Con la entrada de hoy vamos a ver una gran parte del reinado de Carlos II, dejando los últimos años de su vida y el problema de la sucesión para la entrada siguiente. Con Carlos II llega a su fin la dinastía de los Habsburgo en la Península Ibérica.
El reinado de Carlos II ha sido tradicionalmente uno de los más desconocidos y olvidados de la historia de España. A dicho desconocimiento se ha unido una consideración peyorativa, algo a lo que no fue ajena la posterior dinastía que se impondría en España (Borbones). Según esta visión, la época de Carlos II era un período de profunda crisis y decadencia, en contraste con el auge imperial y la potencia de la Monarquía de España en la época de los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II. En la actualidad, se ha comenzado a cambiar dicha perspectiva y hoy existe un amplio interés historiográfico por el reinado del último de los Austrias españoles. Así han ido surgiendo nuevas imágenes menos uniformes, más contrastadas que no autorizan ya el mantenimiento de la vieja idea de que la política y la acción de gobierno fueran tan desastrosas como pudiera desprenderse de la evidente incapacidad del monarca
1. Carlos II
Nació en Madrid, el 6 de noviembre de 1661, hijo de un ya envejecido Felipe IV, cuyos anteriores hijos, príncipes sucesores al trono habían fallecido con anterioridad. La supervivencia del vástago real fue acompañada de un desarrollo físico y mental lento, como se demostraba al no andar antes de los 4 años, edad infantil a la que ya habría de heredar el trono de su padre.
De escasa habilidad lectora y escritora, careció de la necesaria instrucción para el ejercicio de la realeza, decisión que se atribuye a su madre y a los gobernantes de esos años. Careció de las aficiones culturales y artísticas de su padre, pero siempre guardó el sentido de la dignidad inherente a su condición de Rey. Su carácter era inconstante, inclinado al ocio, indeciso, tímido y desconfiado, arrebatado en ocasiones por ataques de cólera. Para su pesar, además, toda su vida fue dominado por las personas que estaban más cerca de él, en especial su madre y sus dos esposas. Sin embargo, este aciago perfil no le impidió ejercer la potestad regia gubernativa más veces de las que se ha pensado. Aquejado de un marcado prognatismo que le impedía masticar bien los alimentos, padeció constantes desarreglos gastrointestinales. En los últimos años de su vida, los testimonios hablan de su prematuro envejecimiento, a consecuencia de su mala salud y de las repetidas enfermedades y también de la creencia en que estaba hechizado por lo que se le realizaron exorcismo, con un claro trasfondo político.
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Carlos II el Hechizado - Imagen de dominio público |
Felipe IV dejó el gobierno de su reino, en las manos regentes de su esposa Mariana de Austria, mujer de 31 años, quien a pesar de ser hija de Emperador carecía de experiencia de gobierno. Para ayudarla Felipe IV instituyó en su testamento una Junta de Gobierno, con un gabinete de gobierno por encima de los consejeros, al modo de la Junta de Noche de los últimos años del reinado de Felipe II. Así, estas experiencias fijarían los límites del sistema de consejos y la necesidad de adaptarlo a la tendencia absolutista de mayor centralización y control. Es reseñable el hecho de que el monarca excluyese de dicha junta a su hijo bastardo Juan de Austria, amén de los ricos hombres de la nobleza castellana. Antes bien los representantes de la nobleza más alta fueron nobles nuevos y en casos de estirpe catalana, en una elección no demasiado afortunada.
2. Minoría de Carlos II: el valimiento de Nithard (1665-1669)
Quizás Felipe IV deseaba alejar del poder a los individuos que podían aspirar al valimiento para garantizar la neutralidad del sistema colegial de la junta, con todo, se ganó la enemistad de los principales personajes excluidos de ella. La reina protagonizó los primeros ataques a la nueva institución con la entrada en ella, como nuevo Inquisidor General, Juan Everardo Nithard (era su confesor, austríaco, y era jesuita).
Temerosa la reina, en especial de don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV), intentó gobernar con la ayuda del jesuita, nombrándolo Consejero de Estado y elevándolo pronto a la privanza. Surgía un nuevo valido, atípico por cuanto no era próximo al rey ni pertenecía a la nobleza militar o cortesana, sino que era religioso. Desde el principio, se configuró una oposición a Nithard entre las filas de los grandes y miembros de la aristocracia, que fue aprovechada por don Juan José de Austria para capitalizar el descontento en su oposición a la reina y al jesuita.
Sobre Don Juan José cabe decir que fue un personaje político destacable. Nacido en 1629 de los amores entre Felipe IV y la actriz María Calderón. Recibió una cuidada educación en Ocaña con la finalidad de destinarlo a la carrera eclesiástica, siendo nombrado gran prior de Castilla y León de la orden de San Juan de Jerusalén.
Durante los últimos veinte años del reinado de su padre ocupó importantes cargos militares y políticos en Italia, Cataluña, Flandes y Portugal, aunque su prestigio no siempre se vio respaldado por el éxito. Personaje ambicioso en política y ávido de reconocimiento, en sus méritos destacan su interés por la ciencia moderna y la protección de sus cultivadores, hábil en el manejo de las armas y del caballo, era aficionado a la caza, la pintura y las bellas artes.
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Juan Everardo Nithard - Imagen de dominio público |
Volviendo a Nithard, hay que decir que realmente no tuvo el poder de los validos anteriores, ya que no contó ni siquiera con el apoyo de la Iglesia ni de órdenes religiosas, en especial los dominicos. En la corte, más que partidarios suyos, lo apoyaban los incondicionales de la reina y los enemigos de don Juan José, pero era apoyado por su relación con la reina, no por mérito propio. En cambio Juan José fue ganando partidarios, capitalizando a su favor el descontento de muchos personajes, sobre todo entre los miembros de la alta nobleza.
En 1667, con motivo de la guerra iniciada con Francia por la invasión del Franco-Condado, la reina le ordenó marchar a Flandes como Gobernador General de los Países Bajos. Pero don Juan José, que veía tras dicho nombramiento el deseo de alejarle de la corte, desobedeció la orden real y fue desterrado. Poco después tras el descubrimiento de una nueva conjura contra el favorito, la junta de Gobierno ordenó su detención.
A partir de aquí se precipitaron los acontecimientos, don Juan José huyó a Aragón y Cataluña, donde puso en marcha una amplia campaña de cartas, panfletos y acusaciones contra Nithard que dio lugar a una auténtica guerra panfletaria, con la intervención de partidarios de ambos para lograr la destitución del valido. A finales de 1668, el Consejo de Castilla se mostró dividido sobre la destitución del jesuita, pero los consejos de Aragón y de Estado votaron a favor de que se le enviase a Roma o Viena, era una manera de desterrarlo.
En febrero de 1669, el hermanastro del rey (Juan José) inició una marcha hacia la corte acompañado por 300 caballos de escolta concedidos por el duque de Osuna, virrey de Cataluña. La inquietud en Madrid llevó a algunas iniciativas, como la del Almirante de Castilla, fiel partidario de la reina, quien en unión de Nithard trató de oponerse a la expedición. En 23 de febrero, desde Torrejón de Ardoz, don Juan envió un ultimátum a la reina exigiendo la destitución del Nithard. El 25 de febrero de 1669, la Junta de Gobierno, que consideraba intolerable esta amenaza hubo de ceder ante la presión del ambiente existente en el alcázar, redactando el decreto de expulsión del jesuita, que fue firmado por la reina.
3. Minoría de Carlos II: la privanza de Valenzuela (1673-1676)
La caída de Nithard no supuso sin embargo el acceso al poder de don Juan, quien ni siquiera llegó a entrar en la corte. Desde Torrejón de Ardoz escribió un manifiesto, en forma de carta a la reina, en el que se hablaba de diversas medidas de buen gobierno: reducción de impuestos, igualdad contributiva, reformas de las finanzas y la administración, justa distribución de mercedes y cargos, recia administración de justicia…etc. Para poner estas medidas en práctica se creó la Junta de Alivios que, pese a su efímera existencia adoptó diversas medidas encaminadas a la reducción del gravamen fiscal, la mejora en la administración de las rentas provinciales o a la reducción del gasto público.
Luego don Juan José aceptó en junio de 1669 el nombramiento como Vicario General de la Corona de Aragón con sede en Zaragoza.
El fracaso del intento de Juan José de acceder a la corte, contribuyó a reforzar la moral de la reina, la cual dispuso la distribución (en distintas zonas del territorio castellano), de los cinco tercios de soldados que se encontraban hasta entonces en la frontera de Portugal. Además la reina también creó en Madrid un nuevo regimiento de la guardia real, conocido como la Chamberga. La Chamberga contó con la oposición de los nobles al considerar éstos usurpadas sus funciones de defensa y custodia de la familia real.
El fracaso del intento de Juan José de acceder a la corte, contribuyó a reforzar la moral de la reina, la cual dispuso la distribución (en distintas zonas del territorio castellano), de los cinco tercios de soldados que se encontraban hasta entonces en la frontera de Portugal. Además la reina también creó en Madrid un nuevo regimiento de la guardia real, conocido como la Chamberga. La Chamberga contó con la oposición de los nobles al considerar éstos usurpadas sus funciones de defensa y custodia de la familia real.
Los años que medían entre 1669 y 1673, son tal vez los más desconocidos de la regencia, años sin valido con aumento de la colaboración entre la reina y la Junta mientras don Juan José permanecía en Zaragoza, donde trató de organizar una pequeña corte.
A comienzos de los años setenta empezó el ascenso en la corte del aventurero Fernando de Valenzuela. Éste pertenecía a un linaje hidalgo y entró en contacto con la reina merced a su casamiento en 1661 con una de sus Damas de Cámara que le valió una plaza de Caballerizo. Hacia 1673 se hablaba ya de su valimiento efectivo, pues gracias a sus confidencias e informes se había convertido en la persona de confianza de la reina, cada vez más imprescindible para ella a la hora de tomar decisiones. La influencia de quien fue apodado “el duende de palacio” se basaba más en la asunción de importantes cargos palatinos que en el desempeño de altos puestos ministeriales en consejos y organismos de la administración.
A comienzos de los años setenta empezó el ascenso en la corte del aventurero Fernando de Valenzuela. Éste pertenecía a un linaje hidalgo y entró en contacto con la reina merced a su casamiento en 1661 con una de sus Damas de Cámara que le valió una plaza de Caballerizo. Hacia 1673 se hablaba ya de su valimiento efectivo, pues gracias a sus confidencias e informes se había convertido en la persona de confianza de la reina, cada vez más imprescindible para ella a la hora de tomar decisiones. La influencia de quien fue apodado “el duende de palacio” se basaba más en la asunción de importantes cargos palatinos que en el desempeño de altos puestos ministeriales en consejos y organismos de la administración.
Bajo su influjo, la corte recuperó buena parte del brillo de los mejores tiempos de Felipe IV. Las fiestas cortesanas y el teatro, del que fue un protector entusiasta, contrastaban con la austeridad de los años anteriores. El nuevo valido promovió las obras públicas de Madrid. Valenzuela trató de crearse una clientela política, para la que le proporcionó una ocasión inmejorable la proximidad de la mayoría de edad del rey. Sin embargo, sólo logró lealtades ficticias y efímeras que nunca le perdonaron su humilde origen. Al parecer, Valenzuela practicó abundantemente la corrupción política, fruto de la cual fue su rápido enriquecimiento.
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Fernando de Valenzuela - Imagen de dominio público |
A la altura de 1673-74 estaba próxima mayoría de edad del rey (que habría de producirse al cumplir los 14 años, en 1675), lo cual proporcionó la ocasión para que salieran a la luz las oposiciones al valido. Con ocasión de la revuelta y la guerra de Mesina, apoyada por Francia, la reina madre y los consejeros de Estado e Italia trataban de enviar a don Juan José de Austria a Sicilia para alejarle de Castilla, pero éste, que esperaba la mayoría de edad de su hermanastro, se resistió de nuevo a ser alejado de la Península Ibérica.
Valenzuela mientras fue ascendido a lo más alto de la sociedad: fue nombrado marqués de Villasierra pero tras la reunión de la Junta de Gobierno, que habría de ser la última, el Rey se negó a firmar un decreto en el que prolongaba la regencia por dos años. En realidad, había convocado secretamente a su hermanastro a palacio, anunciándole que le necesitaba para el gobierno de sus Estados y despedirse de su madre. Pero doña Mariana, alertada, permaneció reunida varias horas con su hijo, al cabo de las cuales, Carlos II envió una nota a su hermanastro en la que le ordenaba que pasara inmediatamente a Italia. Parece ser que uno de los personajes que intervino decisivamente en la resolución de la crisis fue el duque de Medinaceli, Sumillers de corps del Rey, quien poco después sería nombrado Consejero de Estado. Valenzuela fue convertido en valido del propio Carlos II, Caballerizo Mayor y Gentilhombre de su Cámara, y en otoño de 1676 fue nombrado Grande de España y al poco Primer Ministro, un cargo que suponía la culminación institucional de la figura del valido. Una cédula dispuso que todos los Presidentes de los Consejos, salvo el de Castilla, debían despachar con él lo que llevó en noviembre del mismo año a la disolución de la Junta de Gobierno.
Estas medidas configuraron un frente de oposición a Valenzuela, en el que destacaron los Grandes, indignados por la equiparación de Valenzuela con ellos. El día 15 de diciembre de 1676 una veintena de grandes, además de don Juan José, firmaron un manifiesto público en el que denunciaban la nociva influencia de la reina sobre Carlos II, pidiendo su alejamiento, además de prisión para Fernando de Valenzuela, y conservar a don Juan José junto al rey. El frente nobiliario parecía firme a favor del de Austria, pues por primera vez en la historia moderna de España, los ataques se dirigían a la misma institución de la Corona (ataques a la propia reina).
El 24 de diciembre, una junta formada por Grandes, ninguno de los cuales había firmado el manifiesto, ordenó el encarcelamiento de Valenzuela, quien huyó a El Escorial, acogiéndose a la inmunidad del recinto monacal. El día 27 Carlos II ordenó a su hermanastro que acudiera a la Corte para asistirle en el gobierno. Don Juan José inició el viaje desde Zaragoza acompañado por una escolta que se fue incrementando a medida que avanzaba y un destacamento de caballería apresó a Valenzuela. La Chamberga fue enviada a Cataluña y don Juan se postraba a los pies del Rey en el palacio del Buen Retiro. Segunda destitución de un valido por la fuerza y rechazo de la potestad regia, anulando las mercedes hechas a Valenzuela, basándose en que la potestad real no había actuado libremente.
4. La mayoría de edad del rey (1675) y los principales gobiernos
Finalizada la Regencia, el reinado de Carlos II consta de dos etapas:
- El período de reformas impulsadas por la aristocracia gobernante, que coincide con los ministerios de don Juan José de Austria, el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, que ocupará los últimos años de la década de los setenta y toda la de los ochenta (esto es lo que vamos a ver en la presente entrada del blog).
- Los años noventa, en que se debilita el reformismo, pasa al primer plano el problema sucesorio, y toda la vida política se ve afectada por la intromisión constante de la reina Mariana de Neoburgo (esta parte la dejamos para la próxima entrada).
El triunfo de don Juan José de Austria lleva aparejado la consolidación de un régimen aristocrático. En la corte las instituciones fueron (junto al puesto de Primer Ministro), el Consejo de Estado, dominado exclusivamente por la aristocracia y el alto clero, las Presidencias de los otros Consejos y las principales de las numerosas juntas específicas que funcionaron en aquellos años. En el reinado de Carlos II, el Consejo de Estado fue la principal instancia colegiada de poder, junto a la Casa Real, donde la élite política desempeñaba altos puestos palatinos
A) DON JUAN EN EL PODER (1677-1679)
Una de las primeras medidas de don Juan José fue el alejamiento de la reina madre, que fue enviada al Alcázar de Toledo, lejos de su hijo. Además se impuso vigilancia a las audiencias, lecturas y correspondencia del monarca, especialmente la que mantenía con su madre. Valenzuela, desposeído de todos sus títulos y confiscados sus bienes, fue enviado preso a Consuegra, luego desterrado a Filipinas, y los principales opositores y enemigos de don Juan José cesados en sus puestos y en muchos casos desterrados.
La llegada de don Juan suscitó una ola de entusiasmo general. Para muchos, era el esperado salvador, un mito político. Sin embargo, sus años de gobierno coincidieron con un período de crisis y dificultades y se vieron truncados por su temprana muerte, en septiembre de 1679. El numero de enemigos y desencantados aumentó y detrás de buena parte de quienes le criticaron estaban los jesuitas. El control de la opinión era una de las principales preocupaciones de don Juan José y aparte de sancionar a los disconformes con su política, encargó la publicación de la llamada Gaceta ordinaria de Madrid, constituyendo el más antiguo precedente del periodismo oficial.
A pesar de que defraudara muchas de las expectativas, el gobierno de don Juan José tuvo aspectos positivos, adoptando algunas medidas reformistas que contribuyeron a aliviar la situación de la Hacienda, la Administración Pública y la economía castellana. Las medidas más destacadas:
- Dispuso la reducción de la burocracia de los Consejos y altos organismos.
- Se esforzó por conseguir la honestidad administrativa y disminuir el gasto público.
- Puso freno a la concesión de mercedes y privilegios.
- Trató de impedir los abusos de los comisarios ejecutores que acudían a los pueblos a reclamar las deudas con la Real Hacienda.
- Trató de hacer frente al agudo problema de la inflación.
- Gestó una reforma monetaria puesta en práctica post mortem (en 1680).
Su preocupación por la economía le llevó a la creación de la Junta de Comercio y Moneda, institución mercantilista, dedicada a la promoción de la producción y el intercambio de bienes, que habría de jugar un importante papel en el reformismo posterior.
En la guerra contra Francia, las tropas de la Monarquía lograron mantener el reino de Sicilia y reconquistar Mesina mientras que en el frente de Cataluña, se produjo un duro fracaso militar en el Ampurdán. Por la Paz de Nimega (1678), España hubo de entregar a Francia el Franco-Condado y algunas plazas fronterizas de los Países Bajos, aunque recuperó algunas ciudades del interior cedidas pocos años antes en la paz de Aquisgrán.
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Juan José de Austria, hermanastro de Carlos II - Imagen de dominio público |
Don Juan José procuró educar a su hermanastro Carlos II en las tareas reales. Una de sus iniciativas fue la celebración de Cortes en el reino de Aragón en 1677-1678, que le sirvieron no sólo para premiar a su clientela aragonesa, sino también para que el rey jurara los fueros y efectuara su viaje más largo fuera de Madrid y los Sitios Reales. El proceso de maduración y aprendizaje de Carlos II requería también su matrimonio, que permitiera asegurar cuanto antes la sucesión al trono, y a ello se dedicó don Juan José los últimos meses de su vida.
B) EL PRIMER MATRIMONIO (1679)
Los esponsales de Carlos II habían sido preparados antes de la llegada de don Juan José de Austria al poder en 1677. El embajador imperial había postulado la candidatura de la archiduquesa María Antonia, hija del Emperador y de la fallecida emperatriz Margarita, hermana de Carlos II. Esta candidatura, a pesar de la proximidad familiar, contó con la simpatía de la reina Mariana de Austria y en 1676, tras el voto favorable del Consejo de Estado, comenzaron a prepararse las capitulaciones matrimoniales. Pero la caída de Valenzuela y la llamada del embajador a Viena dejaron en suspenso las negociaciones.
Muchos historiadores han culpado a don Juan José de abandonar la candidatura austriaca por considerarla excesivamente cercana a los intereses de la reina madre, sin embargo, un motivo de mayor peso pudo ser la urgencia de la sucesión, dada la precaria salud del rey. Los consejeros de Estado optaron por la princesa María Luisa de Orleáns, sobrina de Luís XIV de Francia, tras la paz de Nimega de 1678, y la boda se celebró por poderes en Fontainebleau, el 31 de agosto de 1679.
María Luisa era hija de Felipe de Orleáns y de Enriqueta de Inglaterra, hija de Carlos I, una mujer atractiva y alegre, amada por su esposo y con buena relación con la madre que no veía en ella intereses políticos.
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María Luisa de Orleans, primera mujer de Carlos II - Imagen de dominio público |
C) EL MINISTERIO DEL DUQUE DE MEDINACELI (1680-1685)
Meses después de la muerte de don Juan, en febrero de 1680, Carlos II nombró primer ministro al VIII duque de Medinaceli, quien además de ser el cabeza de una de las casas más poderosas y ricas de España, era Sumillers de corps desde los tiempos de Valenzuela, Consejero de Estado y Presidente del Consejo de Indias. Su acceso al rey no fue el propio del valido, pues no hubo proximidad de amistad ni de confianza con él, sino que su ascenso fue debido a intrigas cortesanas y a las pugnas de las facciones aristocráticas.
Su política continuó el reformismo de su predecesor, siendo su principal colaborador el Secretario del Despacho universal, Jerónimo de Eguía. Medinaceli era el más cualificado de los grandes españoles, un hombre bien intencionado, pero sus intentos reformistas chocaron con una coyuntura enormemente negativa. La crítica situación de la economía castellana ocupó buena parte de la actividad de Medinaceli, quien se aplicó también al saneamiento de la Real Hacienda.
Al igual que en otros casos anteriores, su gestión del poder le fue creando enemigos ente la aristocracia, pero la principal oposición a su política fue la de la propia reina María Luisa de Orleáns. Varios franceses a su servicio fueron expulsados de la corte por diversos incidentes, lo mismo que el embajador marqués de Villars a finales de 1681, o su Caballerizo Mayor.
Tras la pérdida de Luxemburgo, en la tercera de las guerras que enfrentaron a Francia con España, el duque descargó parte de sus competencias en uno de los personajes más valiosos de la corte, el conde de Oropesa, Consejero de Estado desde 1680, quien fue nombrado Presidente del Consejo de Castilla en junio de 1684. En abril del año siguiente, Medinaceli presentó la dimisión de su cargo tras un ataque de hemiplejía, y poco después fue desterrado.
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Juan Francisco de la Cerda, VIII duque de Medinaceli - Imagen de dominio público |
D) EL GOBIERNO DEL CONDE DE OROPESA Y SEGUNDO MATRIMONIO (1684-1691)
Como ya hemos dicho, el sucesor de Medinaceli fue el conde de Oropesa. Aunque continuó siendo Presidente de Castilla y no obtuvo el título de Primer Ministro. Oropesa era hombre de talento y tenía buena formación y una destacada capacidad de trabajo. Francisco de Lira, el nuevo Secretario del Despacho Universal, era uno de los funcionarios más inteligentes y expertos. Buen conocedor de la política exterior, hablaba varias lenguas.
De la gestión del conde de Oropesa destacan sus intentos por mejorar la situación económica castellana a través del saneamiento de las finanzas, la reforma monetaria de 1686, la reforma presupuestaria de 1688 y los proyectos de reducción de la burocracia de 1687 y 1691.
En los asuntos financieros contó con la ayuda eficaz del marqués de los Vélez, Fernando Fajardo, Presidente del Consejo de Indias y Superintendente de Hacienda. La creación de dicha Superintendencia formaba parte de una amplia reforma del Consejo de Hacienda impulsada por Oropesa y dirigida a reducir la presencia en él de hombres de negocios, en beneficio de burócratas y expertos en finanzas, una política que se había iniciado en tiempos de don Juan José de Austria y que continuaría en los años noventa.
A medida que transcurría el tiempo, el gobierno del conde de Oropesa fue encontrando también una creciente oposición por parte del Condestable, el Almirante, el cardenal Portocarrero, los duques de Arcos y del Infantado, y en especial el Secretario del Despacho Universal, Manuel de Lira.
Pero Carlos II estaba enfrascado en otros problemas. Tras casi tres años de matrimonio con Maria Luisa de Orleans, la pareja real no había sido capaz de lograr sucesión e inesperadamente, la reina falleció el 12 de febrero de 1689. El Consejo de Estado consultó al Rey su nuevo matrimonio, inclinándose mayoritariamente por Mariana de Neoburgo, hija del elector del Palatinado, perteneciente a una familia de probada fecundidad.
La boda por poderes se celebró en Neoburgo en agosto de 1689 pero se conocieron en Valladolid al año siguiente. Las esperanzas puestas en esta nueva reina se vieron defraudadas, pues tampoco logró la deseada sucesión, a causa de la esterilidad del rey.
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Mariana de Neoburgo - Imagen de dominio público |
El carácter de la reina la enfrentó además con la reina madre y con algunos de los personajes que habían apoyado su candidatura en el Consejo de Estado. Ambiciosa, y de humor variable, tuvo una intervención constante en la política a partir del dominio que ejercía sobre su esposo. Junto a ella, intervinieron en la política una serie de personajes de su entorno que se hicieron enormemente odiosos a los ojos de los españoles: personal de la corte palatina, su secretario y su confesor.
Aquí terminamos la presente entrada. Los últimos años del reinado de Carlos II, y el problema de la sucesión lo vamos a dejar para la próxima, ya que serán temas tratados con más profundidad, puesto que de ellos se devendrá la guerra de sucesión española.
Aquí terminamos la presente entrada. Los últimos años del reinado de Carlos II, y el problema de la sucesión lo vamos a dejar para la próxima, ya que serán temas tratados con más profundidad, puesto que de ellos se devendrá la guerra de sucesión española.
¡Feliz Martes! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
27/Septiembre/2016
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