Con esta entrada hablaremos del último rey de la Edad Moderna en España: Carlos IV. Este monarca accedió al trono en diciembre de 1788 a la edad de 40 años, y aunque la historiografía actual le concede un papel activo en cuestiones de política exterior siempre se tuvo de él la imagen de un rey “no acorde con sus responsabilidades”. Fue aficionado a la pintura y la música y, como todo Borbón, amante de la caza y de los caballos. Se sintió defensor de la dinastía, especialmente de las ramas italianas de Nápoles y Parma.
Se casó con su prima hermana María Luisa de Parma, con una gran afición al lujo por lo que fue criticada junto con un supuesto romance que mantuvo con Godoy, bulo difundido por los enemigos de éste como única explicación de su ascenso meteórico.
Vamos a ir viendo las distintas fases de su gobierno, marcadas por el ascenso de distintos políticos.
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Carlos IV - Imagen de dominio público |
1. La etapa de Floridablanca y el temor al contagio revolucionario francés
Basándose en sus buenas relaciones con el que hasta entonces era príncipe de Asturias, el conde de Aranda pensaba que a la muerte de Carlos III sería llamado a relevar al conde de Floridablanca, pero el rey en su lecho de muerte recomendó al heredero Carlos IV que lo mantuviera como Secretario de Estado.
Carlos IV confirmó al conde de Floridablanca como Secretario de Estado junto con el equipo ministerial heredado de su padre, deshaciéndose así los planes del conde de Aranda. La segunda decisión que tomó el rey fue convocar Cortes en septiembre de 1789 para que los procuradores juraran como heredero al infante don Fernando. Pero fue en estos instantes cuando Francia entera se convulsionaba debido a la gran Revolución Francesa. Los ideales de la Revolución y el temor a la misma, hizo que Carlos IV ordenara que las Cortes fuesen disueltas el 17 de octubre de 1789 ante el temor de la propagación de la revolución francesa, ya que aunque la revolución había comenzado en mayo del 89, se estaba radicalizando en otoño, y para el día 6 de octubre se produjo el asalto al palacio de Versalles por los parisinos obligando al rey y su familia a trasladarse a París contra su voluntad.
Floridablanca intentó que las noticias de la Revolución Francesa no llegasen a España, e impuso la censura encargando a la Inquisición que requisara todo manuscrito que criticara la monarquía o el papado y que vigilara especialmente la universidad y los ambientes ilustrados. Esto solo fue una tendencia represiva que se había iniciado antes de la Revolución Francesa, ya que con la llegada de Floridablanca al poder en el 1777 se fueron poniendo trabas a la entrada de la Ilustración en España, a partir de 1784 se intensificó el control en las aduanas para impedir la entrada de los escritos de los filósofos, y un año después se fortaleció la censura reactivándose los tribunales inquisitoriales. Los ilustrados españoles fueron silenciados por sus críticas al aislacionismo cultural.
El temor de Floridablanca estaba justificado por la carencia de un dispositivo de orden público que pudiese contrarrestar la delincuencia política y por el malestar existente en muchas ciudades por la escasez de pan y su alto precio, situación similar a la que se había dado en Francia en el 1789. Las instituciones de seguridad en España tenían escasos efectivos, con competencias limitadas a áreas territoriales reducidas y sin visión de conjunto del orden público. Se elaboró un censo de residentes extranjeros en 1791 con el fin de controlar sobre todo a los ciudadanos franceses.
Una serie continuada de sequías y malas cosechas, especialmente la de 1788 (y que fue grave en Europa, siendo una de las causas de la revolución francesa), tuvieron como resultado en 1789 una subida fortísima del precio del pan dando lugar a disturbios, en estos motines empezaban a aparecer elementos ideológicos preocupantes para las autoridades como gritos subversivos y pasquines. Para evitar los motines debidos a la carestía y la propaganda revolucionaria que llegaba del exterior Floridablanca colaboró más estrechamente con el Santo Oficio, el Estado se encargaba de prevenir (se prohibió la publicación de noticias sobre Francia y se distribuyeron soldados en la frontera para impedir la entrada de noticias del exterior), y los 14 tribunales de la Inquisición se encargaban de la labor represiva (impedir la difusión de proclamas, folletos, libros, periódicos y octavillas antimonárquicas y anticlericales).
La posición de Floridablanca ante Francia siempre fue inflexible, se negaba a admitir la constitución francesa (la primera de ellas, redactada y jurada en 1791), y el juramento que había hecho de ella Luis XVI, esto en cierto modo ponía en peligro la cabeza del monarca francés y fue aprovechado por los partidarios del conde de Aranda que durante todo el año 1791 y principios de 1792 intrigaron en la corte para favorecer la caída de Floridablanca. Ante la negativa de éste a cambiar de postura y tras una reunión de Carlos IV con el embajador francés, el conde de Floridablanca fue destituido en el año de 1792
El mismo día de su cese se le obligó a marchar a Murcia, cuatro meses después sería detenido acusado de abuso de autoridad y de irregularidades administrativas, permaneció en prisión hasta 1794, aunque un año después fue completamente rehabilitado.
2. El breve gobierno del conde de Aranda en 1792
Para aceptar la secretaría de Estado Aranda puso como condición el restablecimiento del Consejo de Estado con él como decano, lo que le convertía de hecho en primer ministro. El Consejo de Estado durante el siglo XVIII no tuvo ningún tipo de actividad, fue remodelado y todos los “Secretarios de Despacho” pasaron a formar parte del Consejo de Estado, se instituyó el cargo de decano y se fijó el Palacio Real como sede para facilitar al rey su asistencia. La primera sesión tuvo lugar el 10 de abril con la cuestión de Francia como prioridad.
El conde de Aranda apostó por un aperturismo hacia Francia con la doble intención de influir en la situación de Luis XVI y de tener un aliado frente a Inglaterra, pero Aranda no contaba con que los revolucionarios girondinos alcanzaran el poder en marzo de 1792 e intentaran exportar el modelo revolucionario francés fuera de sus fronteras. En abril de 1792 la Asamblea francesa declaró la guerra a Austria y Prusia y en agosto se asaltó el palacio de las Tullerías, encarcelando al rey y a su familia, por lo que este hecho junto con los asesinatos de principios de septiembre obligaron a Aranda a retirar el embajador español de Francia.
Se convocó al Consejo de Estado donde se concluyó que era inevitable intervenir para reponer a Luis XVI en el trono, a pesar de que Inglaterra pudiese salir de su neutralidad y aprovechara la situación para atacar los intereses españoles de ultramar. Así que se pusieron manos a la obra con los preparativos para la guerra, aunque en secreto, para no empeorar la situación del monarca francés. Debido a las carencias financieras y de material y a pesar de la insistencia del papa para que España se sumara a la cruzada contra Francia, se obró con cautela y sin prisa porque el conde de Aranda pensaba que el momento idóneo para la intervención sería tras la derrota francesa ante Austria y Prusia. Pero una vez más se vieron incumplidas las expectativas del conde de Aranda, ya que el ejército prusiano fue derrotado en Valmi en septiembre por las poderosas fuerzas revolucionarias francesas, y este hecho obligó a Aranda a tomar posiciones más neutralistas debido a la imposibilidad del ejército español de entrar en guerra por su falta de preparación. La inacción del conde de Aranda decidió a Carlos IV a destituirlo en noviembre de 1792, tras ocho meses de gobierno, optando el monarca por una solución novedosa: poner en el gobierno al joven Manuel Godoy.
Se convocó al Consejo de Estado donde se concluyó que era inevitable intervenir para reponer a Luis XVI en el trono, a pesar de que Inglaterra pudiese salir de su neutralidad y aprovechara la situación para atacar los intereses españoles de ultramar. Así que se pusieron manos a la obra con los preparativos para la guerra, aunque en secreto, para no empeorar la situación del monarca francés. Debido a las carencias financieras y de material y a pesar de la insistencia del papa para que España se sumara a la cruzada contra Francia, se obró con cautela y sin prisa porque el conde de Aranda pensaba que el momento idóneo para la intervención sería tras la derrota francesa ante Austria y Prusia. Pero una vez más se vieron incumplidas las expectativas del conde de Aranda, ya que el ejército prusiano fue derrotado en Valmi en septiembre por las poderosas fuerzas revolucionarias francesas, y este hecho obligó a Aranda a tomar posiciones más neutralistas debido a la imposibilidad del ejército español de entrar en guerra por su falta de preparación. La inacción del conde de Aranda decidió a Carlos IV a destituirlo en noviembre de 1792, tras ocho meses de gobierno, optando el monarca por una solución novedosa: poner en el gobierno al joven Manuel Godoy.
3. Manuel Godoy y la guerra de la Convención. La lucha contra Francia
Manuel Godoy Álvarez de Faria tuvo una brillante y acelerada carrera debido al favor de los monarcas, en especial de la reina María Luisa de Parma. Hidalgo e hijo de coronel, en dos años y medio pasó de ser cadete del cuerpo de “Guardias de Corps” a teniente general del ejército, duque de la Alcudia, Consejero de Estado en 1792 y Secretario de Estado en noviembre de ese año.
Su meteórica ascensión no fue atípica en la época, en Inglaterra fue también fulgurante la promoción de William Pitt “el joven” con quien se quiso comparar a Godoy en España, pero el único parecido entre las dos carreras fue la juventud de ambos, ya que Pitt “el joven” fue un gran administrador y estadista, cualidades que no tenía Godoy.
Carlos IV le encargó a Godoy la tarea de salvar la vida a Luis XVI mediante una posición neutral ante la Convención y utilizando la diplomacia y los sobornos para evitar que votaran la condena a muerte del monarca francés, política que no dio resultado, puesto que Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793 ante la mirada de toda Europa.
Carlos IV le encargó a Godoy la tarea de salvar la vida a Luis XVI mediante una posición neutral ante la Convención y utilizando la diplomacia y los sobornos para evitar que votaran la condena a muerte del monarca francés, política que no dio resultado, puesto que Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793 ante la mirada de toda Europa.
La condena a muerte del rey supuso que Inglaterra rompiese relaciones con Francia tres días después, lo que empujó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia pese a la defensa que hizo el conde de Aranda (que permanecía en el Consejo de Estado) de la necesidad de que España permaneciera neutral debido a la debilidad del ejército español y las malas comunicaciones de la zona pirenaica que dificultarían el aprovisionamiento a las tropas, además de argumentar que el enemigo natural de España era Inglaterra que podía amenazar las posiciones españolas en América. A pesar de tener razón el conde de Aranda, puesto que Francia no era un enemigo natural en aquel momento, y lo que de verdad peligraban eran las colonias a mano de Inglaterra, el rey se dejo influenciar fuertemente por Godoy, y como resultado Aranda acabó siendo desterrado a Jaén y más tarde confinado en la Alhambra.
Se inició entonces una campaña de propaganda patriótica que justificase la lucha contra los franceses contando con la ayuda de la iglesia que veía en la Ilustración su gran enemigo. Convertido el conflicto en “cruzada”, Godoy pidió a los obispos que se exhortara a la población al combate desde los púlpitos. Se identificó Ilustración con Revolución, lo que provocó una corriente de fobia hacia los franceses que dio lugar en muchos lugares de España a violencia contra residentes franceses que no tenían nada que ver con la Revolución. Estos episodios fueron especialmente graves en Cádiz, Barcelona, Málaga y Valencia donde se atacaron a rivales comerciales franceses. Tanto España como la Convención utilizaron abusivamente la propaganda con el fin de alentar a la población a la lucha.
Aunque en un principio España atacó y se ocupó con algún éxito parcialmente el Rosellón, la guerra con Francia sería un tremendo desastre para España. Las tropas francesas eran mucho más disciplinadas por la presencia de los “representantes del pueblo” (comisionados por la Convención y que ejercían de “comisarios políticos”), que la mantenían una disciplina férrea a base de amenazas y guillotina, además de ser un ejército mejor pertrechado y muchísimo más numeroso. Así pues, tras ocupar los franceses el valle del Baztán y Fuenterrabía, ciudades importantes como San Sebastián se entregaron a Francia sin resistencia, y tres meses después, en noviembre de 1794, se entregó Figueras, lo que supuso un gran golpe moral para la población.
Los republicanos no avanzaron más porque se les echó encima el invierno pero en el verano del año siguiente (1795) se tomó Bilbao y Vitoria, y algunos meses antes se había tomado también Rosas y el Ampurdán (que dejaba a Barcelona casi en manos del enemigo). Finalmente los franceses no siguieron avanzando debido al cansancio de las tropas y al temor de los generales de alejarse demasiado de las vías de suministro y tener que defender un territorio demasiado extenso. El descontento popular junto con el agotamiento de la Hacienda Real provocó el acuerdo con los franceses, interesados también en dicho acuerdo porque se estaban debilitando al tener que mantener varios frentes abiertos. De todas formas, Francia ocupó estos territorios durante un tiempo.
Los reveses de la guerra propiciaron movimientos de oposición a Godoy entre los que destacan el del pedagogo Juan Antonio Picornell, el del marino Alejandro Malaspina y el del aristócrata conde de Teba. Sin olvidar a los españoles que estaban en el exilio y que se inclinaban por la vía revolucionaria como José Marchena. Aunque tenían objetivos distintos, tanto Picornell como Malaspina intentaron aprovecharse del descontento general causado por la guerra.
Picornell intentó, en 1795, proclamar un nuevo régimen para acabar con la crisis económica y con la inmoralidad de Godoy, apoyándose en las clases populares pero sin especificar qué tipo de régimen, incluso llegaron a tener preparadas dos proclamas, una monárquica y otra republicana según salieran las cosas. El día de San Blas de ese año de 1795 fueron detenidos Picornell y sus pocos secuaces, siendo condenado a muerte junto a tres de ellos pero les fue conmutada la pena por cadena perpetua en prisiones americanas. Dos años después conseguían escapar de la prisión de la Guayra uniéndose a los movimientos emancipadores americanos en contra de Madrid.
Por otro lado, tras circunnavegar la tierra y también en el año 1795, el famoso marino Malaspina intentó hacer llegar al rey su proyecto para librar a la monarquía de las manos de Godoy. Próximo a la política de Aranda, Malaspina deseaba un acercamiento a Francia como precaución ante Inglaterra y una mejor administración en los territorios americanos para evitar los conatos independentistas. Su proyecto fue interceptado por Godoy, y Malaspina fue detenido en noviembre acusado de conspiración contra la monarquía.
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Alejandro Malaspina - Imagen de dominio público |
También el conde de Teba (hijo de la condesa de Montijo) representaba la oposición aristocrática a Godoy (que seguía liderando Aranda), ante la desastrosa política exterior de Godoy, considerado un usurpador de las funciones tradicionales de la aristocracia. El conde de Teba añoraba la época en que el poder de los reyes se veía limitado por la independencia de la alta nobleza, reivindicaba un modelo de monarquía en la que el rey compartiese el poder con la aristocracia, por ello el conde de Teba fue condenado al exilio de la corte.
En la vanguardia del movimiento favorable al liberalismo destacó José Marchena, español exiliado en Francia, colaborador de la república francesa y que jugó un papel destacado en la difusión de la propaganda revolucionaria en España.
Proyectaba promover en España un proceso revolucionario pero no idéntico al francés sino que tuviera en cuenta las particularidades españolas como la falta de una burguesía que encabezara el proceso como había ocurrido en Francia. Pensaba acelerar el reformismo ilustrado suprimiendo la Inquisición, restableciendo las Cortes y limitando los abusos y privilegios del clero para que el pueblo accediera lenta y gradualmente a la plenitud de sus derechos políticos.
Ante toda esta fortísima oposición, Godoy decidió dar un giro a la política exterior (por temor a ser derrocado) e inició el acercamiento a Francia y el enfrentamiento con Inglaterra.
4. La alianza con Francia y la lucha contra Inglaterra
A) El gobierno de Godoy aliado a Francia
Tras la caída de Robespierre en julio del año 1794, la República intentó ser reconocida internacionalmente y así salir del aislamiento y poder atraer a España (que poseía un gran potencial naval) ante una previsible guerra con Inglaterra. La extenuación de las tropas francesas en territorio español y la falta de suministros por un lado, y la situación de la hacienda española, las derrotas militares y un gran malestar general que podía desembocar en una situación prerrevolucionaria por otro, llevaron a Godoy al acercamiento con Francia y a la búsqueda de un acuerdo para finalizar la guerra. La finalización del conflicto se firmó en Basilea en julio del año 1795 con un acuerdo donde territorialmente, España solo perdía sus posesiones en Santo Domingo, manteniendo el resto de territorios americanos y recuperando todo el espacio perdido en la Península Ibérica, fijando la frontera en los Pirineos. Acuerdo que en un principio parecía muy benévolo por parte de los franceses pero que a la postre les beneficiaría, puesto que éstos pretendían reeditar la alianza francoespañola (contra Inglaterra) que había unido a las dos potencias vecinas durante todo el siglo XVIII.
Alianza que se consiguió un año después (agosto de 1796) y que le valió a Godoy el título de “príncipe de la paz” otorgado por el monarca Carlos IV. Pacto llamado de San Ildefonso y firmado con el Directorio francés, en el que se establecía una alianza ofensiva-defensiva frente a Inglaterra. Aunque se intentaba justificar la imposibilidad de llegar a un acuerdo de paz con Inglaterra a causa de la ambición colonial británica, el cambio de actitud de Godoy respondía exclusivamente al oportunismo, uniendo así a una de las monarquías más tradicionales de Europa con la República regicida.
Dos meses después rompían las hostilidades con Inglaterra a pesar de los gravísimos perjuicios económicos que ello supondría para España. En realidad, la guerra contra Inglaterra fue mucho más desastrosa que la sostenida con Francia entre los años 1793 y 1795, iniciándose el sometimiento de España a las iniciativas francesas y a las pautas que marcaron (hasta el año 1808) el Directorio, el Consulado y el Imperio. En febrero del año 1797 una escuadra española fue derrotada frente al cabo San Vicente por otra inglesa con menos efectivos pero con una marinería y unos mandos mejor preparados, dos días después los ingleses se apoderaron de la isla Trinidad en el mar Caribe, isla de un importantísimo valor estratégico.
América era atacada por todos los lados, aunque con desigual resultado, por ejemplo, los españoles consiguieron rechazar la invasión inglesa a Puerto Rico tras quince días de combates. La armada inglesa que venció en San Vicente, con mas navíos y con Nelson como contralmirante, decidió atacar Cádiz, incendiar los arsenales y los barcos allí fondeados pero no logró ninguno de sus objetivos por lo que se dirigieron a las islas Canarias, y en julio del 1797 atacaron Santa Cruz de Tenerife, pero los ingleses fueron rechazados y Nelson perdió el brazo derecho.
La situación de la Hacienda española (agravada por la anterior guerra con Francia) se hizo angustiosa, se incrementaron los gastos militares y disminuyeron los ingresos (sobre todo los procedentes de América ya que se interrumpió el comercio marítimo), lo que aumentó el déficit hasta niveles insoportables. La victoria de Francia sobre Austria (que supuso un cierto equilibrio), y el coste económico que suponía la guerra (incluso para Inglaterra), motivaron el inicio de conversaciones de paz entre Inglaterra y Francia, siendo marginados los españoles (que exigían la devolución de Trinidad y Gibraltar) por el Directorio francés en dichas conversaciones, lo que provocó el enfriamiento de las relaciones franco-españolas.
Godoy, debilitado por las derrotas militares, por la crisis económica (agravada por pésimas cosechas que provocaron el alza de los precios) y por un cierto distanciamiento de los monarcas, realizó cambios en el gobierno dando entrada a notables ilustrados como Jovellanos y Francisco Saavedra. Jovellanos tenía los objetivos de reformar la universidad, iniciar la desamortización y suprimir parte de las atribuciones de la Inquisición; no consiguió nada de ello y fue declarado enemigo del Santo Oficio, siendo sustituido a los nueve meses y confinado en Asturias (días después se produjo una purga de ilustrados en la administración).
La subordinación que deseaba Francia para España creaba una fuerte irritación en Madrid, sobre todo entre los que pensaban que España estaba aislada de los países europeos (más próximos ideológicamente), lo que había ahondado la crisis económica y financiera con el consiguiente aumento del descontento social. Godoy se sentía agraviado por la marginación que sufrió por parte de Francia en las conversaciones de paz con Inglaterra, a su vez el Directorio recelaba de Godoy por sus buenas relaciones con los franceses monárquicos exiliados y por su actitud reacia a llevar a cabo una acción militar contra Portugal (alegando que la hija de Carlos IV estaba casada con el regente portugués).
Las presiones ejercidas por el Directorio empujaron a Carlos IV a cesar a Godoy en marzo de 1798 pero conservando todos los honores. Fue sustituido por Francisco Saavedra aunque, debido a sus muchos achaques, quien realmente dirigió los asuntos de gobierno fue Mariano Luis de Urquijo quien (con sólo 20 años) se intentó enfrentar a la delicada situación interior e internacional.
B) El paréntesis ministerial de Urquijo (1798-1800)
Entre el cese de Godoy en el año 1798 y su regreso al poder en 1800, Urquijo se enfrentó a una crisis económica en el interior, empeorada por una gran inflación y el continuo hostigamiento de los corsarios ingleses (que mantenían cortada la comunicación con América). En un contexto de riesgo de bancarrota, Urquijo puso en marcha un proceso desamortizador que le enfrentó con la iglesia. Pero los problemas más graves se daban en la escena internacional donde España tenía, cada vez más, limitada la capacidad de maniobra. Urquijo se debatía entre mantener los vínculos que unían a España con Francia o, por el contrario, tomar partido en contra de la república, Las presiones del Directorio le decidieron por el lado francés ante el temor de una invasión.
Tras la batalla de Abukir (donde fue destruida la armada francesa del Mediterráneo, quedando Napoleón aislado en Egipto), y la toma de Menorca, quedaba claro el dominio marítimo inglés. Se iniciaron los preparativos en Tolón para concentrar una armada francoespañola que transportara desde Egipto a las tropas de Napoleón mientras Francia presionaba a Carlos IV para que facilitara el paso del ejército hacia Portugal con la intención de forzar un tratado y evitar así la presencia de la flota británica en los puertos portugueses; pero Carlos IV no deseaba permitir el tránsito del ejército francés por suelo español ante el miedo de que difundiesen el ideario republicano.
Urquijo, convencido de que Inglaterra era más peligrosa para los intereses españoles que el sistema revolucionario, optó por mantener los vínculos con Francia, lo que acentuó la dependencia de nuestra política con respecto al poderoso vecino. En noviembre del año 1799 se inauguró una nueva forma de gobierno en Francia: el Consulado, con Napoleón como primer cónsul, este impuso en diciembre el cambio de Urquijo por Godoy, que volvió como Generalísimo a inicios de 1800, y a la cabeza del ejército en enero del año 1801 aunque completamente dependiente de Napoleón, situación que se prolongó hasta el año 1808.
C) La política española al servicio de los intereses napoleónicos
La vuelta de Godoy se debió a tres factores, en primer lugar al deseo del rey de reanudar las buenas relaciones con la iglesia (afectada por la política desamortizadora de Urquijo), en segundo lugar a la disposición de Godoy a someterse a Napoleón y en tercero a las intrigas urdidas por el propio Godoy contra Urquijo. Se inició la persecución de elementos reformistas del anterior gobierno de Urquijo, Godoy se alió con el clero y se situó a la cabeza de una ofensiva reaccionaria encarcelando, por puro rencor, a Jovellanos entre el año 1801 y el 1808 culpándole de su pérdida del poder en 1798. Los ilustrados quedaron relegados al ostracismo hasta 1808 cuando tuvieron de nuevo la oportunidad de influir en los asuntos públicos.
Godoy (espoleada su ambición por Napoleón prometiéndole la Corona del Algarbe) junto con Luciano Bonaparte (hermano de Napoleón y embajador francés en Madrid), convencieron a Carlos IV de lo beneficioso de una intervención española en Portugal, evitando que Napoleón colocara un monarca satélite en el trono luso. Godoy le dio un ultimátum a Portugal, exigiéndole que rompiera relaciones con Inglaterra, que cerrara sus puertos a los barcos ingleses y que cediera parte de su territorio hasta que Inglaterra devolviera Trinidad A España y Malta a Francia.
Como Portugal se negó a ceder a las pretensiones españolas, en febrero del año 1801 se declaró la guerra a Portugal, la llamada “guerra de las naranjas”, que acabó con el tratado de Badajoz en junio del mismo año y donde Portugal se comprometía a cerrar sus puertos a los ingleses, a entregar Olivenza a los españoles y un territorio al este de la Guayana a Francia, a firmar un tratado comercial con la república y a pagar una indemnización de 15 millones de libras. Napoleón quedó insatisfecho con el resultado, puesto que pretendía la invasión de Portugal para forzar a Inglaterra la devolución de Malta, Menorca y Trinidad. Agotadas por el esfuerzo bélico, Francia e Inglaterra firmaron la paz de Amiens sin contar con los intereses españoles (una vez mas) por lo que Trinidad quedó en manos inglesas.
Como la paz de Amiens no resolvía realmente los problemas en Europa, Napoleón (nombrado cónsul vitalicio en agosto), necesitaba la ayuda de España para cuando se reanudara la guerra (lo cual se produjo en el 1803), intentando España permanecer neutral junto con Rusia y Prusia, objetivo que no se logró y no le quedó más remedio que firmar el “tratado de subsidio”, por el cual se comprometía a pagar a Francia seis millones de libras al mes y permitir la entrada en los puertos españoles de los buques franceses.
Godoy, guiado una vez más por su ambición personal y deseando ser rey del Algarbe, acabó poniendo la armada española bajo las órdenes de Napoleón. La guerra volvió a ser calamitosa para España, Napoleón intentaba unir las dos flotas para invadir Inglaterra con 160.000 soldados, pero en octubre del 1805 las flotas inglesa y francoespañola se encontraron en Trafalgar sufriendo estos una gran derrota debida a la escasa preparación de las tripulaciones hispanogalas y a la mediocridad del almirante francés Villeneuve. La brillantez de Nelson y la necedad de Villeneuve (que ignoró las recomendaciones de los marinos españoles), fueron las causas de la derrota. Junto a Nelson murieron Churruca, Alcalá Galiano y Gravina (élite de la marina de guerra española).
La impopularidad y el desprestigio de Godoy creció por lo que la dependencia de éste de Napoleón era cada vez mayor, y en 1807 Godoy mandó 14.000 soldados a Alemania para apoyar el bloqueo continental a Inglaterra y puso a la venta una séptima parte del patrimonio de la iglesia (previa autorización papal), para contribuir al esfuerzo militar francés. Napoleón propuso a Godoy acabar con la monarquía de los Braganza y reservarle el Algarbe, y firmaron el tratado de Fontainebleau en octubre del 1807 en el que se fijaba el reparto de Portugal y se permitía la entrada del ejército francés a suelo español para colaborar con el ejército hispano en la conquista de Portugal. Ese mismo mes se dieron los primeros pasos para desalojar a Godoy mediante intrigas en torno al príncipe de Asturias (el futuro Fernando VII).
D) El partido fernandino y las conspiraciones de El Escorial y Aranjuez
La oposición aristocrática se aglutinó en torno al príncipe de Asturias (futuro Fernando VII) que se convirtió en el enemigo más activo de Godoy, formándose así el llamado “partido fernandino” dedicado a desprestigiar a Godoy y a los reyes mediante la calumnia, la sátira y la difamación, pagado todo ello por don Fernando. En los meses previos a octubre del año 1806, Godoy negociaba una alianza con Inglaterra y Rusia contra Napoleón. Pero poco después Godoy olvidaba la posible alianza con Inglaterra y Rusia, debido a la gran victoria de Francia este ante Prusia, por lo que Godoy abandonó el proyecto antinapoleónico. A pesar de ponerse de nuevo del lado Francia, Napoleón había perdido la confianza en Godoy, situación que aprovechó Fernando para postularse como el mejor sustituto a Godoy.
El nombramiento de Godoy como “alteza serenísima” por el rey Carlos IV hizo pensar a Fernando que iba a ser apartado de la sucesión al trono y que Godoy sería nombrado regente a la muerte del monarca, ya debilitado y enfermo. Tras descubrirse la conspiración de El Escorial, por la cual el rey Carlos IV sería obligado a abdicar en Fernando con la ayuda de la nobleza, Fernando fue recluido en sus habitaciones y desterrados los conjurados más destacados. Fernando fue perdonado por esta conspiración, pero la institución monárquica de Carlos IV salió perjudicada, y la desconfianza hacia Carlos IV fortaleció la posición del partido fernandino, ya que la mayoría de los españoles creían que todo había sido una conspiración de Godoy para desacreditar al príncipe de Asturias.
Entre los días 17 y 19 de marzo del año 1808 se produjo el motín de Aranjuez, organizado por los partidarios de Fernando y que no era más que una prolongación de la conspiración de El Escorial con los mismos protagonistas y fines pero mejor organizado, y se saqueó el palacio de Godoy donde se encontraba la familia real. Carlos IV fue obligado a destituir a Godoy (el 18 de marzo) que fue encarcelado en el castillo de Villaviciosa, y a abdicar en su hijo Fernando un día después. Carlos IV quedó bajo la custodia de Murat (para poder ser utilizado por Napoleón según su conveniencia) que estaba acampado a las afueras de Madrid. Fernando le permitió entrar en la capital con el ejército el día 23 de marzo. Se celebró la caída de Godoy y se exaltó la figura de Fernando como libertador, mientras se esperaba la confirmación o no del nuevo monarca por parte de Napoleón.
Pero Napoleón no quería reponer en el trono a Carlos IV (contra la opinión de la mayoría de los españoles), ni quería reconocer a Fernando (sublevado contra su padre), por lo que decidió asimilar a su imperio a España junto con sus colonias americanas mediante la sustitución de la dinastía borbónica por un miembro de su propia familia: José Bonaparte.
Se sucedieron los incidentes entre civiles y soldados franceses, y en abril se liberó a Godoy que se fue a Francia, Fernando decidió partir hacia la frontera para reunirse con Napoleón, y por Madrid corrió el rumor de que los hijos menores y nietos de Carlos IV iban a ser trasladados a Bayona. El 2 de mayo estalló un motín en Madrid que sería el detonante de un proceso revolucionario planeado con antelación. La familia real fue trasladada a Bayona y Carlos IV y Fernando fueron obligados a abdicar en favor del emperador francés Napoleón, quien a su vez abdicó y nombró rey de España a su hermano José el 4 de Junio de 1808, aunque éste no llegó a España hasta el día 20 de julio, quedando como autoridad suprema en la península el general en jefe del ejército francés: Murat.
El 13 de mayo se conocieron en Madrid las abdicaciones dando como resultado un alzamiento general que intentó evitar su aceptación. Las autoridades tuvieron que ceder el poder a juntas formadas por personas de relieve en la vida política, social y económica que intentaron restablecer el orden público. En septiembre de 1808 se reunieron en Aranjuez delegados de las juntas decidiendo asumir el poder apelando a la soberanía popular, sus objetivos eran acabar con los desórdenes públicos e iniciar una guerra legitimada por el pueblo que rechazaba el cambio de dinastía. La guerra tendrá un efecto devastador en una economía que, por entonces, ya se encontraba sumida en una profunda crisis.
Finalizaba así la Edad Moderna en España, con la caída de Carlos IV se iniciaba la Edad Contemporánea con una serie de cambios que se irían dando a mayor o menos velocidad, tanto a nivel económico, como social (abolición de los estamentos), como colonial (independencia de casi todas las colonias americanas), como político... etc.
Finalizaba así la Edad Moderna en España, con la caída de Carlos IV se iniciaba la Edad Contemporánea con una serie de cambios que se irían dando a mayor o menos velocidad, tanto a nivel económico, como social (abolición de los estamentos), como colonial (independencia de casi todas las colonias americanas), como político... etc.
5. Breves notas sobre la crisis del cambio de siglo
A finales del siglo XVIII era evidente el debilitamiento del crecimiento demográfico y el cansancio en los sectores productivos. La agricultura, la ganadería, el comercio y las manufacturas fueron gravemente afectados por las guerras que agotaron los recursos e interrumpieron el comercio exterior (sobre todo con América) lo que puso a la monarquía absoluta al borde de la bancarrota.
A) Agricultura, ganadería y manufacturas
Si bien es cierto que a principios del siglo XVIII la agricultura experimentó cierta expansión, a partir de 1780 se sucedieron una serie de malas cosechas surgiendo serios problemas de abastecimiento, siendo frecuentes las carestías y las crisis de subsistencia. La falta de flexibilidad del sistema productivo, la pervivencia de sistemas de explotación y de propiedad poco evolucionados, junto con la ineficacia de las pocas medidas correctoras dio como fruto el bloqueo agrario; sin perder de vista la resistencia de los poderosos y la falta de voluntad de los gobernantes excesivamente inmovilistas (no se tocaron los privilegios de los poderosos). En el último cuarto del siglo XVIII la producción de cereal estaba estancada, por lo que regiones como Andalucía tuvieran que importar grano para paliar el déficit crónico, situación que se dio por la falta de un número importante de labradores acomodados y por la continua tensión social en el campo que perdurará hasta los siglos XIX y XX.
La reducción de beneficios debido al incremento de los costes de producción (pastos más caros y sueldos más altos) y la congelación del precio de la lana, junto con la retirada del favor real y una legislación que recortaba los privilegios de la Mesta, hicieron declinar la ganadería trashumante a partir de 1770, hasta la caída definitiva de las lanas españolas en la guerra de la independencia.
A partir de 1790, las manufacturas se vieron beneficiadas por una legislación liberalizadora que recortaba las trabas gremiales y ampliaba los horizontes del capitalismo privado, aunque la incertidumbre política, la subida de los salarios y el impacto de la guerra en el comercio (que impedía la llegada de materias primas para la producción manufacturera), llevaron a un hundimiento de la industria y del comercio, sobre todo el colonial.
B) La paralización del crecimiento demográfico
Enfermedades endémicas (paludismo, viruela, tifus), enfermedades epidémicas nuevas (fiebre amarilla), junto con las crisis de subsistencia mantuvieron elevada la tasa de mortandad y tuvieron una gran incidencia en el tránsito del siglo XVIII al XIX. La falta de higiene, la alimentación deficiente y las enfermedades daban como resultado un 25% de mortalidad en menores de 1 año, aumentando hasta un 35% en los menores de 7 años y a un 80% en las inclusas (es decir, los niños abandonados que se dejaban en conventos). La esperanza de vida era de 27 años frente a los 25 años del siglo XVII, lo que demuestra el poco avance conseguido y la pervivencia de un modelo demográfico donde la mortandad juega un papel relevante.
El estancamiento económico, con el consiguiente empobrecimiento de la población, produjo situaciones donde empezaba a aflorar una conflictividad social cada vez mayor; sucediéndose las huelgas, los alborotos, los motines y los actos violentos.
En Andalucía, las causas de la conflictividad estuvieron relacionadas a la cuestión señorial. El intento de recuperar baldíos y zonas comunales que habían sido usurpadas por los señores y los pleitos contra los monopolios señoriales fueron las armas utilizadas en la lucha por la tierra y sus rentas. También hubo resistencia a pagar el diezmo y a la subida de impuestos pero no se llegaron a provocar revueltas.
C) La quiebra de la Hacienda
La Hacienda pasó de una situación aceptable en 1789 a casi la bancarrota en 1808 debido al ciclo de guerra casi permanente en que España se vio envuelta. La guerra con la República francesa (1793-1795) puso en marcha el proceso de progresivo endeudamiento. Para lograr fondos necesarios para el ejército y la marina se emitieron títulos de deuda (vales reales) que se pagaban a un 4% anual.
La guerra con Inglaterra (1796) fue un duro golpe para las finanzas españolas ya debilitadas, el bloqueo comercial redujo los ingresos aduaneros y se interrumpió la llegada de caudales americanos. Se estableció una “caja de amortización” para hacer frente a los préstamos que vencían y para pagar los intereses de los vales reales. Se desamortizaron bienes raíces pertenecientes a hospitales, casas de misericordia y de expósitos, obras pías, cofradías, etc..., quedando prácticamente desmantelada la red benéfica de la iglesia tras 10 años (1798-1808) en los que perdió un sexto de sus propiedades rurales y urbanas.
Los bienes enajenados fueron subastados y al antiguo propietario se le pagaba una renta de un 3% a través de la “Caja de amortización”. Se tramitaron casi 80.000 expedientes de desamortización con un montante total de casi 1.500 millones de reales. Todo ello no fue suficiente para sacar a la Hacienda de los apuros en los que se veía envuelta, los funcionarios tardaban meses en cobrar el salario y los titulares de vales reales tardaban a veces más de un año en percibir sus rentas.
Los ingresos ordinarios no llegaban a 500 millones de reales mientras que los gastos se aproximaban a los 900 millones, aparte de los 200 millones de reales anuales que costaba la deuda emitida. El endeudamiento irreparable a que había llegado el Estado fue lo que llevó a la monarquía a su quiebra definitiva.
¡Feliz Miércoles! - Aprehender la historia, hacer historia, aprendes la historia
19/Octubre/2016
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