En esta segunda entrada sobre Felipe II vamos a ver los conflictos que tuvo derivados de la extensión del protestantismo, así como la anexión de Portugal.
1. El avance del calvinismo y el conflicto en los Países Bajos
A pesar de la paz de Cateau-Cambresis de 1559, que pareció terminar las guerras entre España y Francia, los conflictos continuaron, sobre todo por el auge del calvinismo que afectaría a España indirectamente en Francia y de lleno en los Países Bajos. El calvinismo se expandió desde Ginebra, convirtiéndose en un movimiento organizado de carácter internacional por su naturaleza esencialmente renovadora del orden moral y social existente, además de su espíritu combativo. Se convirtió en una verdadera oposición organizada y contó, como en el caso de Francia, con la adhesión de parte de la nobleza e, incluso, de “príncipes de la sangre”. El enfrentamiento no fue sólo con los católicos sino que se tradujo en una lucha entre las poderosas familias de los Guisa (católicos) y los Chatillon (hugonotes). La incorporación de “hombres de espada” convirtió la lucha en un conflicto de partidos.
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Retrato de Juan Calvino, teólogo francés creador de la doctrina cristiana calvinista - Imagen de dominio público |
En los Países Bajos, el calvinismo contó con una escasa adhesión por parte de la nobleza pero, debido a la vecindad con Francia y las nulas dificultades geográficas en la frontera, la penetración de los hugonotes (calvinistas franceses) fue continua, lo que era una constante amenaza para la situación de los Países Bajos.
Enrique II de Francia, antes de morir, encomendó a su yerno Felipe II la tutela sobre sus hijos y herederos, muy jóvenes o menores de edad. El monarca español apoyó a Catalina de Médicis que gobernó tras la muerte de su hijo Francisco II (1559-1560), pero durante el reinado de Carlos IX optó por una política de tolerancia a los calvinistas (hungonotes) para evitar los continuos conflictos internos. Entonces Felipe II apoyó a los católicos, pero Catalina rehusó su ayuda a partir de 1570 temiendo la subordinación al monarca español y temiendo el enfado de los hungonotes. Así que Catalina intentó mantener la paz interior mediante concesiones a los protestantes y a la vez evitando el enfrentamiento con España, al cual le inclinaban los hugonotes que querían apoyar a los protestantes de los Países Bajos. Felipe II optó por una política defensiva porque tampoco quería la ruptura con Francia.
Enrique II de Francia, antes de morir, encomendó a su yerno Felipe II la tutela sobre sus hijos y herederos, muy jóvenes o menores de edad. El monarca español apoyó a Catalina de Médicis que gobernó tras la muerte de su hijo Francisco II (1559-1560), pero durante el reinado de Carlos IX optó por una política de tolerancia a los calvinistas (hungonotes) para evitar los continuos conflictos internos. Entonces Felipe II apoyó a los católicos, pero Catalina rehusó su ayuda a partir de 1570 temiendo la subordinación al monarca español y temiendo el enfado de los hungonotes. Así que Catalina intentó mantener la paz interior mediante concesiones a los protestantes y a la vez evitando el enfrentamiento con España, al cual le inclinaban los hugonotes que querían apoyar a los protestantes de los Países Bajos. Felipe II optó por una política defensiva porque tampoco quería la ruptura con Francia.
A) LOS PAÍSES BAJOS ANTES DE LA GUERRA:
Los Países Bajos tenían un gran interés económico para España al estar muy poblados, tener una alta industrialización, elevado nivel de vida e importancia cultural. Además de haber sido durante siglos mercado para la lana de Castilla y ser exportadora de productos textiles, metalúrgicos y de bastimentos. Amberes era el centro comercial y financiero más importante de Europa donde se realizaban los intercambios comerciales entre sur y norte, y también era un creciente mercado de distribución para los productos ultramarinos españoles y portugueses.
Las 17 provincias de los Países Bajos eran católicas pero penetró en ellas rápidamente el luteranismo y el anabaptismo desde Alemania, siendo reprimidos y erradicados duramente por Carlos V. A partir de 1559 el calvinismo se extendió por las ciudades textiles fronterizas con Francia y se organizó para enfrentarse a las autoridades contando con la ayuda de los hugonotes y los propios conflictos internos para progresar hasta las provincias del norte.
Felipe II al volver a España formó un Consejo de Estado para asesorar a su hermanastra Margarita, gobernadora de Países Bajos y casada con Octavio Farnesio (duque de Parma). Este Consejo estaba compuesto, entre otros, por Guillermo de Orange, los condes de Egmont, Horn y el barón de Montigny, aunque le dio orden a Margarita de que consultase los asuntos más importantes con tres de sus miembros entre los que destacaba Antonio Perrenot, obispo de Arrás (mas tarde cardenal de Granvela). Perrenot, extranjero en Flandes, se identificaba con la causa española, y coincidía con Felipe II la idea de organizar un estado centralizado de las 17 provincias para facilitar su gobierno.
Los nobles descontentos reclamaron una mayor representación en el consejo, y el barón de Montigny fue enviado a España para pedir la destitución de Granvela. Ante su fracaso, Egmont y Orange se retiraron del consejo y Felipe II tuvo que destituirlo en 1564 debido a las tensiones creadas. Tras la caída de Granvela, la permisividad de los grandes señores respecto a la resistencia de los calvinistas a los edictos y a la inquisición colocó al Consejo de Estado en una difícil posición. Orange, todavía católico, protegió la libertad de conciencia de los protestantes para evitar problemas.
Felipe II, temiendo pasar por una situación parecida a la francesa, desoyó los consejos de prudencia con los calvinistas e implantó, en 1565, los decretos del concilio de Trento y la nueva organización eclesiástica, en la que se le daba un importante papel a la Inquisición. Egmont fue enviado a Madrid para salvaguardar los privilegios y suplicar moderación en la persecución de los protestantes, pero el monarca español fue inflexible y ordenó a Margarita de Parma que las medidas contra los herejes fueran aplicadas con rigor.
Una representación de la pequeña nobleza pidió a la gobernadora, en abril de 1566, que se suavizara la persecución de los protestantes pero fueron calificados despectivamente de “gueux” (mendigos), lo que daría nombre a este movimiento de reto al gobierno. Margarita suspendió la aplicación de los decretos para consultar a Madrid, aunque no pudo evitar una revuelta popular nacida del acuerdo tácito de libertad religiosa y acuciada por el hambre debido a los altos precios del cereal tras un pésimo invierno. La revuelta saqueó de iglesias, destrozó imágenes y robó objetos valiosos de culto aunque la gobernadora controló de momento la situación con la ayuda de los señores, asustados por la violencia de los iconoclastas que plantearon un movimiento religioso, no el político que ellos defendían.
B) ESTALLIDO DE LA GUERRA (1568) Y GOBIERNO DEL DUQUE DE ALBA (1568-73):
Restablecido el orden, la gobernadora sugirió algunas concesiones, ya que estaba en situación de fuerza, pero la impresión que había causado la violencia de la revuelta hizo que Felipe II decidiera optar por la posición del duque de Alba, partidario del uso de la fuerza contra la herejía y la sedición para evitar una situación parecida a la francesa. Fue el mismo duque de Alba el encargado de reprimir la revuelta y, en abril de 1567, partió hacia Italia para reunir los tercios de la península en Milán y en agosto llegó a Bruselas por el “camino español”. Tenía la orden de acabar con la oposición política y religiosa, agrupando todas las provincias en un reino con la capital en Bruselas.
La guerra abierta de los Países Bajos contra la autoridad española se considera que comienza en mayo (día 23) de 1568 en la batalla de Heiligerlee, en la que Luis de Nassau y Adolfo de Nassau, (ambos hermanos de Guillermo de Orange, el líder de la rebelión de los Países Bajos contra las autoridades españolas), invadieron la provincia de Groninga con 4000 hombres, venciendo a los españoles en una emboscada. Murieron 1500 leales a España y tan solo fue herido un neerlandés. Esta guerra que ahora comenzaba, duraría 80 años (es la conocida como Guerra de los 80 años), hasta 1648.
Pero ante la llegada del duque de Alba, y el temor que este infringía, parte de la oposición antiespañola huyó a Francia y Alemania (como Guillermo de Orange) y otros más confiados (como Horn y Egmont), se quedaron y fueron encarcelados, siendo responsabilizados de las revueltas por un tribunal especial creado por el duque de Alba llamado “tribunal de la sangre” que actuó con gran dureza. Guillermo de Orange intentó una invasión desde Alemania en el 1568 pero fracasó al estar el país atemorizado. El duque de Alba aprovechó la circunstancia para endurecer la represión y ahorcar a Horn y Egmont en Bruselas como advertencia.
La guerra abierta de los Países Bajos contra la autoridad española se considera que comienza en mayo (día 23) de 1568 en la batalla de Heiligerlee, en la que Luis de Nassau y Adolfo de Nassau, (ambos hermanos de Guillermo de Orange, el líder de la rebelión de los Países Bajos contra las autoridades españolas), invadieron la provincia de Groninga con 4000 hombres, venciendo a los españoles en una emboscada. Murieron 1500 leales a España y tan solo fue herido un neerlandés. Esta guerra que ahora comenzaba, duraría 80 años (es la conocida como Guerra de los 80 años), hasta 1648.
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Primeras batallas de la Guerra de los 80 años, en el año 1568 (Autor foto: Tachtigjarige Oorlog 1568.svg: Nederlandse Leeuwderivative work: Rowanwindwhistler (talk) Fuente: wikipedia) This file is licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International license. |
Para sostener a su ejército, Alba convocó Estados Generales para conseguir varios impuestos (como el 10% de toda transacción mercantil) mediante la coacción. Una vez controlada la situación no se dieron más revueltas pero la amenaza vino del exterior, por un lado de los hugonotes que incitaban continuamente al levantamiento y por otro lado las agresiones de los “gueux” que aprovechaban las carencias de la armada española.
Guillermo de Orange firmó una alianza con los hugonotes franceses mientras que su hermano Luis de Nassau intentaba convencer a Carlos IX de que ayudara a los rebeldes de Flandes. Los “mendigos del mar” tomaron el puerto de Brill en la desembocadura del Mosa (en abril de 1572) al estar desguarnecido. Tanto el duque de Alba como Orange y Nassau le restaron importancia a este hecho pero otros grupos de “gueux” del mar ocuparon en pocas semanas el territorio de Holanda y Zelanda profanando y quemando iglesias. Ante tal éxito, Luis de Nassau y los hugonotes presionaron al rey para que permitiera el ataque al duque de Alba, pero fueron derrotados y Carlos IX para evitar un conflicto directo con España, aceptó la eliminación del jefe calvinista Coligny (eliminación que planteaba la católica Catalina de Médicis), preludio de la “noche de San Bartolomé” (24 de agosto de 1572).
El duque de Alba comenzó la reconquista del país convencido de que la represión era el único medio de dominar a los rebeldes, saqueando algunas ciudades y pasando a cuchillo a la población de otras. La falta de fondos para pagar a los soldados provocó una serie de motines que entorpecieron el avance español, el duque de Alba se percató entonces de que su política de dureza y saqueo conducía a una resistencia más tenaz, incluso por parte de los católicos.
C) LOS GOBIERNOS DE REQUESENS y JUAN DE AUSTRIA:
Felipe II decidió, a sugerencia de la facción de Éboli (Granvela y Antonio Pérez), sustituir al duque de Alba y nombró como gobernador de los Países Bajos a Luis de Requesens y Zúñiga en 1573 (experto militar y diplomático que fue consejero de don Juan de Austria) al que le fue encargada la misión de llevar a cabo una política conciliadora en contraposición a la política de represión anterior.
Los “mendigos del mar” seguían siendo una amenaza y, al tomar Middelburgo en febrero de 1574, la amenaza pasó a ser un bloqueo total, controlando la ruta entre Flandes y España y, por consiguiente, el importante comercio español. Luis de Nassau murió en la batalla de Mook (abril de 1574), importante victoria de los españoles. Esta victoria pudo ser el final de la rebelión de los Países Bajos, ya que dejó a los protestantes sin defensas ninguna. Fue un momento de oro que no pudo ser aprovechado por los españoles, ya que al retrasarse la paga de los tercios, estos se amotinaron, echando a perder toda la ventaja estratégica que habían ganado. Los amotinados marcharon sobre Amberes que fue tomada como botín. Sofocado el motín y reanudada la reconquista, se produjo la bancarrota de septiembre de 1575, lo cual dificultó aún más la paga a los soldados e inició la etapa de los grandes motines.
En marzo de 1576, murió Requesens y el vacío de poder fue aprovechado por Guillermo de Orange (pasado ya al calvinismo), que unió las Provincias contra España y, en septiembre del mismo año, fueron arrestados los miembros del Consejo de Estado que eran partidarios de Felipe II. Tras esto, los tercios asaltaron de nuevo Amberes y la saquearon salvajemente en busca de botín, matando unos 7.000 ciudadanos.
Los Estados Generales se reunieron en Gante, con delegados de todas las provincias, y suspendieron los edictos contra la herejía, proclamando la libertad de culto en Holanda y Zelanda donde la mayoría era católica. También se pidió la expulsión de los tercios españoles. Pero también entre los rebeldes había diferencias que impidieron un acuerdo en todos los aspectos, por ejemplo, en Holanda y Zelanda se proclamó la libertad religiosa, mientras que en Brabante y Flandes se impusieron gobiernos revolucionarios que reprimieron la fe católica.
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Guillermo de Orange - Imagen de dominio público |
La división entre los rebeldes facilitó una cierta reconciliación a la llegada del nuevo gobernador, don Juan de Austria, en noviembre de 1576. Tuvo que aceptar, en febrero de 1577, el Edicto Perpetuo que le impusieron las provincias meridionales para ser reconocido como gobernador y que éstas mantuvieran la fe católica. Se vio obligado a retirar los tercios a causa de las pocas fuerzas y dinero que Felipe II le prestaba (Felipe II tenía miedo de que don Juan de Austria promoviese un levantamiento en Inglaterra contra Isabel I y se casase con María Estuardo). Don Juan, a pesar de los pocos recursos que tenía, pasó a la acción y en julio de 1577 tomó Namur y pidió al rey la vuelta de los tercios. El rey entonces consintió, y los tercios volvieron al mando de Alejandro Farnesio, gran amigo de don Juan, cosechando una rotunda victoria en Gembloux a principios de 1578, pero la falta de dinero impidió proseguir la campaña y que se tomara Bruselas, debido a que los soldados se amotinaron.
Las provincias valonas, cristianas y francófonas, llamaron como jefe al duque Francisco de Anjou (hermano del rey de Francia Enrique III) mientras que las del norte optaron por el conde palatino del Rin. En octubre de 1578 murió don Juan de Austria de tifus a los 33 años, dejando como gobernador a Alejandro Farnesio que luego fue ratificado por Felipe II.
D) GOBIERNO DE ALEJANDRO FARNESIO (1578-1585):
Alejandro Farnesio era hijo de Margarita de Parma y de Octavio Farnesio y, por lo tanto, sobrino de Felipe II, y fue criado en la corte junto con don Juan de Austria. Buen soldado y hábil gobernante supo aprovechar las diferencias entre las provincias meridionales y las septentrionales: las provincias valonas (que aceptaban el dominio español) crearon la Unión de Arrás en enero de 1579, a la que respondieron las provincias del norte creando la Unión de Utrech consumándose la ruptura del país, ambas darían como resultado Bélgica y Holanda.
En mayo consiguió firmar el Tratado de Arrás con los representantes de Artois, Hainault y Flandes valón por el que era reconocido Felipe II como soberano y adoptaban la fe católica como única. A cambio se les reconocían sus libertades, la retirada de los tercios, la confirmación del Edicto Perpetuo y se apartaba a los extranjeros de cargos políticos y militares. Con tropas valonas y alemanas Farnesio lanzó una ofensiva para lograr la seguridad de las provincias, ya que Felipe II había firmado un acuerdo secreto con los Guisa a finales de 1584 para limitar la intervención hugonote. Reconquistó Flandes y la mayor parte de Brabante, en febrero de 1585 se rindió Bruselas y en agosto tomó Amberes. Estas acciones, junto con la toma de Portugal y las Azores, le dieron a España una amplia salida al Atlántico y se pudo plantear una ofensiva contra Isabel I de Inglaterra.
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Alejandro Farnesio - Imagen de dominio público |
2. La anexión de Portugal
La anexión de Portugal es un hecho que comienza cuando el rey de Portugal don Sebastián muere en el norte de África en la batalla de Alcazalquivir, en agosto de 1578. Ante esto Felipe II llamó a Granvela que estaba en Italia, ya que buscaba consejo. El sucesor del rey portugués fue el anciano cardenal don Enrique, tío abuelo del monarca, que tenía pocas probabilidades de vivir mucho tiempo por lo que la sucesión al trono de Portugal quedaba abierta.
El reino de Portugal era pequeño pero su imperio era inmenso, se extendía desde las Molucas y la India por el este hasta Brasil por el oeste, siendo Lisboa la capital mundial de las especias. Los pretendientes al trono con mayores derechos eran tres:
- La duquesa de Braganza (de la línea masculina de Manuel I el afortunado)
- Felipe II (hijo de Isabel de Portugal)
- don Antonio, prior de la orden de Crato (hijo ilegítimo del hermano del cardenal don Enrique).
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Don Antonio, el prior de Crato - Imagen de dominio público |
Granvela, a petición de Felipe II, preparó la anexión con la ayuda de Cristóbal de Moura y el apoyo de ciertos sectores importantes portugueses, como era la nobleza (que necesitaba el dinero español para rescatar familiares capturados en la batalla de Alcazalquivir), los jesuitas (que necesitaban protección para la evangelización en Oriente y Brasil), y la clase mercantil, quería comerciar con América para obtener plata, imprescindible para su comercio en los mercados de Extremo Oriente.
Felipe II, además de considerarse como el candidato con más derechos, temía que si reinaba don Antonio se alinease con los enemigos de España (protestantes franceses, ingleses y holandeses). Con dinero español se pagó el rescate de varios nobles portugueses capturados en la batalla de Alcazalquivir, entre ellos el duque de Barcelos (esposo de la duquesa de Braganza) por lo que la pareja retiró sus pretensiones al trono portugués.
Ante la reticencia de los portugueses a tener un monarca español, se sacó de su destierro al duque de Alba para que, en junio de 1580, invadiese Portugal y la controlase, lo que hizo en apenas cuatro meses. Las cortes de Tomar reconocieron oficialmente a Felipe II en abril de 1581, y en su presencia se proclamó que las instituciones políticas y representativas permanecerían intactas y que los castellanos no podrían ostentar cargos ni participar en el comercio de ultramar, que en ausencia del monarca español se nombraría un virrey portugués o alguien de la familia real que lo representase, y que en Madrid se establecería un consejo de Portugal con consejeros y funcionarios portugueses.
Portugal quedó como estado asociado a la corona de Castilla, y no como estado incorporado, lo cual era una situación excepcional para un país conquistado en el siglo XVI. Felipe II abandonó Portugal en marzo de 1583 dejando como virrey a su sobrino el archiduque Alberto de Austria.
Pero don Antonio, que también optaba al trono portugués aunque por una línea más alejada, se negó a aceptar a Felipe II. La isla Terceira (una de las Azores), proclamó su fidelidad a don Antonio, lo cual suponía un peligro al ser una posible base de corsarios como Francis Drake contra España, su flota y el imperio americano. Catalina de Médicis, en venganza por no serle reconocido ningún derecho al trono portugués, acogió en su corte a don Antonio y le ayudó a organizar dos flotas para apoderarse de las Azores, una en julio de 1582 y otra en la primavera de 1583 pero ambas expediciones fracasaron gracias a la labor del espionaje español en la corte francesa.
Portugal ganó el respaldo de un poder más fuerte y España conseguía un extenso litoral en el Atlántico y un segundo imperio ultramarino complementario del americano, lo que aumentaba el poder español. Tal poderío despertó el recelo de las naciones rivales que intentarían debilitarlo o destruirlo atacando los puntos flacos del imperio español, puntos flacos como eran la dificultad de defender territorios tan vastos y las distancias que separaban a sus miembros.
3. La guerra contra Inglaterra
Tras la conquista de Portugal, Felipe II se planteó la necesidad de acabar con los ataques de ingleses, franceses y holandeses a navíos y puertos españoles, como el de hugonotes en Florida en 1565 o el del corsario inglés John Hawkins a San Juan de Ulúa, en el Caribe mejicano, en 1568.
Isabel I temía, al refugiarse María Estuardo en Inglaterra en 1568, una rebelión de los católicos con apoyo militar extranjero para colocar a su prima en el trono inglés. Felipe II, aconsejado por el duque de Alba e interesado en mantener buenas relaciones con Isabel I (debido a la situación en los Países Bajos y la desconfianza generada por Francia), negó apoyo a toda conspiración, pero la presión ejercida por los papas y los continuos ataques de los corsarios ingleses, apoyados por Isabel por sus beneficios como Drake, inclinaban al monarca español a actuar contra Inglaterra.
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Isabel I de Inglaterra - Imagen de dominio público |
En 1583 se descubrió una conspiración católica en Inglaterra, que implicaba al embajador español en Inglaterra Bernardino Mendoza, el cual fue expulsado. Murió el duque de Anjou y se planteó la sucesión de Enrique III en el protestante Enrique de Borbón. Felipe II firmó el tratado de Joinville en diciembre de 1584 con los príncipes de la Liga Católica para acabar con el poder del partido hugonote. Los éxitos españoles en los Países Bajos se coronaban con la recuperación de Amberes por Alejandro Farnesio. Ante estas circunstancias, Isabel I, sintiéndose amenazada, firmó un pacto con los rebeldes holandeses comprometiéndose a suministrar un ejército en Zelanda, lo que equivalía a una declaración de guerra.
En febrero de 1587 fue ejecutada la católica María Estuardo por orden de su prima Isabel I al descubrirse una nueva conspiración, este hecho supuso la justificación esperada por Felipe II para ordenar un ataque a Inglaterra con el apoyo del papa Sixto V.
La construcción de naves y la dotación de hombres y bastimentos retrasaron la partida de la flota, así como algunos contratiempos como el ataque de Drake a Cádiz en abril de 1587 que hundió 20 barcos y entorpeció la llegada de la flota de América. El almirante Santa Cruz, que la lideraría la invasión a Inglaterra murió en febrero de 1588, lo cual atrasó aún más la expedición, al ser sustituido por el duque de Medina Sidonia, persona sin experiencia en el mar, pero colocado en el puesto por puro enchufismo.
En mayo zarparon de Lisboa 11.000 tripulantes y 19.000 soldados en 130 barcos, con intención de acercarse a los Países Bajos para embarcar al ejército de Alejandro Farnesio y trasladarlo a Inglaterra, pero no se contaba con ningún puerto con aguas profundas para acoger la flota en los Países Bajos (con lo cual era imposible un desembarco), ni había coordinación suficiente en el siglo XVI para tal empresa. El retraso en la partida de la armada impidió que se mantuviera el secreto.
La flota inglesa, aunque parecida en número de hombres y de barcos a la española, no tenía experiencia en batallas a gran escala, contaba con navíos de nueva construcción con mayor movilidad y que montaban cañones de largo alcance mientras que los pesados galeones españoles contaban con artillería de corto alcance porque su fuerte era el abordaje.
Al llegar frente a Calais los planes se descabalaron. La flota española, sin puerto ni poder acercarse a la costa por ser aguas poco profundas, no pudo recoger al ejército de Farnesio, ni éste pudo trasladarse en barcazas a la flota debido a la proximidad de la armada inglesa y los barcos holandeses que patrullaban a sus anchas en los bajíos de Dunkerque y Nieuwport. Los ingleses enviaron barcos incendiados para romper la formación española, sufriendo ésta graves daños. Más tarde, la armada española sería empujada hacia el norte por un temporal, siendo perseguida por la inglesa hasta las islas Orcadas, donde pudieron poner rumbo al sur.
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Imagen con la ruta que siguió la armada de Felipe II - Imagen de dominio público |
Se perdió un tercio de los barcos y la mitad de los hombres perecieron, quedando muchos náufragos y navíos maltrechos en las costas de Escocia e Irlanda. Esta fallida empresa costó unos diez millones de ducados, lo cual supuso una subida de impuestos y las correspondientes quejas y disturbios en Castilla. Pero no fue tan catastrófico como decía la propaganda inglesa, aunque éstos se impusieran a partir de entonces en el Atlántico, porque no lograron distorsionar el ordenado sistema de flotas de Indias, si fueron mayores las repercusiones políticas y psicológicas.
4. La intervención en Francia
A) FELIPE II y EL APOYO A LOS CATÓLICOS FRANCESES:
Francia se hallaba sumida en una larga guerra civil entre los católicos y los protestantes calvinistas. Enrique III (rey francés católico), no estaba dispuesto a terminar con la tolerancia hacia el partido protestante, ya que a pesar de ser católico, si los protestantes seguían existiendo, habría de esta forma un contrapeso a las imposiciones de la Liga Católica, encabezada por el duque de Guisa. Había en estos momentos tres bandos fuertes en Francia:
La Sorbona liberó a los ciudadanos del juramento de fidelidad al monarca y Enrique III de Valois tuvo que aliarse con Enrique III de Navarra, Borbón (jefe hugonote) en abril de 1586 para recuperar su capital. Enrique III de Francia fue apuñalado por un fraile dominico fanático el 1 de agosto de 1589, poco después (el 2 de agosto) moriría a causa de las heridas infringidas. Pero tuvo tiempo suficiente para reconocer a su primero el Borbón (Enrique III de Navarra, el calvinista) como su legítimo sucesor en la corona.
La mayoría de la población no quería a un rey hereje (no-católico), por lo que la Liga Católica, encabezada por el duque de Mayenne (hermano del duque Enrique de Guisa), intentó evitar con la ayuda española la entronización del Borbón calvinista como Enrique IV. La Liga nombró rey al anciano cardenal Carlos de Borbón con el título de Carlos X pero murió en 1590.
- La Liga Católica, del duque Enrique de Guisa, apoyada por Felipe II con dinero y armas.
- Enrique III de Navarra (luego IV de Francia), Borbón, de religión calvinista (hungonote). Tenía importantes apoyos dentro de la nobleza.
- Enrique III de Francia de la dinastía Valois, católico.Era primo del anterior, y era el monarca legítimo en esos momentos en Francia.
La Sorbona liberó a los ciudadanos del juramento de fidelidad al monarca y Enrique III de Valois tuvo que aliarse con Enrique III de Navarra, Borbón (jefe hugonote) en abril de 1586 para recuperar su capital. Enrique III de Francia fue apuñalado por un fraile dominico fanático el 1 de agosto de 1589, poco después (el 2 de agosto) moriría a causa de las heridas infringidas. Pero tuvo tiempo suficiente para reconocer a su primero el Borbón (Enrique III de Navarra, el calvinista) como su legítimo sucesor en la corona.
La mayoría de la población no quería a un rey hereje (no-católico), por lo que la Liga Católica, encabezada por el duque de Mayenne (hermano del duque Enrique de Guisa), intentó evitar con la ayuda española la entronización del Borbón calvinista como Enrique IV. La Liga nombró rey al anciano cardenal Carlos de Borbón con el título de Carlos X pero murió en 1590.
Felipe II no estaba dispuesto a que en Francia reinase un monarca calvinista y además tenía sus propios planes para colocar en el trono a Isabel Clara Eugenia (hija de Isabel de Valois y sobrina de Enrique III de Francia) de acuerdo con la Liga Católica. El monarca español pretendía que unos Estados Generales convocados por la Liga y respaldados por el ejército la eligieran soberana para casarla luego con un príncipe del agrado de todos. El duque de Mayenne atrasó todo lo posible la convocatoria de los Estados Generales porque él mismo tenía pretensiones secretas al trono.
B) ENRIQUE III DE NAVARRA EN EL PODER COMO ENRIQUE IV DE FRANCIA:
Enrique IV, el Borbón calvinista, poseía notables cualidades militares y diplomáticas por lo que se supo ganar la confianza de sus aliados. En marzo de 1590, tras una victoria sobre la Liga Católica, comenzó el asedio de París. El duque de Parma tras reiteradas órdenes de Felipe II, dejó el sitio de Nimega, entró en Francia y levantó el asedio de París, pero se marchó sin dejar cerrada con Mayenne la convocatoria de los Estados Generales.
Isabel I reforzó su alianza con Enrique de Borbón, enviando un ejército a Bretaña y otro a Normandía, ante la presencia española en dichas zonas y la amenaza que suponía a su propio territorio. En agosto de 1591 el duque de Parma recibió órdenes de entrar en Francia para levantar el asedio de Ruán. Si el duque de Parma abandonaba las Provincias Unidas para entrar en Francia dejaría desguarnecidas las Provincias, así que se mostró reticente. Pero Felipe II le obligó a cruzar la frontera y entrar en Francia, así que en abril de 1592 el duque de Parma entró en Francia, y liberó la ciudad de Ruán del asedio, siendo herido durante el asedio, aunque pudo volver a los Países Bajos burlando al ejército francés. Pero esta decisión de Felipe II fue fatídica para las Provincias Unidas, ya que Mauricio de Nassau (hijo de Guillermo de Orange) aprovechó la ausencia del duque de Parma para tomar Breda en 1590 y Zutphen, Deventer y Nimega en 1591, restableciendo la comunicación entre el nordeste de los Países Bajos y las provincias de Holanda y Zelanda, lo que haría de las provincias del norte un núcleo compacto difícil de reconquistar. En diciembre de 1592 murió Alejandro Farnesio (duque de Parma) en Arrás cuando volvía a Flandes sin saber que ya había sido sustituido por otro gobernador. Felipe II no le perdonó las reticencias que el duque había mostrado a sus órdenes.
Isabel I reforzó su alianza con Enrique de Borbón, enviando un ejército a Bretaña y otro a Normandía, ante la presencia española en dichas zonas y la amenaza que suponía a su propio territorio. En agosto de 1591 el duque de Parma recibió órdenes de entrar en Francia para levantar el asedio de Ruán. Si el duque de Parma abandonaba las Provincias Unidas para entrar en Francia dejaría desguarnecidas las Provincias, así que se mostró reticente. Pero Felipe II le obligó a cruzar la frontera y entrar en Francia, así que en abril de 1592 el duque de Parma entró en Francia, y liberó la ciudad de Ruán del asedio, siendo herido durante el asedio, aunque pudo volver a los Países Bajos burlando al ejército francés. Pero esta decisión de Felipe II fue fatídica para las Provincias Unidas, ya que Mauricio de Nassau (hijo de Guillermo de Orange) aprovechó la ausencia del duque de Parma para tomar Breda en 1590 y Zutphen, Deventer y Nimega en 1591, restableciendo la comunicación entre el nordeste de los Países Bajos y las provincias de Holanda y Zelanda, lo que haría de las provincias del norte un núcleo compacto difícil de reconquistar. En diciembre de 1592 murió Alejandro Farnesio (duque de Parma) en Arrás cuando volvía a Flandes sin saber que ya había sido sustituido por otro gobernador. Felipe II no le perdonó las reticencias que el duque había mostrado a sus órdenes.
El 25 de julio de 1593, Enrique IV de Francia (III de Navarra) el Borbón, se convirtió al catolicismo, en un acto político, para poder así ganarse a sus súbditos de París y poder gobernar en la misma. Es cuando pronunció su famosa frase "París bien vale una misa". Esta conversión ocurrió cuando el duque de Mayenne se vio obligado, presionado por España y el legado papal, a convocar los Estados Generales en 1593, pero al ser propuesta la infanta Isabel Clara Eugenia como reina de Francia, los Estados Generales alegaron la ley sálica. Enrique de Borbón fue cuando aprovechó la coyuntura para adjurar del calvinismo en Saint Denis y demandar su admisión en la iglesia católica. En febrero de 1594 fue coronado por los obispos franceses en Chartres, un mes después se entregó la ciudad de París al rey Enrique IV. La guarnición española, sorprendida y escasa, no pudo hacer nada. Enrique IV permitió que se retiraran a los Países Bajos con todos los honores antes de reconquistar su territorio con generosidad.
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Enrique III de Navarra, luego Enrique IV de Francia. Pasó del calvinismo al catolicismo para ganar París a su causa. Fue el primer Borbón que reinó en Francia - Imagen de dominio público |
Felipe II pensó que la conversión de Enrique era pura farsa y decidió continuar la guerra, pero al no contar con ninguna plaza en Francia era una empresa imposible debiendo dirigirla desde los Países Bajos. Los esfuerzos económicos fueron muy grandes, pero las tropas españolas en Bretaña estaban aisladas y el nuevo gobernador el archiduque Ernesto de Habsburgo (hermano menor del emperador Rodolfo) murió en 1595, cuando apenas llevaba un año en el cargo. Fue reemplazado por su hermano Alberto (el más hispanizado de los archiduques que se casaría con Isabel Clara Eugenia) a principios de 1596.
El conde de Fuentes entró en Francia desde Milán con la intención de apoderarse de Borgoña pero fue derrotado por Enrique IV en la batalla de Fontaine-Française en junio de 1595. En el norte, las tropas españolas se apoderaron de Calais en abril de 1596 y de Amiens en marzo de 1597, pero ésta fue recuperada por los franceses tras un asedio de seis meses. Se negoció una paz entre ambos monarcas por la intermediación del papa Clemente VIII. Felipe II, enfermo de muerte y acuciado por la bancarrota de 1596, pérdida Amiens, se vio obligado a firmar el tratado de Vervins en mayo de 1598, que restablecía las condiciones de Cateau-Cambresis: España abandonaba Bretaña y devolvía Calais.
Felipe II cedía los Países Bajos al archiduque Alberto y a su futura esposa la infanta Isabel como príncipes soberanos, pero con cláusula de retrocesión si no había descendencia. Ese mismo año Felipe II viajó al palacio de El Escorial donde murió el 13 de septiembre de 1598.
Y aquí termina nuestra explicación sobre Felipe II. En la próxima entrada continuaremos con su hijo, Felipe III.
Y aquí termina nuestra explicación sobre Felipe II. En la próxima entrada continuaremos con su hijo, Felipe III.
¡Feliz Domingo! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
11/Septiembre/2016
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