En la entrada de hoy vamos a ver la sociedad estamental y de clases que existía en la Edad Moderna, más concretamente vamos a ver la del siglo XVI.
Hay que tener en cuenta que en la sociedad del siglo XVI se dividían a las personas por: estamentos, clases sociales, oficios y ocupaciones, raza, ortodoxia religiosa, nivel de honor.
Así pues uno podría ser noble (estamento privilegiado), no tener ni un duro (pertenecer a la clase social pobre), tener mucho honor, y ser mulato (lo cual restaba derechos, más cuanto más negro eras).
En la entrada de hoy vamos a ver la división por estamentos, división que venía desde la Edad Media, y que en España se mantendría hasta el siglo XIX.
1. Estamentos privilegiados: nobleza y clero
Los miembros de estos estamentos suponían un porcentaje relativamente pequeño de la población, y su dependencia al trono fue aumentada por la labor de los Reyes Católicos que los ligaron a la autoridad monárquica e interconectaron trono y altar gracias a la concesión del derecho de “presentación” de Granada, Canarias e Indias, así como la participación de los monarcas en los ingresos eclesiásticos.
La característica principal de estos estamentos superiores era su estatus jurídico especial, condición social privilegiada, no sólo de honores, sino también de exenciones fiscales y beneficios económicos. Esta condición en la nobleza era alcanzada por vía hereditaria, mientras que la pertenencia al clero era mucho más abierta.
Los cargos superiores del clero (arzobispos, obispos, abades,…) eran reservados a los segundones y bastardos de la alta nobleza, mientras que los inferiores, como curas de a pie o miembros de las distintas ordenes eclesiásticas, que podían tener una extracción popular o plebeya estaban a una gran distancia no sólo honorífica sino económica. La diferenciación entre los obispos era muy clara, por razones que tenían que ver con la población y la riqueza de cada diócesis.
Las diferencias económicas también eran muy notables entre el clero medio integrante de los cabildos de las catedrales y de iglesias colegiales, que eran objetivo frecuente de los hijos de nobles y de poderosas familias locales. El bajo clero secular compuesto por curas, párrocos, beneficiados y capellanes, donde la variedad de situaciones materiales era grandísima, llevándose la peor parte los que disfrutaban de beneficios patrimoniales de presentación particular, los clérigos de localidades rurales, frailes y monjas. En los mismos monasterios provistos de extensos patrimonios y dorados de rentas había algunos que vivían míseramente, frente a otros con gran opulencia.
![]() |
Cuadro de Zurbarán, donde vemos al elemento clerical - Imagen de dominio público |
Las divisiones en el estamento nobiliar eran todavía más señaladas. En Castilla los hidalgos (baja nobleza) constituían el 80 ó 90 % del estamento, por lo que disponía de una amplísima base pero una amplia variedad de calidades, existían además de los de solar conocido y notorios, cuya nobleza no se discutía, los hidalgos de ejecutoria y los de privilegio. El reparto geográfico tampoco era uniforme, eran muy abundantes en el norte, y disminuían notablemente cuando se avanzaba hacia el sur. En Navarra y Aragón tenía una distribución geográfica parecida a la de Castilla; en los valles pirenaicos había abundancia de hidalgos mientras que en el sur escaseaban los llamados infanzones; y en Cataluña la capa inferior la formaban los cavallers, doncells y militars, no demasiados numerosos. A éstos se unían los ciutadans honrats, que eran una mezcla entre caballeros y ciudadanos, quienes ostentaban el primer puesto en el gobierno local de las ciudades del principado.
Por encima de los hidalgos se encontraba la nobleza media compuesta por los caballeros y los señores de vasallos poseedores de uno o más señoríos, categorías nobiliarias de límites imprecisos que acogían a gente de orígenes sociales diversos como entre los caballeros de los ayuntamientos urbanos: antiguos mercaderes, industriales, ganaderos, descendientes de conversos. Esta diversidad de orígenes sociales acabara diluyéndose, en virtud de la riqueza que tuviera cada uno. Los más ricos acabarían destacando sobre sus compañeros e ingresarían en alguna orden militar castellana, convirtiéndose así en caballeros de hábito, para lo cual tenían a veces que usar de su poder para falsear pruebas o comprar testigos. Lo dicho para los caballeros vale también para los señores de vasallos, gente que, desprovista de titulo, ostentaba la jurisdicción de un territorio. Entre éstos se encontraban representantes de familias linajudas que no habían logrado ascender, caballeros y miembros de las oligarquías urbanas, mercaderes y hombres de negocios de origen plebeyo, burócratas a quienes la venta de jurisdicciones les había provocado un ennoblecimiento efectivo y real.
Los títulos componían la alta nobleza, muy reducidos ya que solo comprendían una serie de familias, más ricas y numerosas en Castilla que en Aragón, a las que se nombraba con los títulos de conde, marqués o duque (en Aragón se utilizaba el titulo de barón). Las familias más importantes en Castilla eran: los Mendoza, Álvarez de Toledo, Zúñiga, Velasco, Pimentel,… ya asentadas a finales del siglo XV; en Navarra sobresalían los Beamont y los Peralta; en Aragón la alta nobleza estaba encabezada por los duques de Villahermosa y Luna y en Valencia por los Borja.
La jerarquización interna de los estamentos tenía que ver con:
- Diferencias de poder.
- Influencia y prestigio.
- Antigüedad de linaje.
- Pero también con la riqueza de que dispusieran, lo que contradecía los principios de la sociedad estamental.
De todos los derechos que tenían nobles y clero el de mayor trascendencia era el de poseer bienes raíces que quedaban apartados de la libre circulación a través de vínculos, mayorazgos y manos muertas. Un tipo de propiedad amparada por las Leyes de Toro de 1505, y por las disposiciones canónicas que prohibían la venta de bienes eclesiásticos, protegiéndola de enajenaciones o particiones testamentarias pero al mismo tiempo introduciendo introducía rigideces en el mercado de las tierras que contribuían a elevar su precio.
La amortización de tierras por los estamentos privilegiados creció pareja a los precios condicionando las formas de acceso al usufructo de la tierra por parte de los campesinos y con ello la dependencia de este sector social. Además existía una vinculación personal, el señorío jurisdiccional, que suponía un traspaso de las competencias del rey en esos territorios, dándoles autoridad pública, jurídica y elementos de dominación de la vida rural. Muchas de ellas giraban en torno a la percepción de rentas reales que suponía grandes beneficios similares a los del diezmo para el clero.
Otros beneficios económicos que tenían la nobleza y el clero eran tanto directos como indirectos, siendo el más significativo la exención tributaria. Una exención que nunca fue total pues pagaban impuestos indirectos y atendían así a su manera los gastos del estado: pago de servicios y donativos periódicos en el caso de la nobleza, y en el clero además las tres gracias eclesiásticas: cruzada, subsidio y excusado. A cambio de estos impuestos indirectos gozaban de casi un monopolio sobre los cargos públicos más importantes que les proporcionaba además de la supremacía social, la política, interviniendo en el ejercicio del poder real.
Otros de sus derechos eran que no se les podía encarcelar por deudas ni embargar sus bienes, ya que el régimen de mayorazgo impedía que se pudiese embargar bienes vinculados, por lo que se garantizaba a la nobleza la preservación de sus patrimonios aunque tuvieran falta de liquidez. A los patrimonios eclesiásticos les sucedía lo mismo, aunque dicha garantía no tenía tanta trascendencia al no estar tan expuestos a la presión del endeudamiento que tenía la nobleza. Para la iglesia tenía más interés el hecho de verse libre de quintas y levas, o incluso el privilegio que les eximía de la obligación de acoger soldados y demás personal a cargo del monarca. También gozaban de un fuero propio, con sus leyes y tribunales especiales.
Hay dos circunstancias que definen la evolución de los estamentos privilegiados durante el siglo XVI: el aumento del número de componentes y la incidencia que sobre uno y otro tuvieron el crecimiento económico y sus respectivas transformaciones. El crecimiento de la nobleza se debió a la multiplicación biológica de las familias y a la incorporación de nuevos miembros, procedentes de los niveles inferiores de la nobleza y del estado llano. Los niveles medio y bajo de la nobleza también sufrieron este cambio en parte por las necesidades financieras de la corona y la subsiguiente venta de hidalguías, oficios, jurisdicciones, etc.
El incremento del número de eclesiásticos se explica por la fuerte demanda de servicios religiosos propia de una sociedad muy sacralizada, pero además para algunas familias de nobles y otras de origen plebeyo el estamento eclesiástico se mostraba como un ámbito de actuación sobre el que proyectar sus estrategias políticas, económicas y sociales. Destinar hijos e hijas a un convento era una buena “inversión”, porque aunque suponía el pago de una dote al convento si era una hija, no sólo evitaba gastos (dotes y arras de matrimonios) sino que libraba porciones importantes del patrimonio familiar. El integrar a los segundones en el ámbito eclesiástico y en algunos casos incluso a primogénitos servía igualmente para la reproducción social de muchas familias. Esto significaba el comienzo de una carrera ascendente dentro del estamento y abría una vía más para acumular prestigio, poder, rentas y propiedades con las que fundar mayorazgos para sobrinos y sobrinas. La institución de capellanías laicales se presentó como otra forma de vincular bienes, mantenerlos y hacerlos circular, generación tras generación, dentro de la propia familia.
La aristocracia incapaz de aumentar sus ingresos a la medida deseada o de ajustar su crecimiento al de los precios, fue uno de los sectores sociales menos favorecidos por el crecimiento económico. La llamada por algunos “crisis de la aristocracia” no llegó nunca a ser un proceso definitivo, gracias a que la Monarquía ayudó a las casas en apuros. La aristocracia y el clero consiguieron sacar provecho de las muchas oportunidades que el alza de los precios, la subida de la renta de la tierra y la expansión del diezmo le brindaron. Iglesias, catedrales, colegiatas, parroquias, conventos, cabildos y otros establecimientos similares se beneficiaron gracias a las donaciones de fieles y de un proceso de transferencia de propiedades que les permitió ensanchar su patrimonio y ampliar la extracción de excedentes. Las dotes aportadas por las muchachas que entraban en la religión suponían para los conventos femeninos una inyección continua de rentas y dinero.
2. Burgueses, letrados y burócratas
No son un estamento privilegiado (son miembros del estamento no-privilegiado o estado llano), no tienen ningún tipo de privilegios descrito más arriba, pero en cambio tenían conocimientos y dinero, lo cual les servía para abrirse camino en el complejo entramado social.
BURGUESES: los burgueses aunque desprovistos inicialmente de estatuto privilegiado y miembros del estado llano estaban aupados a los primeros puestos de jerarquía social gracias al poder que les daba el dinero, constituían un grupo bien diferenciado dentro de la sociedad española. Dos rasgos básicos caracterizaban a sus integrantes: residían en núcleos de población importantes, en los que se desempeñaban sus actividades y éstas tenían que ver con la contratación (de mercancías, dineros, títulos o efectos mercantiles y bancarios) y la producción manufacturera industrial. Los núcleos de población donde vivían y sus actividades no dejaron de crecer y expandirse, lo que propició, particularmente en Castilla, el enriquecimiento de muchos hombres de negocios y banqueros.
En la Corona de Aragón el menor dinamismo de los núcleos urbanos determinó que los elementos vinculados al comercio o la industria pasaran a un segundo plano frente a los ciutadans honrats, aunque Barcelona y Valencia continuaran siendo importantes centros comerciales.
No podemos culpar a la revuelta de las Comunidades ni de la ruina de la burguesía, ni del arranque de la decadencia castellana, pero tuvo bastante que ver en ambos procesos al fortalecer a la Monarquía y a la nobleza, y asentar la hegemonía exterior a la que se supeditarían las decisiones económicas.
![]() |
Un burgués cambista con su mujer, cuadro de Quentin Massys - Imagen de dominio público |
Las actividades que ejercían estos burgueses poco tenían que ver con la producción, condicionada en el campo por el carácter feudal y en la ciudad por el carácter gremial, éstas guardaban relación con el comercio y la banca sin penetrar en los sectores productores, es decir, eran especulación financiera que no dinamizó ni la agricultura ni la industria. Las ocasiones para poder transformar el marco jurídico de la vieja sociedad fueron limitadas, pues la burguesía adquiría tierras, rentas y jurisdicciones como estrategia de cara a diversificar sus inversiones y como medio para ascender en la escala social. Cuestión complementada con estrategias de concertación de matrimonios con las noblezas locales o ingreso en los ayuntamientos mediante la adquisición de regidurías.
LETRADOS: hay que destacar también en el siglo XVI el ascenso y promoción política de los letrados, relacionada a su vez con el afianzamiento de las estructuras del Estado a partir del reinado de los Reyes Católicos y el desarrollo que llevó a cabo el aparato burocrático de los Austrias. Este grupo social estaba compuesto por miembros de las capas medias de la ciudad, aunque muchos fuesen hidalgos, caballeros o provenientes de la nobleza titulada. En sus estratos más elevados, los personajes salidos de las Facultades de Derecho de las universidades más importantes del país formaban parte de los Consejos, ocupaban los puestos de los altos tribunales de justicia (Chancillerías, Audiencias) o eran designados para los corregimientos no reservados a los hombres de capa y espada. Otras veces su destino era la administración municipal. Junto a ellos, pero ya en un nivel inferior, se encontraban los “infraletrados”, que o bien ejercían funciones en las instancias administrativas o se empleaban como escribanos, abogados, procuradores, jueces, mayordomos, para lo que incluso no era necesario poseer un título universitario.
Estos letrados, especialmente los más avanzados en su carrera, tenían una mentalidad aristocrática, fuesen o no de origen noble, todos trataban de vivir como tales, tenían tierras, casas, juros, y adquirían rentas reales, regidurías y otros oficios, instituyeron mayorazgos y casaron a sus hijos con miembros de la nobleza. A pesar de su importancia política estuvieron bastante lejos de monopolizar el poder político para controlar el Estado, por ello es un error magnificar la presencia de letrados en el sistema administrativo central, territorial y local. Los personajes más influyentes del Estado no eran letrados, como tampoco lo eran los integrantes de los grupos burocráticos creados alrededor suyo, cuyo porvenir dependía directamente de la relación que tuviesen con su patrono. Es cierto que la carrera de estos burócratas se puede considerar más abierta socialmente que la de los letrados, ya que para éstos los requisitos de formación, limpieza de oficios y de sangre pesaban mucho más, tuvieran estudios universitarios o no, esto significaba una puerta abierta al ascenso social, especialmente para aquellos que provenían del común.
3. El campesinado
La base de la población estaba formada por el campesinado, que ocupaba las cuatro quintas partes de la sociedad, y además de atender la subsistencia propia y la de su familia, su función principal era la de producir excedentes que pasaban a manos de sus terratenientes, los señores, la Iglesia y el Estado. Atendiendo a su familia garantizaba su reproducción biológica y creando excedentes ayudaba a la continuidad del sistema económico y social del Estado. También existían diferencias entre los campesinos, a veces eran diferencias jurídicas, su pertenencia al realengo o al señorío y otras dependían de la relación que tuvieran con la tierra que trabajaran.
Destacaban los labradores ricos y los hacendados, muy pocos por cada localidad. Estos eran los campesinos excedentarios capaces de especular con el grano de su cosecha, muchos ni siquiera eran propietarios, sino arrendatarios pero todos buscaban proyectar su influencia sobre bienes de propios y comunes de los pueblos para explotarlos como beneficio propio. Son los poderosos que tenían ganado de labor, utillaje, contrataban jornaleros y subarrendaban tierras, luego crearían mayorazgos, capellanías o cualquier tipo de vínculo para garantizarse un estilo de vida parecido al de las clases altas, lo que les favorecería para su inclusión en ellas.
Pero la gran mayoría de campesinos no se encontraban en este grupo, los que más predominaban eran los campesinos de niveles bajo y medio. Los campesinos medianos eran los cultivadores dueños de explotaciones suficientes para vivir con holgura, pero que apenas podían superar una crisis, sobre todo si ésta se prolongaba más de dos años. Lo que les diferenciaba de los campesinos acomodados era la escasa capacidad para producir excedentes con destino al mercado, una vez separada la simiente, los alimentos, el diezmo, la renta del propietario y las contribuciones del rey.
![]() |
Imagen satírica francesa: representa el campesinado cargando a sus espaldas al clero y nobleza - Imagen de dominio público |
Hay que establecer la distinción entre regiones donde imperaba la cesión enfitéutica de la tierra y aquellos territorios donde prevalecía el arrendamiento temporal: en las primeras (Valencia, Cataluña, Baleares, Galicia y Asturias) el peso de la renta no sólo era menor sino que además la “posesión” indefinida de la tierra otorgaba al campesino una mayor capacidad para introducir las mejoras para elevar la producción de la tierra. En las segundas (Andalucía y la España interior), las de arrendamiento corto, la renta resultaba más gravosa y su revisión al alza en momentos de expansión absorbía parte del dinero que el cultivador podía aprovechar para invertir en mejoras.
La concentración y la amortización de la propiedad vinieron a acentuar, junto con el aumento de la renta de la tierra, los desequilibrios en el seno de la sociedad rural. Hubo un sector de la sociedad rural que se benefició del alza de los precios pero a los pequeños y medianos cultivadores les afectó negativamente. La incidencia de las crisis agrarias, la fragmentación de los patrimonios como consecuencia del aumento de la población, la introducción del capital usurario y el endeudamiento campesino debilitaron aun más al campesinado intermedio y bajo. Como resultado de todo esto se llevará a cabo un aumento de arrendatarios y el número de jornaleros sin tierras.
4. Clases populares urbanas
La ciudad del Antiguo Régimen se definía a si misma como comunidad, puesto que se configuraba como un conjunto de distintas clases sociales, en ella estaban asentadas desde los grupos privilegiados hasta los más pobres y marginales de la sociedad, pasando por artesanos, profesionales, comerciantes, etc. Cada uno de estos sectores urbanos tenía una función, aunque también es cierto que hay que destacar la multitud de población dependiente que había, es decir, población que consumía sin trabajar o que no desempeñaba una actividad fija. La población agrícola suponía en todas las ciudades una alta proporción de la población activa.
En el siglo XVI en España existían pocas ciudades plenamente industriales, siendo mucho más numerosas las ciudades en las que predominaba el comercio y el sector servicios, con un alto porcentaje de desempleados y un artesanado muy diversificado produciendo bienes de primera necesidad.
En localidades con cierta importancia se hacía muy común el encuadramiento gremial de los artesanos. Los gremios agrupaban a los representantes de un mismo oficio, y sus funciones, aparte de la organización del trabajo y el proceso productivo, también era monopolizar la producción de un determinado producto y eliminar cualquier tipo de competencia exterior. Los gremios tenían funciones solidarias entre sus miembros, puesto que tenían una ayuda mutua y manifestaciones religiosas colectivas hacia sus santos patronos respectivos. Los gremios constituían a su vez un sustento de orgullo cívico particular, ya que otorgaban a sus miembros una personalidad y dignidad propia difíciles de alcanzar.
Cada gremio estaba dotado de prerrogativas y derechos exclusivos, era un órgano de diálogo con el poder municipal. Desempeñaba un papel activo en casi todos los órdenes de la vida, incluido el fiscal, pues a menudo el gremio era la base para la recaudación de ciertos tributos. A veces el gremio no sólo era formado por el sector artesanal, sino que también acogía a mercaderes y comerciantes, y en las ciudades costeras a la marinería y otros sectores asociados al mar, los cuales tenían como función la defensa de sus intereses particulares.
Representación de algunos oficios gremiales(Autor foto: Milartino Fuente: wikipedia) This file is licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license. |
Los gremios eran organizaciones verticales compuestas de escalones que establecían una jerarquía dentro de cada profesión. En la base de esta jerarquía se hallaban los aprendices, muchachos a quienes se ponían en casa de un maestro para que les enseñara una determinada profesión. Los contratos fijaban las condiciones de esta enseñanza: la duración del aprendizaje, los trabajos a desarrollar, el trato y el sustento que se le debía dar, el precio de la enseñanza, etc. Una vez terminada esta fase, que duraba 3 o 4 años, el aprendiz cambiaba de categoría y pasaba a la de oficial. En algunas ocasiones los oficiales permanecían en casa de sus maestros, quienes les daban techo y manutención, pero lo normal es que llevaran una vida independiente. El objetivo de estos oficiales, tras algunos años, ingresar en las maestrías. El acceso a las maestrías dependía de las reglas de cada gremio y para conseguir entrar los aspirantes tenían que pasar pruebas teóricas y prácticas, realizar una obra maestra y pagar por los derechos de examen.
Tras la expansión del siglo XVI hubo algunos maestros que se convirtieron en auténticos fabricantes iniciando procesos de concentración industrial, otros cayeron en las redes del capital comercial hasta perder su independencia, subordinándose y convirtiéndose en asalariados. Los oficiales y personal a sueldo corrieron peor suerte, puesto que a largo plazos sus salarios bajaron afectados por el alza de los precios y perdieron calidad de vida. La reacción de muchos gremios fue replegarse y reforzar su exclusividad, alargando el proceso de aprendizaje, restrigiendo la entrada de aprendices y limitando la concesión de maestrías.
Sin embargo, lo que marcaba la importancia de las ciudades, más allá de los gremios y de la manufactura era la abundancia de gente dedicada a servicios en general, ya que en las ciudades prevalecía la función consumidora. También existían grupos más marginales como los pícaros, maleantes, bandidos, que se aprovechaban de los beneficios de la sociedad recurriendo a engaños o violencia.
Las ciudades eran centros de poder, concentraciones de propietarios y rentistas, por lo tanto consumidoras más que productoras, donde se estimulaban producciones como la construcción, el arte o el lujo, pero que nunca fueron el motor de la economía. De las rentas del campo vivían los propietarios, recaudadores, administradores, criados, artistas, profesionales liberales, comerciantes, todos interesados en que se perpetuaran los mecanismos de exacción. Pero en la ciudad las diferencias de estatus y riqueza estaban más suavizadas, y también disfrutaban de ellas mediante la caridad los sectores marginales.
5. Los pobres y la beneficiencia
La pobreza, la indigencia y la miseria afectaban a amplias capas de la población, aumentando con cada epidemia, con una serie de malas cosechas o cualquier otro accidente: invalidez, viudedad, orfandad o vejez. Pero no todos los pobres eran iguales ni eran tratados de la misma forma.
España en el siglo XVI participó en los planteamientos europeos para combatir este problema de la pobreza, aunque encarándose de manera distinta. En Europa al pobre se le irá despojando de su ropaje evangélico o casi místico, como intermediario redentor que permitía el ejercicio de la caridad y pasa a ser considerado un elemento marginal, entregado a la ociosidad y por tanto un ser peligroso, que subvierte el orden establecido. Por ello se dejará el control de los mismos a los poderes laicos, pero diferenciando los verdaderos necesitados que serían atendidos en hospitales y asilos, de los falsos pobres que serían castigados y obligados a trabajar.
![]() |
Escultura de un mendigo en Roma (Autor foto: Mac9 Fuente: wikipedia) This file is licensed under the Creative Commons Attribution 2.0 Generic license. |
Pero en España este proceso no se concretó, se tomó otros derroteros porque las medidas acabaron con el reconocimiento del derecho a la pobreza y a la mendicidad libre, fracasando las ideas de renovar la beneficencia. Se mantuvo pues la concepción tradicional de la pobreza y la caridad que mantenía la Iglesia Católica valorando las buenas obras y la caridad como instrumento amortiguador de las tensiones y conflictos sociales. Los pobres debían ser integrados mediante la limosna, donaciones en disposiciones testamentarias o establecimientos de beneficencia que percibían parte de las rentas y las redistribuían, asegurando con ello la paz social y la preservación del orden aristocrático.
6. El entramado social y político de la sociedad en el Antiguo Régimen
La sociedad del Antiguo Régimen, es compleja y puede abordarse su estudio desde muy distintos puntos de vista. Principal y básicamente, es una sociedad profundamente desigual, estamental y feudal. Sus estamentos se dividen en privilegiados (clero y nobleza), poseedores de tierra, que no trabajaban y que percibían las rentas; y no privilegiados, (el estado llano), todos los demás, que trabajaba la tierra, generalmente sin poseerla, y pagaban las rentas.
Era una sociedad también corporativa, en la que sus miembros formaban parte de ella en tanto en cuanto pertenecían a alguna comunidad (gremial, religiosa, urbana o rural) que les dotaba de identidad social, derechos y deberes, haciendo de ellos personas integradas en el sistema. Frente a ellas, se presentan los marginados o foráneos, es decir, aquellos que no formaban parte de ninguna comunidad que sustentara su identidad y que, por tanto, les integrara en aquella sociedad.
En lo religioso, la sociedad del Antiguo Régimen es fervorosamente religiosa, siendo la iglesia la única institución que llegaba realmente a todos y cada uno de los individuos, pertenecieran a la comunidad o estamento que fuese. Y la Fe dominaba la vida cotidiana, condicionando cada aspecto de la vida social.
El hecho de que esta sociedad estuviera dividida en estamentos, no significa que cada uno de ellos fuera homogéneo, al contrario, estaban formados por personas de niveles muy diversos. Dentro de la nobleza, por ejemplo, se distinguía entre alta, media y baja nobleza, así mismo, en el clero se diferenciaban a su vez bajo y alto clero. El estado llano por su parte, al comprender todo el resto de la población, la no privilegiada, era el estamento más heterogéneo englobando burgueses, artesanos, comerciantes, campesinos, pobres, mendigos....éstos son grupos sociales y están compuestos por personas asociadas de algún modo o con algún fin. Este sistema asociativo de personas en el Antiguo Régimen, irá desapareciendo cuando entren en juego las revoluciones liberales, la revolución industrial...que trajeron consigo nuevos sistemas de asociación.
Las diferencias económicas no eran las únicas, iban parejas con las diferencias jurídicas, profesionales, de género...en esta sociedad la diferencia, era hallada desde en lo más evidente hasta en el menor matiz, y las personas se aferraban a ellas para sentirse desvinculados de aquellos que podían señalar como de un nivel inferior. Sin embargo, esta estigmatización de las personas, para diferenciar a golpe de vista el rango al que pertenecían, no implica en absoluto la ausencia de relación entre los conjuntos de personas diferenciados.
Aquí terminamos por hoy. En la próxima entrada hablaremos de los vínculos personales en la sociedad de la época.
¡Feliz Lunes! - Hacer historia, aprehender la historia, aprendes la historia
29/Agosto/2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario