonces cuando se aproxime a otra sociedad con la cual no estamos familiarizados, extraer de ella los significados va a ser algo muy complejo.



* PETER BURKE

Entrevistador.- "Usted señala que uno de los problemas que presenta la historia cultural es el de definir su objeto de estudio. Al respecto habla de definiciones de cultura que tienden a crecer. ¿Cuál definición prefiere usted?"

Peter Burke.- "Si tuviera que dar una definición sería en términos de los elementos simbólicos y de los lugares donde los encuentras, es decir, si los encuentras en la vida diaria o en lo que llamamos obras de arte. Quiero evitar una definición en la que todo es cultura, porque si todo es cultura, la palabra está de más y el término no cumple función alguna. Si incluimos la vida diaria en esta acepción, hay que tener en cuenta que una comida ordinaria tiene menos que ver con la cultura que una comida especial en la que alguien celebra algo, porque esta última está más ritualizada. Esto también es relativo porque, por ejemplo, si viajas a otro país, lo que es ordinario parecerá fuera de lo común y viceversa. Cuando algo está más ritualizado, tiene un mayor contenido simbólico. Quiero mantener una multiplicidad de perspectivas y creo que el terreno común de un historiador cultural puede describirse como lo simbólico y su interpretación...".
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Para él cultura son los elementos ritualizados, que pueden ser extraños para otros, y comunes para otra sociedad. Pero tendrá más simbolismo cuanto más ritualizado esté, por ejemplo, comer en el día a día en tu casa no está ritualizado (aunque sigue siendo cultural), pero comer en nochebuena con toda la familia junta tiene mayor contenido simbólico porque está más ritualizado.

Entrevistador- "¿Por qué hablar de una nueva historia cultural?"

Peter Burke.- "Este término, Nueva Historia Cultural, es útil porque apunta a un cambio importante en la práctica de historia que hace una generación, cuando algunos historiadores, incluyéndome, empezamos a seguir antropólogos, y otros al usar el término ‘cultura’ en un sentido amplio, para incluir las prácticas del día a día de personas ordinarias... ".

Entrevistador- "¿Por qué es importante hacer una traducción cultural entre el pasado y el presente?"

Peter Burke.- "¡Por el mismo motivo que tenemos que hacer traducciones entre idiomas! Como le gusta decir a los historiadores angloparlantes, citando una novela inglesa de los años cincuenta, “the past is a foreign country because they do things differently there”. Darle clases a estudiantes de 18 años durante cuarenta años me ayudó a volverme más consciente de esta distancia cultural y encontrar formas de superarla. El ejemplo del antropólogo fue útil y las conexiones entre la antropología histórica y la Nueva Historia Cultural son suficientemente claras...".
***
El historiador nuevo cultural trata de traducir, son procesos similares a la traducción de idiomas, como si tú viajas a China y te resultan extraños muchos comportamientos, entonces un amigo chino te explicará qué significa todo lo que desconoces. Para Peter Burke el historiador cultural es un antropólogo, solo que su tiempo de estudio está en el pasado.

Entrevistador ¿Podría expresar su opinión acerca de la función del historiador para el siglo XXI?

Peter Burke - Tal vez valga la pena tomar la posición de historiador de la cultura, diciendo que no es el único rol importante, pero destacándolo. El papel de la historia de la cultura es, en una frase, «hacer la traducción cultural». Precisamos cada vez más de la traducción cultural y del entendimiento entre gentes de culturas diversas. En estos momentos de resurgimiento de los nacionalismos, y también porque es una época de cambios tan rápidos, precisamos más y más de una traducción cultural entre el pasado y el presente. Desde mi punto de vista, éste es en el futuro, el gran papel para nosotros, los historiadores de la cultura."
(...)
No hay esencias como la catalanidad, la españolidad… etc., todo son construcciones que hace el hombre, construcciones culturales. El historiador cultural tiene que traducir todos estos significados de las distintas partes de una cultura y entre culturas distintas, para facilitar el entendimiento entre personas.

“Quiero argumentar que uno de los enfoques de la historia cultural más importantes (no tan conocido en Inglaterra) podría ofrecer una solución: la historia de los encuentros culturales. Si bien los encuentros coloniales, la hibridación entre las culturas europeas y las no europeas, son temas familiares en esta parte del mundo, me interesa sugerir que este tipo de enfoque, extremadamente fructífero en el estudio de la India, Brasil y México, puede también serlo en el estudio de regiones individuales, incluidas las europeas. Es decir, podríamos estudiar la historia de Inglaterra o de Francia como una serie de encuentros culturales entre clases sociales (entre la burguesía y la clase trabajadora); entre regiones (el norte y el sur de Inglaterra o de Francia); entre géneros (culturas femenina y masculina), dando lugar a una suerte de hibridación; o bien, los encuentros entre la cultura urbana y la rural. Todo esto nos sitúa muy lejos de la homogeneidad cultural, suposición que ha sido el defecto fatal de una forma tradicional de historia cultural”.

Aquí critica la cultura como un todo, afirmando que dentro de una misma sociedad con una cultura "general", hay distintas culturas: urbana, rural, masculina, femenina... etc.


* EDWARD SAID

“Oriente no es sólo el vecino inmediato de Europa, es también la región en la que Europa ha creado sus colonias más grandes, ricas y antiguas, es la fuente de sus civilizaciones y sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imágenes más profundas y repetidas de Lo Otro. Además, Oriente ha servido para que Europa (u Occidente) se defina en contraposición a su imagen, su idea, su personalidad y su experiencia. Sin embargo, nada de este Oriente es puramente imaginario. Oriente es una parte integrante de la civilización y de la cultura material europea. El orientalismo expresa y representa, desde un punto de vista cultural e incluso ideológico, esa parte como un modo de discurso que se apoya en unas instituciones, un vocabulario, unas enseñanzas, unas imágenes, unas doctrinas e incluso unas burocracias y estilos coloniales...”. (Orientalismo, Madrid, 1990).



* JOAN W. SCOTT

“... Además, género, se emplea también para designar las relaciones sociales entre sexos. Su uso explícito rechaza las explicaciones biológicas, del estilo de las que encuentran un denominador común para diversas formas de subordinación femenina en los hechos de que las mujeres tienen capacidad para parir y que los hombres tienen mayor fuerza muscular. En lugar de ello, género pasa a ser una forma de denotar las ‘construcciones culturales’, la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de hombres y mujeres. Género es, según esta definición, una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado....”.
(“El género: Una categoría útil para el análisis histórico”. en M. Lamas (comp.): El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. México, 1996: 265-302.
***


Tania Navarro Swain- "El género, como una categoría analítica ha sido muchas veces considerado como un elemento invariable en las relaciones humanas, en donde lo masculino significa dominación y lo femenino sumisión. ¿Cuál es su opinión al respecto?"

Joan Wallace Scott- "Rechazo la idea de que el género es invariable, que lo masculino siempre significa dominación y lo femenino sumisión. En lugar de esto he argumentado que el género es una cuestión que debemos plantear en diferentes contextos (histórico, político, etc.,). Las preguntas son: ¿Cómo se construyen las relaciones entre los sexos? ¿Cuáles son los extremos que sirven a las normas reguladoras? ¿Cuáles son las discrepancias entre aquellas normas y las identificaciones individuales y/o colectivas?...".


¡Feliz Viernes! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
26/Mayo/2017

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HISTORIOGRAFÍA ACTUAL. La nueva historiografía tras la crisis de los grandes paradigmas: retorno de la narrativa, giro lingüístico y Postmodernidad

Tanto Annales como el materialismo histórico, como la cliometría americana van a seguir siendo corrientes de referencia, y mucha gente va a seguir bajo el paraguas de estas historiografías, pero a partir de los años 70, muchos historiadores acabarán hartos de estas grandes corrientes, y querrán hacer otro tipo de Historia. Es entonces cuando veremos el retorno de la narrativa, el giro lingüístico y la postmodernidad (o posmodernidad), que vamos a explicar en la presente entrada.


1. El “retorno de la narrativa”


En 1979, el historiador británico LAWRENCE STONE publicó en la revista “Past and Present” un influyente artículo sobre el estado de la historiografía occidental titulado El resurgimiento de la narrativa: reflexiones acerca de una nueva y vieja historia. Stone apreciaba la existencia de síntomas de agotamiento en los tres tipos de “Historia científica” que hasta entonces habían servido como modelos de la práctica historiográfica dominante en el siglo XX: 
  • El modelo económico marxista 
  • El modelo “ecológico-demográfico” francés (es decir, la corriente de Annales). 
  • La metodología cliométrica norteamericana. 
La razón de ese agotamiento simultáneo parecía ser la común incapacidad a la hora de generar la pretendida “explicación coherente y científica del cambio histórico”.
En esas condiciones, Stone señalaba la aparición de una “nueva Historia”, alejada de los “enfoques analíticos y estructurales” y caracterizada tanto por el uso de los modos narrativos como por el interés por las temáticas políticas y culturales, lo cual parecía acercarla a la Historia tradicional. 
Esta inversión de tendencias en el seno de la historiografía occidental es lo que denominaba como “resurgimiento de la narrativa”. Pero los cambios detectados por Stone eran más amplios y profundos, al percibir estos cambios en:
  • El tema central de la Historia va a pasar de las circunstancias que rodean al hombre a la consideración del hombre en sus circunstancias.
  • Los problemas estudiados también: de lo económico y demográfico a lo cultural y emocional.
  • Las ciencias sociales de referencia para el historiador: de la Sociología, Economía y Demografía, se va a pasar a la Antropología y la Psicología.
  • El sujeto de la historia: del grupo al individuo.
  • La metodología: de la cuantificación de grupo al ejemplo individual. 
  • La organización también cambiará: de lo analítico a lo descriptivo.
  • La categorización del papel del historiador: de lo científico a lo literario.
La evolución de la historiografía a lo largo de los siguientes decenios parece corroborar plenamente el diagnóstico y los pronósticos avanzados por Lawrence Stone en su artículo. Vamos a ver cómo se nota esto (el cambio) en las distintas corrientes afectadas:
1) En el Materialismo histórico, los cambios en la práctica histórica de inspiración marxista se manifiesta en la propia revisión que sus mejores cultivadores (desde E.P. Thompson a Eric Hobsbawm) han ejecutado sobre sus postulados teóricos tradicionales y ortodoxos. Abandono de la problemática de los modos de producción y sus leyes de funcionamiento, transformación y sucesión. Reformulación de las categorías de “base” y “superestructura”.
2) Historiadores cliométricos: una vez reconocidos sus casi insolubles problemas de constatación y verificación de datos y resultados.
3) Escuela de Annales: es aquí donde estos cambios se presentan más patentes. Para ilustrar el viraje hacia la narrativa en la trayectoria que la investigación histórica ha tendido a seguir entre 1959 y 1979, Stone presentaba varios casos, entre los que destacan los de autores pertenecientes a la corriente de los Annales. Vamos a ver estos autores de Annales que se subieron al carro de la nueva narrativa y sus obras más destacadas en este aspecto:
  • Por ejemplo, Jean Delumeau comenzó realizando, en 1957, el estudio de una sociedad (Roma en el s. XVI); continuó, en 1962, con el estudio de un producto económico, el alumbre en Roma (es historia económica); siguió (1971) con un estudio sobre una religión, el Catolicismo (El Catolicismo entre Lutero y Voltaire –es ideológico, religioso-); en 1976 abordó un comportamiento colectivo respecto a la muerte (Les Pays de Cocagne); y, finalmente, en 1978, una emoción, el miedo, entre los siglos XIV y XVIII.
  • Le Roy Ladurie fue autor, en 1973, de aforismos tan memorables como el siguiente: “(la cuantificación) ha condenado virtualmente a muerte la historia narrativa de acontecimientos y la biografía individual”. Decía también que “la historia que no es cuantificable no puede llamarse científica”. Sin embargo, poco después publicaría su Montaillou, village occitan de 1294 a 1324 (1975), un retrato de lectura amena y popular sobre la vida, la moral y las costumbres en una aldea occitana del siglo XIV. Lo hace con información de inquisición, de un pueblo,, es cuentos, visión del mundo de la aldea… pero no de estructura económica, ni cuantificación, como decía dos años antes. Luego, más recientemente, (1987), El Estado real 1460-1610, una historia de Francia en los siglos XV y XVI en gran medida narrativa y vertebrada sobre los sucesivos monarcas de la casa Valois y Borbón. El resucita la narrativa con sus obras.
  • Por su parte, el mismo G. Duby, que había escrito una canónica monografía sobre la economía y sociedad de la alta y plena Edad Media (Guerreros y campesinos, 1973 – es historia económica y social, de la primera fase de la tercera generación-), ha devenido en prolífico autor de auténticas obras maestras de la “nueva Historia”: El caballero, la mujer y el cura (1981), un estudio sobre el matrimonio feudal, y la breve y enjundiosa biografía de Guillermo el mariscal (1987). En su Domingo de Bouvines (1973) hace algo impensable algunos años antes: la narración de una única batalla, y a través de ella, se adentra en las características de sociedad francesa del s. XIII. Sirve como caso para explicar más cosas.

Pero Stone advierte el “retorno a la narrativa” en autores bien representativos en otros ámbitos historiográficos, como en el caso de: C. M. Cipolla y su Cristofano and the Plague (1973), que relata las reacciones personales ante la epidemia de peste en 1630 en Prato (Italia); la narración por E. P. Thompson en Whigs and Hunters (1975), que habla de choques en los bosques de Windsor entre las autoridades que amparan a los patricios y los furtivos plebeyos; o el relato de N. Z. Davis (historiadora norteamericana) —en prensa cuando escribía Stone su artículo— de rituales de ignominia en las regiones de Lyón y Ginebra en el siglo XVII. Por entonces Davis todavía no había tallado su joya narrativa sobre Martin Guerre (1983), que versa sobre una persona que llega de la guerra, y se apropia de la identidad de otro (planteado como un guión de película, su fama será tal que le llevará a escribir el libro).

Por todas partes se aprecia un deslizamiento del discurso histórico hacia modos narrativos y descriptivos tejidos sobre acontecimientos particulares, en detrimento de los modos analíticos volcados sobre las estructuras y los procesos temporales de largo alcance. Y en casi todos los casos, esos desplazamientos se acompañan de una promoción del enfoque centrado en la individuación del sujeto histórico y en sus concepciones simbólicas y experiencias vitales y cotidianas, con el paralelo detrimento del enfoque colectivo y supra-individual. 

En definitiva, parece que la “macrohistoria” privilegiada por las tendencias filo-sociológicas y economistas ha devenido en “microhistoria” para los practicantes de la “nueva historia”. 


2. El giro lingüístico


Se denomina “giro lingüístico”, de una manera general, a un cambio metodológico que afirma que el trabajo conceptual de la filosofía No puede lograrse sin un análisis previo del lenguaje. Es la importancia del lenguaje, ya que a través de él se plasma nuestro conocimiento. Hasta entonces no se había visto esa importancia del lenguaje. Realmente movimientos intelectuales muy diferentes están asociados con el giro lingüístico, aunque el término en sí fue popularizado en 1967 por Richard Rorty con su antología El giro lingüístico.

Estos movimientos piensan que el lenguaje “constituye” o “construye” la realidad, que es en realidad una posición contraria a la intuición y a gran parte de la tradición filosófica occidental. Por ejemplo, según ellos, cambiando el lenguaje cambias la realidad, si hablamos de Ministerio de Guerra, en vez de Ministerio de Defensa, hay unas connotaciones a ello. De esta forma, lo que pensamos como “realidad” no sería más que una convención de nombres y características, una convención llamada a su vez “lenguaje”. Todo lo que se encuentra fuera del lenguaje es inconcebible por definición y por lo tanto no puede entrar en la realidad humana sin ser inmediatamente y estructurado por el lenguaje.

En el ámbito de la historiografía, el linguistic turn viene a considerar que toda investigación histórica debe interesarse necesariamente por el lenguaje y el discurso, que se convierten así en objetos de estudio. Se considera que el historiador trabaja basándose en textos y que la realidad que analiza es accesible únicamente por medio del lenguaje (la excavación arqueológica desde este punto de vista es texto). Las consecuencias que ha tenido el giro lingüístico sobre la Historia han sido más destructivas que constructivas. Ha servido básicamente para que los historiadores nos hagamos conscientes del lenguaje, pero no se ha hecho una historia alternativa basada realmente en el giro. Además el giro lingüístico hizo que la cientificidad de la historia se perdiese, porque siempre que se escribe un texto -según los defensores del giro lingüístico- se hace literatura, porque no reflejas una realidad, siempre acabas subjetivamente haciendo un discurso a través del lenguaje.
Desde esta perspectiva, la historia tiende a perder su consideración de disciplina científica, y a ser considerada como un género literario que debe ser aprehendido centrándose en la crítica textual. Los defensores de este método se apoyan principalmente en la filosofía post-estructuralista de Jacques Derrida y de Michel Foucault. 

Concepto originalmente utilizado por la historia intelectual americana, el linguistic turn llega a Europa a finales de los años 1980 y se extiende progresivamente a otras áreas de la investigación histórica. 
Por último en este punto, vamos a hablar de Hayden White, quien analiza, según el giro, las obras europeas del XIX de orientación histórica y hace un estudio literario de sus obras. ¿Por qué unos historiadores cogen un formato y otros historiadores se decantan por otro formato opuesto, aunque no lo hacen conscientemente? Eso va a tratar de analizar Hayden. En el ámbito de la historiografía, el giro lingüístico se revela nítidamente en la obra de Hayden White. Su obra más influyente es Metahistoria. La imaginación histórica en el siglo XIX (1973). En ella estudió el aspecto discursivo de las formas del conocimiento histórico. Su tesis central es que según Hayden es imposible distinguir entre un relato histórico y un relato de ficción, sobre todo si se pretende que los primeros hacen referencia a hechos reales mientras que lo segundos hacen referencia a hechos ficticios. El realismo histórico característico de los historiadores decimonónicos no sería más que una forma particular de poética. Según White, habría una elección de carácter estético y preconceptual (“metahistórico”) que es la que determina la forma en que se trata la evidencia histórica. 

La visión de White pone en cuestión los supuestos del oficio del historiador: el sentido del progreso de la historiografía, la metodología, etc., pues para él todo es un relato de ficción. Sin embargo el autor ha declarado que no hay que sacar su obra de contexto, que fue escrita para el siglo XIX, no para el siglo XX.
Él dice que hay tres formas de conceptualización básicas: que denomina estilos historiográficos:
  1. Las tramas literarias: los discursos de los clásicos (Ranke, Michelet…), se han servido de las tradicionales tramas literarias a la hora de explicar cómo ocurrieron los acontecimientos. Se consideró al protagonista un héroe frente a las contingencias, una víctima del contexto o incluso un perdedor total.
  2. Las formas de argumentación: es el nivel que se usa para explicar el significado de los acontecimientos. Habría autores mecanicistas (como Marx, que busca leyes generales), organicistas (como Ranke, que encuentra totalidades espirituales detrás de los individuos históricos) y contextualistas (como Michelet, que buscaría identificar los rasgos distintivos de los sujetos históricos).
  3. El tercer nivel es el modo en que los autores utilizan la historia para conocer el presente, es decir, las ideologías o explicación por implicación ideológica: anarquistas, radicales, conservadores… etc.


3. Posmodernidad (Postmodernidad) e Historia


El término postmodernidad designa a un amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos, surgidos durante la segunda mitad del siglo XX, caracterizados por su oposición o superación de las tendencias de la Edad Moderna, por lo que dejamos claro que no se trata en exclusiva de una tendencia historiográfica.
El concepto comenzó a difundirse en 1979, con la publicación del libro de Jean-François Lyotard, La condición posmoderna, donde su autor anunciaba el fin de los metarrelatos en cualquier ámbito de la cultura, sociología, historia… etc., siendo los metarrelatos esos grandes relatos o construcciones intelectuales con afán de explicación absoluta o cientifismo. Lyotard afirma que ya nadie se cree esos metarrelatos o las grandes interpretaciones generales como el marxismo, el cristianismo o la idea de progreso. Lo postmoderno por lo tanto es la crítica de la modernidad.

Aunque se aplica a corrientes muy diversas, toda las corrientes impregnadas por la postmodernidad comparten la idea de que el proyecto de la modernidad fracasó en su intento de renovación de las formas tradicionales del arte, la cultura, el pensamiento y la vida social. Pese a las dificultades para definirlo con precisión, cabe identificar algunos elementos característicos del pensamiento posmoderno:
  • Antidualismo: el enfoque posmoderno sostiene que el pensamiento occidental tendió a la construcción de modelos duales de comprensión del la realidad (negro contra blanco, occidente contra oriente, hombre contra mujer), excluyendo así ciertas perspectivas. En cambio, el postmodernismo tiende a valorar y promover el pluralismo y la diversidad. Asegura buscar los intereses de “los otros”, los excluidos de las categorías de análisis tradicionales, los marginados y oprimidos por las ideologías modernas y las estructuras políticas y sociales que las apoyaban (por ejemplo, dentro del marxismo se reconoce a los proletariado, pero no habla que dentro de eso hay mujeres sometidas y cosas más… etc.).
  • Cuestionamiento de los textos: en relación con el “giro lingüístico”, el posmodernismo argumenta que el lenguaje moldea nuestro pensamiento y que sólo a través del lenguaje accedemos al conocimiento de “la realidad”. Por ello, el enfoque postmoderno tiende a afirmar que los textos —históricos, literarios...— no tienen autoridad u objetividad inherente para decirnos “qué sucedió en realidad”. Más bien, estos textos reflejan los prejuicios y las circunstancias culturales y sociales particulares del escritor.
  • Relativismo: el enfoque postmoderno se caracteriza por la relativización de las certezas y las “verdades absolutas” en todos los órdenes (no hay una verdad, sino diferentes visiones). La “verdad” sería cuestión de perspectiva o contexto más que algo universal (los europeos que creíamos que nuestras visiones eran las verdades, ahora se bajan del burro). Desde la óptica postmoderna, no tenemos acceso a “la realidad”, a la forma en que son las cosas, sino solamente a lo que nos parece a nosotros en el marco de nuestro contexto sociocultural.
La propuesta postmoderna significa para la historiografía una recomendación de abandono de sus ilusiones cientifistas, de su esfuerzo, que a la postre resultaría baldío, para generar un conocimiento racional, causal, determinado, demostrativo y “verdadero”.

Esto supone un cuestionamiento radical de las viejas certidumbres. El postmodernismo tiende a considerar que la propia realidad sobre la que se escribe la Historia es heterogénea y multifacética y se escapa a toda representación bajo paradigmas vertebradores como los que ofrecían los modelos cientifistas, como el marxismo, el estructuralismo, etc... Para los postmodernos radicales, nosotros hacemos cuentos.
En consecuencia, en la historia postmoderna sólo cabrían relatos históricos diferentes y paralelos sobre las ilimitadas partes de esa realidad atomizada, que desafía la vertebración de una “Historia total” y sólo permite una multitud de historias que serán todas igualmente válidas y pertinentes.

Como señalan Aurell y Burke, el tendón de Aquiles del posmodernismo historiográfico es la falta de referentes en la práctica (no hay gran obra de referencia postmoderna). El postmodernismo está presente como una actitud teórica ante la obra y el conocimiento históricos, pero No como una verdadera y propia corriente historiográfica. La crítica más contundente que puede hacerse al postmodernismo historiográfico es que durante los varios decenios desde que fue formulada su existencia, no ha sido capaz de dar una obra histórica diseñada siguiendo sus postulados, quizá con la única excepción de la Metahistoria de Hayden White (que si ha hecho mucha decostrucción).

DIFERENCIAS ENTRE MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD

MODERNIDAD: 1º Teorías generales o metarrelatos con pretensiones universales, homogeneizantes y totalitarias , que reprimen y niegan las diferencias entre las sociedades, en una especie de imperialismo cultural. 2º Exaltación de la racionalidad, el determinismo, el mecanicismo lineal y la simplicidad del conocimiento científico. 3º Búsqueda de leyes, generalizaciones empíricas, explicaciones causales y concepción acumulativa de las ciencias. 4º Desconocimiento del otro, intolerancia hacia las minorías, insensibilidad ante los problemas sociales de los sectores excluidos y ejercicio del poder de forma vertical y autoritaria. 

POSMODERNIDAD: 1º Planteamientos y lenguajes teóricos múltiples que elevan la fragmentación, la no unidad de la explicación científica y las diversidades y particularidades socioculturales. 2º Revalorización de las contradicciones, de la opacidad y de las numerosas visiones y niveles de la realidad. 3º Diversidad de conocimiento, variadas visiones locales y contextuales. 4º Revalorización del otro, acogimiento de las minorías, y de los oprimidos, énfasis en el poder como categoría nodal que está presente en las distintas relaciones sociales. Por último, ejercicio del poder horizontal. 


4. TEXTOS Y CRÍTICA

* LAWRENCE STONE

“Los historiadores siempre han contado relatos. Desde Tucídides y Tácito hasta Gibbon y Macaulay, la composición de una narrativa expresada en una prosa elegante y vívida se consideró siempre como su más grande ambición. La historia se juzgaba como una rama de la retórica. Empero, durante los últimos cincuenta años esta función abocada a contar relatos se ha visto desprestigiada entre aquellos que se consideran como la vanguardia dentro de la profesión, es decir, quienes practican la así llamada ‘nueva historia’ de la era posterior a la segunda Guerra Mundial. En Francia este contar relatos se tildó como ‘l´histoire événementielle’. Actualmente, sin embargo, he encontrado pruebas respecto a una corriente subrepticia que está absorbiendo de nuevo a muchos de los prominentes ‘nuevos historiadores’ dentro de cierta forma de narrativa.”

“La historia narrativa difiere de la historia estructural fundamentalmente de dos maneras: su ordenación es descriptiva antes que analítica, y concede prioridad al hombre por sobre sus circunstancias. Por lo tanto, se ocupa de lo particular y lo específico más bien que de lo colectivo y lo estadístico. La narrativa es un modo de escritura histórica, pero es un modo que afecta también y es afectado por el contenido y el método”. [...]

“Hay síntomas de cambio en el tema central de la Historia: de las circunstancias que rodean al hombre a la consideración del hombre en sus circunstancias; cambio en los problemas estudiados: de lo económico y demográfico a lo cultural y emocional; cambio en las fuentes principales de influencia: de la Sociología, Economía y Demografía a la Antropología y Psicología; cambio en el sujeto: del grupo al individuo; cambio en los modelos explicativos de la mutación histórica: de lo estratificado y unicausal a lo interconectado y multicausal; cambio en la metodología: de la cuantificación de grupo al ejemplo individual; cambio en la organización: de lo analítico a lo descriptivo; y cambio en la categorización del papel del historiador: de lo científico a lo literario. Estos cambios multifacéticos en cuanto a su contenido, lo objetivo de su método y el estilo de su discurso histórico, los cuales están dándose todos a la vez, presentan claras afinidades electivas entre sí: todos se ajustan perfectamente. No existe ningún término adecuado que los abarque, y por ello la palabra “narrativa” nos servirá por el momento como una especie de símbolo taquigráfico para todo lo que está sucediendo”. 

Estos escritos demuestran que Stone es una persona inteligente, con capacidad retrospectiva. 
Lo que domina en el panorama historiográfico es el análisis de estructuras a partir de los años 30, luego más adelante a partir de la década los 70 hay autores que vuelven a narrar, pero no narran como los historicistas-positivistas, sino que adoptan un estilo diferente.
Circunstancias que rodean al hombre: con esto se hace referencia a que durante las historias estructurales el hombre como individuo desaparece, lo que importaban eran las cifras, estructuras, clases sociales… pero los seres humanos con rostro no eran importantes. Ahora vuelven a interesar los individuos, no individuos de las élites como el historicismo sino individuos del pueblo, lo de abajo. El retorno al interés por el individuo, es paralelo al auge del interés por lo individual.

Es la 3ª fase de Annales (que en un principio eran cuantitivistas y estructuralistas), los que protagonizan el inicio de la narrativa. Es la fase previa, y la posterior de retorno a la narrativa.
En vez de analizar las estructuras de la sociedad francesa, se vuelve a describir en este retorno a la narrativa.


“Si mi diagnóstico es correcto, el desplazamiento hacia la narrativa por parte de los ‘nuevos historiadores’ señala el fin de una era: el término del intento por producir una explicación coherente y científica sobre las transformaciones del pasado. Los modelos del determinismo histórico, los cuales se basan en la economía, la demografía o la sociología, se han derrumbado frente a las pruebas, empero ningún modelo completamente determinista sustentado en alguna otra ciencia social —la política, la psicología o la antropología— ha surgido para ocupar su lugar. El estructuralismo y el funcionalismo no han resultado ser mucho mejores en absoluto. La metodología cuantitativa se ha mostrado semejante a una caña bastante frágil que sólo puede responder a un conjunto limitado de problemas. Obligados a decidir entre modelos estadísticos a priori sobre el comportamiento humano, y una comprensión basada en la observación, la experiencia, el juicio y la intuición, algunos de los 'nuevos historiadores' manifiestan actualmente la tendencia a dejarse llevar hacia el segundo modo de interpretar el pasado”. [...]
(“The revival of narrative: reflections on a new old History», Past and Present 85, 1979. Reeditado en la colección de ensayos del autor The Past and the Present, Londres, 1981, pp 74-96. Hay edición española: El pasado y el presente. México).

Los modelos del determinismo, es decir partir de una idea previa, que aplican al pasado y predice el futuro (dicen que algo va a ocurrir de tal forma porque un modelo dice que ocurrió así en el pasado -por ejemplo, modelo marxista-), empiezan a entrar en crisis (economía –marxismo-, demografía –Annales…). Se derrumban modelos deterministas, pero no aparecen nuevos modelos deterministas que los sustituyan, así que se genera un vacío de modelos deterministas. Los historiadores dicen que no hay modelo determinista que explique todo el pasado. 

Obligados a decidir modelos estadísticos a priori sobre el comportamiento humano (modelos deterministas), se presenta otra alternativa que es una comprensión basada en la observación, experiencia, juicio… etc. Es decir, miras el pasado olvidando los modelos rígidos, y observas -por ejemplo- el mundo medieval, juzgando con tu propia intuición. 
Con el retorno de la narrativa se llega a rozar casi el estilo o formas de periodismo. 



* GEORGES DUBY

“En 1968 se me propuso escribir, para la colección que había fundado Gerard Walter, Trente journees qui ont fait de France, el libro dedicado a uno de esos días memorables, el 27 de julio de 1214. Ese domingo, en la llanura de Bouvines, el rey de Francia, Felipe Augusto, hizo frente, a pesar suyo, a la temible coalición del emperador Otón, del conde de Flandes, Ferrand, y del conde de Boulogne, Renaud; gracias a Dios el rey ganó la batalla. El emperador se había escabullido y los dos condes fueron hechos prisioneros. Tal y como se ha repetido en numerosas ocasiones, fue una victoria fundadora: con ella los fundamentos de la monarquía francesa se consolidaron definitivamente. Una batalla, un acontecimiento puntual y estrepitoso."

Esto es la introducción del libro llamado Domingo de Bouvines de Duby. En la introducción lo que hace es plantear un hecho puntual que tuvo repercusiones mayúsculas en Francia. De esta forma justifica que los acontecimientos individuales (tiempo corto de Braudel) pueden tener repercusiones en todo ámbito (inclusive modificar el tiempo medio o largo).

"Acepté. Mis amigos, los historiadores que como yo se decían discípulos de Marc Bloch y Lucien Febvre, se sorprendieron. La historia que hacían y la que hasta ese momento yo había hecho, esa que mas tarde se llamaría, abusivamente, “nueva” (y digo abusivamente porque la mayor parte de los interrogantes que habíamos planteado, no sin orgullo, ya los habían formulado nuestros predecesores, antes de que el marco positivista se hiciera pesado, en el segundo tercio del siglo XIX), marginaba el acontecimiento, se negaba a narrarlo, dedicándose, por el contrario, a plantear y resolver problemas; rechazando las agitaciones de la superficie, su propósito era observar, a medio y largo plazo, la evolución de la economía, de la sociedad, de la civilización." 

Desde Marc Bloch y Lucien Febvre, se hacía mucho análisis puro y duro, mucho análisis de estructuras económicas y sociales, del tiempo largo, marginando el tiempo corto de los acontecimientos invidividuales. Había ya cansancio en este tipo de trabajo, porque no se hacía nada de narrativa, y encima, a pesar del trabajo colosal que suponían estos análisis, no se habían conseguido las leyes del cambio histórico. Es este hartazgo lo que lleva a abandonar en algunos casos esos grandes análisis y dedicarse a narrar acontecimientos particulares.
Además, lo bueno de un caso particular es que en determinados casos se puede usar para explicar lo general, siempre que se parta con conciencia y con un estudio y conocimiento profundo del tema.


"Tuve que explicar las razones de mi decisión. Seis años antes, un encargo de Albert Skira me había brindado la oportunidad de dirigirme a otros que no fueran mis colegas ni mis alumnos, salir del estudio, tratar cuestiones igualmente arduas y sin ninguna complacencias, pero utilizando un tono más libre. Me aficioné a esa libertad. Ahora tenía una nueva ocasión de publicar mis reflexiones, de exponer el resultado de mis investigaciones sin estar obligado a dar mis referencias en notas eruditas a pie de página; podía abandonarme a la satisfacción de escribir a mi antojo, sin restricciones, ya que la colección a la que se me invitaba era muy abierta... Esa fue la primera razón de mi decisión: la seducción del placer...."

Una obra sobre las catedrales en la Edad Media, que él hizo por un encargo para un colega editor para un público amplio. Aquí dice que el abandono de la historia estructuralista fue el placer de poder escribir más libremente, por eso él abrazó la narrativa.


"Evidentemente se había dicho todo sobre las causas y consecuencia de la batalla... Este trabajo precedente me tranquilizaba: podía, sin ningún escrúpulo, remitir al lector a esos excelentes análisis. El material estaba allí, lo volví a considerar, especialmente los relatos que entonces se escribieron sobre el acontecimiento y, más tarde, a lo largo del tiempo, con el fin de realizar una investigación orientada de forma distinta y que se desarrolló en tres niveles."

En el presente párrafo nos habla de que se lanzó a la narrativa en ese texto porque la Historia estructural de ese período y lugar ya estaba hecha, por lo que no se sentía en deuda con nada ni nada. Hace defensa de historia erudita, habla simplemente de la batalla porque ya existe un estudio serio, académico respetable.


En primer lugar —era la época en que la lectura asidua de los antropólogos me impulsaba a replantear mis interrogantes, a abordar desde otros ángulos el estudio de la sociedad feudal— esbocé una especie de etnografía de la práctica militar a comienzos del s. XIII: observaba a los combatientes de Bouvines como a un pueblo exótico, subrayando la extrañeza, la singularidad de sus gestos, de sus gritos, de sus pasiones, de los espejismos que los fascinaban. Paralelamente, situar la batalla en relación a la guerra, a la tregua, a la paz, me pareció la manera de circunscribir más exactamente el campo de lo que llamamos la política y de percibir mejor cómo, en esa época, lo sagrado se mezclaba inextricablemente con lo profano. Por último, intentaba observar cómo un acontecimiento se hace y se deshace, puesto que, a fin de cuentas, su existencia depende de lo que se dice; ya que, para hablar con propiedad, el acontecimiento es inventado por aquellos que divulgan su fama; así pues, esbozaba la historia del recuerdo de Bouvines, de su deformación progresiva gracias al juego, casi nunca inocente, de la memoria y el olvido.... (G. Duby, El domingo de Bouvines: 24 de julio de 1214. Madrid: Alianza, 1988, -“Prólogo”, 7-10-).

Desde 1979 hasta hoy, la antropología es la ciencia social de referencia para la Historia, y que más influye en la perspectiva de los historiadores. 
Él toma la batalla para hacer una etnografía de la práctica militar de la época en Francia.
Duby promueve el deshacerte de tus prejuicios, olvidarse de los códigos culturales… etc., porque hay que entender que cada cultura y cada tiempo construye sus significados, por lo que no podríamos analizar desde nuestras perspectivas culturales la sociedad micénica griega por poner un ejemplo. Hoy en día se mira todo  en términos funcionales, prácticos y económicos, cuando cuanto más en el pasado, menos importa las razones económicas (por ejemplo, en el siglo XVI con Felipe II la cuestión económica era mil veces menos importante que la económica).

Duby hace defensa del análisis del caso único, del cual se pueden extraer preceptos generales. Si hacemos una comparación es como ver y analizar un partido de fútbol, ya que analizando un partido de fútbol en el vemos todas las leyes y reglas que tiene el fútbol, no hay necesidad de ver todos los partidos para sacar unas reglas generales.
Nosotros no accedemos a los hechos del pasado, sino a lo que se ha dicho de los hechos del pasado, antes no se consideraba importante y ahora si es importante. Ahora no solo interesa el hecho, sino como ese hecho se va construyendo en la mente de la gente. El pasado está permanentemente inventándose en la actualidad, hoy en día se piensa una cosa de la Guerra Civil, dentro de 300 años se pensará otra, y así sucesivamente. 



* HAYDEN WHITE 

“Mientras leía a los clásicos del pensamiento histórico europeo del siglo XIX me pareció evidente que para considerarlos como formas representativas de la reflexión histórica hacía falta una teoría formal de la obra histórica. Esta teoría es lo que he tratado de presentar en la Introducción.
En esa teoría considero la obra histórica como lo que más visiblemente es: una estructura verbal en forma de discurso en prosa narrativa. Las historias (...) combinan cierta cantidad de “datos”, conceptos teóricos para “explicar” esos datos, y una estructura narrativa para presentarlos como la representación de conjuntos de acontecimientos que supuestamente ocurrieron en tiempos pasados. Yo sostengo que además tienen un contenido estructural profundo que es en general de naturaleza poética, y lingüística de manera específica, y que sirve como paradigma precríticamente aceptado de lo que debe ser una interpretación de especie “histórica”. Este paradigma funciona como elemento “metahistórico” en todas las obras de alcance mayor que la monografía o el informe de archivo”.

Él habla de la teoría de la forma (cómo está escrito), no del contenido que es lo que se había hecho hasta entonces. Cuando dice de “naturaleza poética” se refiere a narrativa. 
La especie de literatura, que llamamos historia (según el giro lingüístico recordad que la historia es literatura), tiene un marco que hasta entonces no se había estudiado, mientras que en otras ramas de la literatura si se había estudiado esos marcos, por ejemplo en la poesía, que tenía sus marcos estudiados, ya que la poesía puede ser épica, dramática, romántica… etc.). 


“Mi método, en resumen, es formalista. No trataré de decidir si la obra de determinado historiador es un relato mejor, o más correcto, de determinado conjunto de acontecimientos o segmento histórico que el de algún otro historiador; más bien, trataré de identificar los componentes estructurales de tales relatos” 

Afirma Hayden que él en ningún momento juzga la Historia, que solo va a analizar el marco de la historia. 


“Yo sé que “el Imperio Romano”, “el papado”, “el Renacimiento”, el “feudalismo”, “el Tercer Estado”, “los puritanos”, “Oliver Cromwell”, “Napoleón”, “Ben Franklin”, “la Revolución francesa”, etc. −o al menos entidades a las que estos términos refieren− preexistieron a cualquier interés por ellos de algún historiador dado. Pero una cosa es creer que una entidad alguna vez existió, y otra completamente distinta constituirla como un posible objeto de un tipo específico de conocimiento. Esta actividad constitutiva es, creo, una cuestión de imaginación tanto como de conocimiento” (Metahistoria: la imaginación histórica en el siglo diecinueve. México: FCE, 1992: 52)

El imperio romano, lo estudiemos o no, su caída existió. La caída del imperio romano es un concepto que existe en la mente de la gente, pero no existe materialmente. En la tarea de introducir ese concepto en la mente  de la gente, introducimos elementos literarios para hacerlo posible. 



* GIANNI VATTIMO

“…. No hay una historia única, hay imágenes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es ilusorio pensar que haya un punto de vista supremo, comprensivo, capaz de unificar todos los restantes (tal sería el de “la Historia” que englobaría a la Historia del arte, de la literatura, de las guerras, de la sexualidad…etc.)”.

Como postmodernista él afirma o dice que cada enfoque es legítimo, nada es verdad absoluta o mentira  absoluta, todo es por tanto relativo y todos los puntos de vista son distintas caras de una misma realidad.



¡Feliz Jueves! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
25/Mayo/2017

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HISTORIOGRAFÍA ACTUAL: la historiografía en Alemania en el siglo XX

El problema de la historiografía alemana es que estuvo por mucho tiempo dominada por los historicistas-positivistas. Mientras que en otros sitios como en Francia la escuela de Annales  cambió para bien la forma de tratar e investigar la historia, en Alemania el dominio historicista mostró rechazo a casi todas las influencias que desde fuera llegaban o corrientes renovadoras que intentaban florecer dentro. 


1.El dominio del historicismo y la reacción de Max Weber


A la hora de estudiar el desarrollo de la historiografía en Alemania tras el periodo de entreguerras es ineludible fijar la atención sobre la figura de un autor cuyo pensamiento ha ejercido una decisiva influencia a lo largo de todo del siglo XX: Max Weber (1864-1920). Max destacó como filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y, sobre todo, como sociólogo.

De su ingente producción intelectual cabe destacar los trabajos relacionados con la sociología de la religión y, entre ellas, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1904-5). En contra de la interpretación marxista, que defendía que los aspectos económicos eran el motor de la sociedad capitalista, Weber afirmó que los factores que ejercían una mayor influencia sobre ella eran los ideológicos, como los elementos religiosos, éticos o morales. Weber analizó los perfiles generales de católicos y protestantes, hallando diferencias considerables en sus concepciones vitales. A su juicio: 
  • Católicos: los católicos preferían la estabilidad económica. Para los católicos, la salvación dependía de la realización de buenas obras, lo que en la mayoría de las ocasiones era contrario a la consecución de beneficios económicos. 
  • Protestantes: se mostraban más emprendedores y dispuestos a asumir riesgos empresariales, con el objeto de incrementar sus ingresos. Localizó las causas de dichos puntos de vista opuestos en la ideología de la Reforma protestante y, especialmente, en la ética calvinista: el éxito social, cuya manifestación principal era la prosperidad económica, era la señal más fidedigna de la predestinación. Menos gastos suntuario, más riqueza = ahorro = capital + ética del trabajo. 
    Max Weber - Imagen de dominio público
Otra personalidad muy importante fue Karl Lamprecht, evidentemente también en Alemania, aunque para su desgracia los historiadores historicistas (dominantes en Alemania) bloquearon las propuestas renovadoras surgidas a finales del siglo XIX al calor de los debates promovidos principalmente por él mismo (Karl Lamprecht). Lamprecht rompió con los moldes tradicionales del historicismo al declarar que “la Historia es principalmente una ciencia socio-psicológica” y editar una Historia de Alemania (1891- 1909) conforme a ese principio, para escándalo de sus colegas historicistas.
Su obra y pensamiento tiene un componente esencialista, por lo que afirmaba que los alemanes tenían un espíritu propio, es decir, una psicología propia. Esto era muy común en la época, hablar de elementos propios de las nacionalidades (el nacionalismo estaba en su plenitud), pero realmente no hay psicologías puras, ni pueblos por el simple hecho de tener una nacionalidad. 
Karl Lamprecht - Imagen de dominio público
Todo ello tuvo como consecuencia la perduración de la tendencia historiográfica “rankeana” (de Ranke, positivismo) durante unas cuantas décadas más en Alemania, mientras que en Francia ya se había superado esa fase.
Tras la Primera Guerra Mundial, y durante la República de Weimar, un pequeño círculo de historiadores agrupados en torno a Eckart Kehr realizó nuevas críticas a la historiografía nacional historicista. Kehr enfatizó en sus trabajos la influencia de la estructura social y los intereses económicos en las decisiones políticas. Kehr se alejaba así del historicismo y se situaba en planteamientos parecidos a Annales, ya que daba importancia a la estructura social y economía, y no se centró tanto en la historia política-militar de los positivistas.

Terminada la República de Weimar y durante el periodo nazi (al igual que ocurriría en los demás Estados fascistas), se estableció un control absoluto, radical y totalitario sobre el conjunto de la actividad historiográfica (investigaciones, publicaciones, enseñanza de la Historia...), con el propósito de subordinarla a los intereses del Estado y la Nación según los definían sus respectivos caudillos y partidos únicos. De ese modo, la historiografía académica en dichos países perdió todo el carácter crítico-racional y se convirtió en literatura mítica y legendaria, en muchos casos racista y siempre descaradamente propagandística.


2. La escuela de Bielefeld 


Tras el fin de la II Guerra Mundial, la ciencia histórica alemana, que había liderado la consolidación de la disciplina durante el siglo XIX, experimentó una singular evolución. Los temas de investigación se orientaron a épocas posteriores a la Revolución Industrial, lo que contrastaba con las tendencias de la contemporánea corriente de Annales o de los historiadores marxistas británicos, centrados en épocas preindustriales. Los historiadores alemanes de después de la II Guerra Mundial destacarán por la Historia Contemporánea. Además, los historiadores alemanes desde 1945 hasta 1960 aproximadamente siguieron interesándose por el estado y la política, reminiscencia de la influencia del historicismo-positivismo de antaño.

En la década de los 60 del siglo XX aparecieron en la escena historiográfica nuevas circunstancias que marcaron por fin la ruptura del monopolio historicista tradicional:
  • La necesidad profesional de revisar los viejos planteamientos historicistas. Se había producido una relevación generacional, una nueva generación que repudiaba el historicismo. 
  • La necesidad moral de los historiadores por investigar la evolución del Estado alemán desde el siglo XIX hasta la dictadura nacionalsocialista para llegar a comprender y explicar los crímenes nazis.
  • El surgimiento de una nueva generación de historiadores, formados tras el conflicto bélico e influidos por las propuestas de Kehr, que da origen a una nueva corriente llamada Historia Social Alemana, que tiene su foco en la llamada “Escuela de Bielefeld”.

Vamos ahora a hablar de la Historia Social Alemana y la Escuela de Bielefeld. Con ese nombre (Escuela de Bielefeld) se designa a una tendencia historiográfica liderada por Hans-Ulrich Wehler y Jürgen Kocka, que adquiere un importante protagonismo con la fundación de una nueva universidad en esa ciudad en 1971 (profesores nuevos, gente nueva…), y con la creación, en 1975, de la revista Geschichte und Gesellschaft. Zeitschrift für Historische Sozialwissenschaft (Historia y Sociedad. Revista de Ciencia Social Histórica). Pretenden hacer una historia de alto contenido social, que se contrapone con la historia positivista que todavía coleaba. 
El subtítulo es muy expresivo de su orientación: hacer de la Historia una ciencia social interdisciplinar en estrecha relación con las ciencias sociales vecinas, especialmente la sociología, la ciencia política y la economía (lo que recuerda claramente a Annales). Geschichte und Gesellschaft ha desempeñado un papel muy relevante como foro para la discusión internacional y para poner al corriente a los especialistas alemanes de la investigación extranjera realizada con ese enfoque. 

Jürgen Kocka es un buen representante de la ciencia social histórica alemana. Ha destacado por su voluntad de analizar y explicar las conexiones entre estructuras y procesos por un lado (estructuras económicas... sin historia enfocada en individuos, como hacía Annales o el marxismo) y experiencias y acciones por otro (historia más particular, vivencias, etc.). Autores como Kocka trataron de integrar ambas cosas. 
En su trabajo sobre la empresa Siemens entre 1847 y 1914 (trabajo publicado en 1969), analiza la formación de un colectivo de empleados. En éste y otros trabajos intenta demostrar la tendencia de los empleados alemanes hacia el nacionalsocialismo y analizar su conciencia política e ideológica, más allá de un simple planteamiento estructural o de identidad de clases. 

En general, la nueva historiografía alemana se plantea analizar las condiciones de vida del obrero, su vivienda, su tiempo libre, su familia, con lo que en cierta medida conecta con la historia de lo cotidiano y lo privado.


3. La cuestión del nazismo en la historiografía alemana


La historiografía alemana tras la II Guerra Mundial tuvo que afrontar la cuestión del nazismo. Las diferentes interpretaciones sobre las causas y las consecuencias del nazismo llevaron a los historiadores de la entonces República Federal de Alemania a entablar un duro debate en los años 80, conocido como la Historikerstreit (“querella de los historiadores”). 
La polémica se inició en junio de 1986 con un artículo periodístico del historiador conservador Ernst Nolte (“Un pasado que no quiere pasar”) en el que abogaba por la relativización historicista del Holocausto de judíos ejecutado por las autoridades nazis durante la Segunda Guerra Mundial (ponerlo en relación con otros procesos). A su juicio, el Holocausto judío perpetrado por el Tercer Reich perdía su monstruosa singularidad histórica a la vista de las matanzas que habían ocurrido con anterioridad y posterioridad, particularmente de los crímenes masivos de los bolcheviques rusos durante la revolución soviética y la colectivización agraria. Los crímenes de Stalin serían, en realidad, el modelo imitado por la propia barbarie nazi. 
La réplica provino del filósofo neomarxista Jürgen Habermas, que acusó a Nolte y a otros historiadores conservadores de tratar de expiar los crímenes nazis mediante un comparativismo fraudulento y de hacer una apología nacionalista encubierta del Tercer Reich y de la historia alemana contemporánea. 
Todos los grandes historiadores germano-occidentales entraron en un debate que captó la atención de la opinión pública y los poderes políticos en el país y fuera de él. La querella era mucho más que un debate meramente historiográfico: se trataba de valorar la actitud pública y política de los alemanes contemporáneos ante ese período de su reciente y trágica historia.

El sector más conservador de los historiadores alemanes, dominante en las décadas más crudas de la Guerra Fría, afirmaba que los años 1933-1945 eran un período sui generis, un “paréntesis” casi fortuito, marcado por las obsesiones ideológicas de Hitler, con su antisemitismo como rasgo definitorio clave del nacional-socialismo. La reducción del fenómeno nazi a su dimensión xenófoba y antisemita permitía interpretarlo como un terrible estallido de irracionalismo manipulado por un grupo de ideólogos fanatizados y capaces de atraerse el apoyo de unas masas populares desesperadas por la crisis y la aguda depresión económica, eliminando la cuestión de la responsabilidad general de los alemanes. 

Desde los años sesenta los historiadores de tendencia liberal y socialdemócrata han venido sosteniendo y demostrando que en realidad el nazismo estaba en relación de continuidad con estructuras históricas de la Alemania anterior: con el autoritarismo y militarismo del sistema político prenazi, con la cultura antidemocrática y antiliberal de sus élites dirigentes, con la respetabilidad social del extremo nacionalismo racista, etc. Esta corriente denunciaba el error de pretender arrancar el nazismo (con su antisemitismo, su pangermanismo y su fobia antidemocrática) exclusivamente de la crisis económica de 1929 y subrayaba el equívoco de olvidar la colaboración de la burocracia civil y militar y de las derechas políticas en el acceso de Hitler al poder.


4. TEXTOS Y CRÍTICA


* Max Weber

“Podemos resumir lo dicho hasta aquí diciendo que, por consiguiente, la ascesis protestante mundana actuó con toda energía contra el disfrute irrestricto de la propiedad; limitó el consumo, especialmente el consumo suntuario. En contrapartida, en sus efectos psicológicos liberó la adquisición de bienes de las trabas de la ética tradicional; rompió las cadenas que mantenían aherrojado al afán de lucro, no sólo legalizándolo sino viéndolo (...) directamente como deseado por Dios (...) ... la lucha contra los apetitos carnales y contra el aferramiento a los bienes materiales, no fue una lucha contra la ganancia racional sino contra la obnubilación irracional ante la propiedad. Obnubilación que consistía, sobre todo, en la valoración –condenable por idolátrica – de las formas ostensibles del lujo, tan caras a la percepción feudal, como algo opuesto al empleo racional y utilitario de los bienes, aplicado a los fines existenciales del individuo y la comunidad.
La ascesis protestante mundana no pretendía imponerle la privación al propietario. Pero lo obligaba a emplear su propiedad en cosas necesarias y prácticamente útiles (...). Al brillo y esplendor del boato “caballeresco”, sustentado sobre bases económicas inestables y que prefería la sórdida elegancia a la sobria sencillez, los cuáqueros contrapusieron, como ideal, la limpia y sólida comodidad del hogar burgués."

En este texto Max Weber nos explica las diferencias entre los católicos y protestantes, diferencias ideológicas que cambiaron las bases económicas (las ideas modifican la economía, justo al revés que lo que afirma el materialismo histórico). En estas sociedades protestantes el consumo empezó a bajar, bajando el consumo en objetos suntuarios inútiles, se produjo un ahorro de capital, que fue bien empleado para fomentar el trabajo y la riqueza.

Para los protestantes, que creen muchos en la predestinación, el enriquecimiento no es malo, es una señal, de que eres uno de los elegidos de Dios. Si es contraria la doctrina protestante a la exhibición de la riqueza, pero no en contra de tenerla (en cambio el catolicismo se caracteriza en gastos irreflexivos para boato y pompa). Estas sociedades al no desperdiciar, ahorran y acumulan capital (el capitalismo necesita de capital). Al final la concepción ideológica (que es lo importante para Max) de la sociedad, es lo que permite el desarrollo del capitalismo. Si hablásemos en términos marxistas, lo que aquí vemos es como lo superestructural condicional lo infraestructural. 


"Del lado de la producción de riqueza en la economía privada, la ascesis luchó tanto contra la injusticia como contra el afán de lucro puramente impulsivo ya que esto era lo que desechaba como codicia (...) Es decir: lo condenable era el afán de riquezas que tenía como objetivo último el ser rico, ya que la propiedad como tal era sólo una tentación. (...). Esta ascesis no sólo vio –en consonancia con el Antiguo Testamento y en completa analogía con la valoración ética de las “buenas obras”– el colmo de lo abominable en el afán de riquezas como objetivo y la bendición de Dios en la conquista de la riqueza como fruto del trabajo profesional. Más importante que eso es que concibió la valoración religiosa del trabajo mundano profesional incansable, constante, sistemático, como el más elevado medio ascético y, simultáneamente, como la más segura y visible prueba, tanto de la salvación de la persona re-nacida como de la autenticidad de su fe. Esta visión por fuerza tuvo que ser la palanca más poderosa imaginable para impulsar la expansión de esa concepción de vida que aquí hemos llamado el “espíritu” del capitalismo.
Si a este desencadenamiento del afán de adquisición le agregamos la ya mencionada limitación del consumo, el resultado visible se hace casi obvio: es la formación de capital a través de una ascética imposición del ahorro. Las restricciones que se oponían al consumo de lo adquirido no podían sino favorecer su empleo productivo como capital de inversión” (La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, 1904).

Querer ser rico por ser rico en el protestantismo no estaba bien visto, en cambio si te hacías rico por el fruto de tu trabajo pero sin tener ese deseo por ser rico, entonces estaba bien a los ojos de Dios. 
En realidad es cierto que en parte el protestantismo fomentaba el trabajo, ya que en las zonas católicas trabajar estaba muy mal visto, incluso los nobles que trabajasen podían perder su título nobiliario, mientras que en los países protestantes ganaban títulos nobiliarios como recompensa a su trabajo, empresas o descubrimientos científicos.
En este texto vuelve a hablar de la reducción del consumo en cosas inútiles para la formación de capital a través del ahorro.



* J. Kocka

“Lo que el programa de historia estructural desde los años cincuenta y el programa de la historia social desde los sesenta han hecho valer frente a la reducción tradicional del enfoque historicista, centrado en las acciones, las decisiones y las personas, es absolutamente aplicable a las posibles generalizaciones de la aproximación histórica basada en las percepciones y las experiencias de la ‘gente común’: la historia no se plasma en lo que los hombres perciben y experimentan. La reconstrucción (...) únicamente de percepciones y experiencias pasadas no puede conducir a la reconstrucción comprensiva de la historia en su conjunto. Los historiadores de distintas corrientes deberíamos poder alcanzar un consenso en torno a este punto. Recurriré a dos ejemplos para ilustrar este argumento: una cosa es tratar de comprender lo que la veneración de los santos significó para los miembros de las comunidades del primer cristianismo del siglo tercero y cuarto, para su experiencia intelectual y su visión de la realidad; otra cosa es, sin embargo, comprender por qué la veneración de santos comenzó en tales siglos, por qué esta práctica fue posible bajo las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales del Bajo Imperio romano, qué ‘significaba’ este hecho con respecto a aquella sociedad y su desarrollo a largo plazo. Para ello no basta con una posible reconstrucción aproximada, por lo demás muy difícil, del sentido que adquiría la veneración de los santos en el horizonte de experiencias de aquellos miembros de la comunidad. Se precisan más bien reflexiones tentativas de carácter histórico-estructural sobre la historia de la economía, la sociedad, la política y la cultura de aquella época, incluyendo esfuerzos teóricos dirigidos a la formulación de la acción política en la sociedad antigua…” (J, Kocka, Historia social y conciencia social, Madrid, 2002, pp. 75-76).

Es un texto donde Kocka critica la historia de las mentalidades, ya que las percepciones y experiencias personales a él le parecen insuficiente para construir la Historia, sino se acompañan de un análisis e investigación para comprender causas, el contexto económico que propició esas prácticas o mentalidades, el desarrollo... etc. Por ejemplo, es como si las personas te hablan del lujo en la burbuja inmobiliaria etc., y haces una historia a partir de las experiencias de esa gente, pero no explicas los procesos económicos ni como ni quien eran los bancos, ni por qué se daba crédito…etc. Es decir, las mentalidades están bien, siempre que se acompañen de análisis de las estructuras económicas-sociales y de la política del momento, que ayuden a comprender mejor el porqué de esas mentalidades.  
Él dice también que la historia social estructural reacciona contra la historia de acciones, decisiones, individuos… etc., lo que viene siendo el historicismo. 
La historia de las mentalidades no explican los grandes procesos de cambio. El hecho de que la historia estructural (marxista más rígida o Annales en su tercera generación), se vaya quedando obsoleta, es síntoma de que no quieren conocerse las causas de los procesos. Es una crítica a las historias del miedo, del amor, de las mentalidades que se hacen, etc., es decir, es una crítica a la tercera generación de Annales, que se centró en temas muy concretos y dejaron a un lado los análisis de las estructuras económicas y sociales.
En resumen, hay que contextualizar en contextos sociales y económicos cualquiera que sea la cosa de la que vayamos a hablar. 



* E. Nolte

“Con ‘El pasado que no quiere desaparecer’ puede hacerse referencia al pasado nacionalsocialista de los alemanes o de Alemania. El asunto implica la tesis de que normalmente cada pasado desaparece y que, este no-desaparecer, es algo totalmente excepcional. 
(...) La época de Napoleón I se representa siempre otra vez en el trabajo histórico de la misma manera que la época clásica de Augusto. Pero estos pasados han perdido lo atormentador que tenían para los contemporáneos. Por lo mismo ellos pueden ser dejados a los historiadores.
El pasado nacionalsocialista, en cambio, no es vencido (...) por este ir disminuyendo, por este proceso de agotamiento, sino que parece volverse siempre más vivo y más enérgico, pero no como ejemplo, sino como fantasma, como un pasado, que se establece realmente como presente o que está suspendido como una espada de corrección sobre el presente.
Para ello hay buenos razones. Cuanto más claramente se convierten la República Federal de Alemania y la sociedad occidental en “sociedades del bienestar”, tanto más extraña vuelve a aparecer la imagen del Tercer Reich con su ideología de la disposición al sacrificio de guerra, la máxima “cañones en vez de mantequilla” y los coros de las celebraciones escolares y las citas de los Eddas como “nuestra muerte se vuelve una fiesta”. 
Todos los hombres son hoy de opinión pacifista, pero no pueden, sin embargo, mirar desde una distancia segura la belicosidad de los nacionalsocialistas, porque saben que ambas superpotencias gastan año tras año, con mucho, más para su armamento, que lo que Hitler había gastado desde 1933 hasta 1939... (...)"

"Es un defecto llamativo de la literatura sobre el nacionalsocialismo que no sabe o no quiere admitir en que proporción todo lo que los nacionalsocialistas hicieron más tarde, con la excepción exclusiva del procedimiento técnico de gasificación, había sido descrito en una voluminosa literatura de los tempranos años 20: deportaciones, fusilamientos, torturas de masas, campos de la muerte, exterminio de grandes grupos según criterios objetivos, según exigencias publicas de exterminio de millones de inocentes juzgados como “hostiles”. 
“Pero igualmente debe parecer lícito y casi inevitable el siguiente interrogante: ¿Llevaron a cabo los nacionalsocialistas, llevó a cabo Hitler, una acción ‘asiática’ sólo porque ellos y sus semejantes eran víctimas potenciales o reales de una acción ‘asiática’? ¿El archipiélago Gulag no fue un antecedente de Auschwitz? ¿No fue el ‘asesinato de clase’ de los bolcheviques el prius lógico y fáctico del ‘asesinato de razas’ de los nacionalsocialistas?...” (E. Nolte, “El pasado que no quiere desaparecer”).

“Debido a la tendencia inherente al exterminio de un pueblo mundial, (la “solución final”, AR) se distingue de manera básica de todos los demás genocidios y constituye la contraparte exacta de la tendencia a la destrucción absoluta de una clase mundial por parte del bolchevismo; en este sentido se trata de la copia, traducida a términos biologistas, de un original social.” (E. Nolte, La guerra civil europea, 1917-1945. México: Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 464-465).


¡Feliz Miércoles! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
24/Mayo/2017

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